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By Estudio de Diseño ZKYSKY (Estudio de Diseño ZKYSKY) [CC BY-SA 4.0 ], via Wikimedia Commons
Buenos días para todas y todos,

Voy a comenzar celebrando esta instancia, en la que vemos plasmada lo que podemos denominar una acción de “políticas de la memoria”, entendiéndolas como las tareas llevadas adelante desde el Estado, la sociedad o en conjunto, para recuperar, poner en valor y hacer presentes las memorias de individuos y colectivos sobre lo sucedido en la vida pública.

Y lo que nos reúne hoy para trabajar, es una etapa dura y difícil de nuestra historia. Una etapa que lejos de haberse superado tiene sus efectos hasta nuestro presente y se mezcla con muchas formas de lo público hoy en día.

Las formas en que la violencia del proceso dictatorial se instalo entre nosotros, tiene su faceta mas terrible en el olvido y la indolencia con que este tema aún se trata en nuestro medio. Hijas de estos factores son la desvalorización del trabajo de tantas y tantos, por recuperar la paz que trae la justicia y principalmente en la continua sospecha sobre el compromiso político, llevado adelante sin búsqueda de redito ni revancha.

Pero quisiera detenerme en un aspecto que me toca de cerca, como es la construcción de la memoria de este periodo, desde las memorias de los afrouruguayos. Afectados por el racismo estructural que vertebra a nuestra sociedad hasta el día de hoy, el relato que se construyó desde la recuperación democrática, nos volvió a relegar (en un acto demasiado frecuente en nuestra historia), volvió a olvidar que allí estuvimos, que junto a otras y otros ciudadanos (nunca está demás recordar que somos ciudadanos) sufrimos los embates de la dictadura y que también participamos de los procesos de resistencia en pos de la recuperación democrática.

Y este olvido es doblemente injusto, porque como colectivo nos coloca en dos posiciones inadmisibles, la de los indiferentes o la de los cómplices.

Y no fuimos indiferentes en tanto muchos de los nuestros formaban parte de sindicatos, organizaciones sociales, grupos políticos o cualquier otra forma de organización, de las tantas que fueron arrasados por la furia dictatorial o de las que, como pudieron, se mantuvieron para resistir.

Menos aún fuimos cómplices, en tanto sufrimos los mismos destierros, la misma cárcel y tortura, sufrimos desplazamientos forzados en el territorio y a las ya precarias condiciones en las que vivíamos, se sumaron las generadas por los efectos nefastos del accionar de los dictadores y sus cómplices.

Este proceso de recuperación de la memoria, necesita detenerse a reflexionar sobre este aspecto; desplegarse e investigar sobre la memoria de los afrouruguayos, si acaso pretende que esta memoria se transforme en herramienta útil para todas y todos nosotros. Porque estuvimos allí y como muchos de nuestros compatriotas aún tenemos que hacer memoria para cerrar heridas, para recuperar la paz.

Si estamos dispuestos a llevar adelante esta tarea, debemos hacernos cargo de la fragilidad del material con el que trabajamos. De la necesidad de una escucha atenta, de suspender el reflejo que con que validamos el discurso en función de la posición social de quien lo enuncia.

Y de esto ya sabemos, si recordamos la construcción de la memoria del proceso dictatorial por parte de las mujeres, y las dificultades para encontrar una voz propia dentro de ese relato. Recordar el esfuerzo de las y los compañeros transexuales para dar voz a sus memorias dentro de este periodo y lograr a partir de dichas memorias una justa reparación. Federico Graña con respecto a esto señalo la necesidad de reparar a los “que por ser distintas también sufrieron una persecución”.

Y ser distinto en nuestra sociedad, que se sigue pensando como un continuo homogéneo blanco, parece implicar perder el derecho a la memoria.

Para terminar, voy a cometer una injusticia. Voy a nombrar solo a dos personas, dos afrouruguayos que sufrieron en sus vidas los terribles efectos de la dictadura. Dos afrouruguayos muy cercanos en mi vida y memoria.

María Angélica Silva Mariño, mi querida tía Lita, quien por años solo fue un nombre que mi familia casi susurraba. La dictadura la empujo al exilio en México. Lo efectos aún duelen.

José Gervasio Pereyra, el tío José, sindicalista y militante, alguien de quien aprendí mi amor por los libros y por quien también tuve que aprender una palabra, que siendo un niño no debería de haber conocido tan pronto: Proscripto. Su recuerdo sigue entre nosotros.

Hago votos entonces por más y más acciones que nos ayuden a no olvidar.

Julio Pereyra
Docente del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes
Universidad de la República

 


Texto presentado en la Editatón Wiki DDHH Uruguay 2018, realizada en la Institución Nacional de Derechos Humanos el sábado 28 de julio de 2018.

4 respuestas a “Afrouruguayos y dictadura: una memoria a construir”

  1. Con el tambor al Cilindro
    A modo de demostración concreta de que no querían más negros
    ni “ruido y desorden”, y para sembrar el miedo, las Fuerzas Conjuntas (*)
    detienen el 1 de mayo de 1974 a varios tamborileros, en
    su mayoría de raza negra, que salen en llamada para recordar la
    fecha. En un operativo “pinzas”, por aire y tierra, con un helicóptero
    sobrevolando y varios ómnibus cerrando la calle Yaguarón,
    detienen entre otros a Peloche; Washington Madruga; Juan Carlos
    el Zurdo Sosa; Washington Cocuano Oviedo, su esposa de apellido
    Gradín, sus hijos Gustavo Oviedo y Edison Palo Bombo Oviedo;
    Fernando Huron Silva, el Pepe Oreja Giménez; Juan Carlos Candamia
    Prieto; Pedro Grande Tabares. Los llevan a los golpes a
    la vista del barrio, ensañándose particularmente con Peloche que,
    cómo era el más veterano, estaba menos ágil para esquivar los palazos,
    y los mantienen presos por más de una semana en el Cilindro
    de Montevideo (estadio municipal de básquetbol convertido
    en prisión) en forma completamente ilegal.
    Pronta seguridad
    Esta aberración de ser detenido y mantenido prisionero en forma
    clandestina bajo la modalidad de “medidas prontas de seguridad”
    por estar tocando el tamboril en la calle, tradicional expresión cultural
    que se venía llevando a cabo en los barrios Sur y Palermo por
    más de 80 años, no está, hasta el día de hoy, ni fi gura registrada
    en ningún organismo del Estado uruguayo. Tampoco figuran las
    amenazas, el hostigamiento permanente ni los allanamientos y las
    detenciones arbitrarias por parte de las Fuerzas Conjuntas, motivo
    por el cual algunas de las familias de esos barrios se exiliaron.
    Frente a estos hechos tampoco hubo una reparación por parte del
    estado.
    Las medidas prontas de seguridad son poderes de emergencia
    que habilitan al Poder Ejecutivo de Uruguay a “suspender transitoriamente
    ciertas garantías constitucionales ante casos graves e
    imprevistos de ataque exterior o conmoción interior”. Se encuentran
    previstas en la Constitución de la República; están en todos
    los textos constitucionales hasta el día de hoy, inclusive en el de
    1830. La dictadura cívico-militar del Uruguay, pareciere, en los
    hechos consideraba al candombe como uno de los “casos graves
    e imprevistos de ataque exterior o conmoción interior”. El haber
    salido a tocar el tamboril significó la prisión ilegal.
    Hoy, cuando el candombe es declarado patrimonio inmaterial
    de la humanidad por la Unesco, que su práctica se extiende a lo
    largo y a lo ancho del Uruguay e inclusive fuera de éste, aquel hecho
    puede resultar inaudito, pero así ocurrió.
    A partir del golpe cívico-militar ejecutado el 27 de junio de
    1973, la emigración y el exilio se producen en forma masiva hacia diferentes destinos, siendo Buenos Aires el lugar más elegido.
    Creemos que ese verdadero éxodo quedó sintetizado en la frase “el
    último que se vaya que apague la luz”, pintada con letras negras
    en una sábana blanca que exhibieron desde un Vapor de la Carrera
    unos pasajeros que viajaban a Buenos Aires. Esa expresión era común
    leerla, en las paredes de los baños de frontera, aeropuertos,
    puertos, etcétera.
    (*) Organismo integrado por las Fuerzas Armadas y la policía uruguaya.
    Chico, Repique y Piano (Breve historia de la llegada de los tamboriles a la ciudad de Bs. As.) Hugo Ferreira – Páginas 27 y 28
    Editorial CICCUS (Argentina) 2015 – Editorial Yaugurú (Uruguay) 2016

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    1. Muchísimas gracias por este aporte, es una contribución importante a la memoria del colectivo durante la dictadura. Quisiera conseguir el libro ¿Tenés idea de cómo conseguirlo?

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      1. Librería “Babilonia” Tristán Narvaja 1591

        Cerrajería “Pennini” en el Disco, 20 de septiembre 1521

        Percusión “Tamborilearte” José Enrique Rodó 1994

        (Teléfonos por privada al messenger de facebook: HTFerreira o Chico, Repique y Piano Libro

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      2. Muchas gracias por la información, voy a buscarlo

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