Fotografía tomada en el Encuentro sobre Diversidad en Río de Janeiro, Brasil (Septiembre de 2010)

Hace un año se me ocurrió crear un blog (sí, ya sé, soy muy original) en el que pudiera publicar los textos que escribía para la diaria, un medio de prensa uruguayo, o para distintas publicaciones académicas. También tenía ganas de compartir algunos materiales relacionados con mi trabajo en el Ministerio de Educación y Cultura.

Una vez ingresado a la blogósfera me fui dando cuenta de que podía ampliar mis objetivos y hacer algo más que mirarme el ombligo. Había asumido que era un medio para publicar cosas ya escritas y publicadas por otros medios. Pero leyendo y aprendiendo de otros como Ártica (Centro cultural 2.0) -¡que llegó a sus 100 posts esta semana!- empecé, en primer lugar, a compartir la cultura del compartir en internet y, en segundo lugar, a convertir el blog en un espacio para difundir textos inéditos, elaborados especialmente para el medio. Es decir, a darle el estatus que le correspondía y no el de mero soporte para trabajos ya realizados.

A partir de allí comencé a publicar de todo: textos de otros autores, recursos digitales gratuitos, material de otros blogs y, últimamente, convocatorias a la publicación de artículos o a la creación literaria.

Aquel primer empuje que trataba de unir, a través de un conector, dos aspectos de mi vida: la cultura y la política, ahora se convertía para mí en una ocupación diaria a la que le ponía muchas horas de trabajo semanales para intercambiar, promover la cultura digital, debatir, difundir ideas y encontrarse con otros que pensaban como yo o no.

Nunca se trató de hacer proselitismo político ni entender la cultura como arte, como adorno, lujo u ocio. No se trataba de dar una perspectiva política a la cultura o una perspectiva cultural a la política. Cuando inicié este blog estaba leyendo un libro de Alejandro Grimson, en el que proponía una reflexión sobre la cultura. Allí hacía un análisis de una famosa frase de Marx que inspiró el nombre del blog. Un poco como para volver a aquel libro quiero hablar de la relación que Grimson establece entre política y cultura. Para él, siguiendo a la antropóloga Sherry Ortner, es necesario comprender que los sujetos (enfrentados, aliados o desconocidos) operan en mundos imaginativos, construyen formas de poder y movilizan deseos. No se trata de enteder la cultura como un sistema o una unidad, algo que todos compartímos por igual y se distribuye homogéneamente en una unidad territorial X sino de significados que circulan y se configuran de una forma particular:

La cuestión de la fabricación de significados es central para el análisis del poder y sus efectos, precisamente porque la identidad “integra” allí donde la cultura, antes que un sistema integrado, es una combinación peculiar (…) aunque ya no podamos (si alguna vez debimos) distinguir conjuntos consistentes y estáticos, el supuesto fundamental es que la gente siempre busca “hacer sentido” de su vida, que siempre fabrica tramas de significados y que además lo hace de maneras diferentes (Grimson, Alejandro. Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad. Buenos Aires: Siglo XXI: 86)

Pero además de la especulación teórica contaba también con mi experiencia. Mi trabajo cotidiano, acompañando mis lecturas teóricas, me permitía concluir (siempre, siempre, siempre provisoriamente) que a los políticos -sobre todo a los de izquierda que son los que me interesan- les falta comprender “lo cultural” así como a los agentes culturales les cuesta entrarle a eso que se llama “la política”. Unir estas dos experiencias, que se comprenda la importancia de pensar juntos cultura y política en un marco comunicativo como internet me parecía una tarea desafiante, hermosa y colectiva.

 Hago el blog y lo seguiré haciendo desde la convicción de que no sirve para nada dar sermones ni creerse un vanguardista iluminado, y que son fundamentales la libertad y la flexibilidad. Los que me conocen saben que no me caracterizo por la flexibilidad. Quiero decirles que estoy tratando de cambiar este aspecto. Por eso cuando debatí con Ramiro Sanchiz, por ejemplo, expuse mis convicciones sobre la literatura y sobre las prácticas críticas, a las que llegué en aquel momento, con unos años de experiencia en la investigación y unos pocos menos en el periodismo cultural. Esas ideas cambiaron levemente producto del mismo debate por aquello de la libertad y la flexibilidad. En todo lo que escribí intenté no ofender a nadie, aunque sé que mis comentarios sobre la Facultad de Humanidades, particularmente sobre la Licenciatura en Letras, hirieron alguna susceptibilidad por lo que pido disculpas públicamente.

Hace 10 años leí una reflexión de Ángel Rama durante su exilio en Venezuela. Eran palabras de su diario íntimo, publicado en Montevideo en 2001. En la entrada del 9 de octubre de 1974 Rama escribía:

Fuera de los restos de la ciudad provinciana y pobre (Saladillo, Empedrado) es la experiencia del mercado la más humana, curiosa y también la de un imaginario más rico. Un universo popular, parecido al de muchos lugares del continente, pero los negros azules que lo recorren, las indias guajiras con sus vestiduras de reinas, los mestizos de porte “tolteca” (las grandes barrigas de bebedores de cerveza y corredores de cambures, las sonrisas apacibles y observadoras cordiales) le confieren un aire distinto, un colorido y centelleo sólo adjetivable como “maracucho”.

Frente a este universo mayoritario, otros dos sectores apenas rozados: el universitario, mediocre e intelectualizado puerilmente y el oligárquico refinado y ajeno a este torrente vivo. El solo hecho de que la Universidad encare un ciclo de conferencias sobre Rufino Blanco Fombona que durará meses con varios profesores, demuestra su ajenamiento respecto a la auténtica demanda cultural de un medio. (Rama, Ángel. Diario 1974-1983. Montevideo: Trilce, 2001: 51-52)

La reflexión del crítico uruguayo, o latinoamericano ahora que lo pienso, se clavó en mi cabeza durante años. Me perseguía en cada cosa que hacía como si fuera la voz o la mirada de un fantasma. En parte hizo que me animara a trabajar esporádicamente para un medio de prensa, pero fundamentalmente hizo que me obsesionara el problema de la relación entre lo que investigo/investigamos en la comunidad académica y la cultura en movimiento. Estuve 10 años buscando una salida al problema. Aquí estoy, pensando que este primer año y estos 100 primeros posts van en ese sentido.

4 respuestas a “un año, 100 posts”

  1. Alejandro. Felicitaciones por los 100 posts de Sujetos Sujetados! Al comienzo te pasó lo que nos pasa a todos, que no teníamos ni idea de cómo se hace un blog y de las posibilidades que tiene. Luego lo vamos aprendiendo de a poco y descubrimos todas las posibilidades que trae consigo.
    Me alegra mucho que Ártica haya estado entre tus fuentes de inspiración. Sobre todo porque ahora tu blog es lectura obligada pal staff de Ártica 🙂
    Un gran abrazo!

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    1. Muchas gracias Jorge! La verdad es que Ártica es una referencia, he aprendido mucho de y con uds. y espero seguir haciéndolo. Un abrazo grande y felicitaciones a uds. también por su cumpleposts.

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  2. Estimado Alejandro, me alegra tantísimo saber que ya ha llegado a los 100 posts! pero más aún me alegra leerlo opinando y posicionándose… a mi en lo personal leerlo me ha formado mucho desde hace unos años, pero me gusta que ahora podamos leerlo en colectivo.
    un abrazo,
    adriana.

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    1. Gracias Adriana, me alegra mucho que te aporte algo desde el blog, te mando un abrazo
      ale

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