
Hace poco tiempo encontré a la cantautora Patricia Robaina en las redes sociales. Supe que estaba realizando una investigación sobre la poeta Virginia Brindis de Salas y que había musicalizado textos de su libro Pregón de Marimorena. El 20 de junio de 2019 Robaina puso en escena el espectáculo “De un sueño a un ensayo general”, en el que presentó canciones suyas e interpretaciones de poemas de Virginia Brindis de Salas y Teresita Cazarré, una artista de Melo, como ella, que nunca pudo ver en vida su obra publicada. Lo que sigue son las respuestas escritas por Robaina a dos preguntas sobre su trabajo reciente. Podrán apreciar en los textos tanto la sensibilidad como la lucidez política que impregna su obra y su mirada sobre la realidad. Les dejo, al final de la entrevista, la versión del poema “Pregón número uno”. Al releer el texto a través de la canción, parece que la voz de Robaina despertara el ritmo escondido en los versos de la poeta. Con solo una canción alcanza para entender la relevancia del trabajo creativo de Robaina, y de su diálogo íntimo y profundo con la poesía de Brindis de Salas.
¿Cómo fue tu acercamiento a Virginia Brindis de Salas y el proceso de musicalizar su poesía?
El día que encontré a Virginia Brindis de Salas, no sabía quién era. Yo estaba con bastante fiebre y vi su imagen en una foto que alguien compartió en Facebook, al lado de un pintor, que al parecer fue su padre. La palabras junto a la fotografía, decían “junto a la poeta uruguaya, Virginia Brindis de Salas»; y yo que jamás nunca la había escuchado nombrar, busqué su nombre.
Enseguida di con los “Pregones de Marimorena” (en una transcripción a máquina antigua) y fue tal mi emoción al leer sus versos, que me vino la música y agarré mi guitarra para terminar de tocar aquello que había encontrado, alrededor de las once de la noche.
Musicalicé como siete canciones, así de una. Y cuando ya regresaba a descansar sobre la fiebre que me aquejaba, empecé a buscar su historia.
Lo primero que leí, fue que se trataba de la primera mujer negra uruguaya, que había publicado un libro en Latinoamérica. Pero que misteriosamente, nadie la conocía .
Fue fácil aprender algunas canciones, decían justo lo que yo sentía. Y me dieron muchas ganas de salir a cantarlas a los cuatro vientos. Hablaban de una denuncia a una canillita mujer, que andaba pregonando por las calles de Montevideo, en 1940. Y cuando yo me vine a Montevideo, trabajé en una revista, luego en los ómnibus como cantora callejera; todas las palabras hablaban sobre lo que yo había vivido y sentido por esos momentos.
Luego, vinieron los tangos, con letras que estaban lejos del romanticismo que pululaba en esa época. Era un tango que venía del xangó y que hablaba de lo que sufrían los esclavos que llegaban a estas tierras.
Me interesó muchísimo su búsqueda musical, su vínculo con Ezeiza (payador), quien fue el que introdujo la milonga a la payada: creo que Virginia no estaba lejos de eso, ya que su poesía fue escrita para ser cantada.
Desde entonces, empecé a peregrinar con mi guitarra, preguntando si alguien tenía idea de su existencia y para mí sorpresa, nadie sabía nada. Hasta que un día, la poeta Graciela Cardozo, me procuró para poder manifestarme su interés sobre la historia de Virginia Brindis de Salas.
Graciela, había estado años luchando con la palabra viva de Virginia y hasta había logrado ir a Cuba, en donde Virginia es muy querida y respetada. Pero lo más fascinante de todo, fue que Graciela había conocido a su hija, que se llamaba Iris Unguet y aún estaba viva.
El vínculo lo había hecho con su peluquera, que era la misma que peinaba a la hija de Virginia, así que esperamos algunos meses para que Unguet apareciera para ver si accedía a una entrevista. Unguet accedió y allá fuimos a conocer su historia.
– Ella empezó a ser reconocida estando viva, ¿no?
– Acá no la dejaban entrar al Solís. Es más, cuando se murió, la Asociación Cultural Uruguay (o algo así) que ahora se llama Uruguay Negro [se refiere a Asociación Cultural y Social Uruguay Negro, ACSUN], me acuerdo que le hizo un homenaje; pero ya se había muerto mi mamá. Cuando estaba viva, ni se acordaban de ella.
Sin embargo, Virginia fue muy reconocida por poetas mayores como Nicolás Guillén o Gabriela Mistral, que mantuvieron correspondencia y palabras de aliento hacia Virginia hasta el momento de su muerte; justo antes de ir a Cuba.
Por otra parte, mi madre es poeta y por alguna razón, en varios momentos me sentí muy reflejada con el dolor que reflejaba Unguet. Una mujer casi ciega, con un nombre llamado también “Iris», a quien Virginia dedicó uno de sus más bellos poemas, refiriéndose a ella como “vara de mimbre»/”Niña, mi niña/cuando tu puedas contar/lo que tus ojos vieron/en el tembladeral».
Pero Virginia sufría un dolor único, que Iris Unguet aún refleja en sus ojos y se hace evidente en la fuerza de sus palabras cuando señala que su madre no era afrodescendiente sino que era negra, que cuando escriba poeta, escriba poeta negra. Qué haga hincapié en el racismo que Virginia vivía.
Que cuente que no sólo no fue invitada a fiestas por su gran amiga Juana de Ibarbourou, sino que fue más triste, porque la discriminación y el ninguneo se lo hicieron sus propios compañeros y compañeras de lucha. “Mi madre no sólo era pobre: era pobre, negra y fea; pero fue una gran poeta. Y quiero que tú cantes lo que ella escribía. No quiero homenajes: a mi madre no sé los hicieron en vida, ahora no importa”
Todas estas palabras vinieron a mi mente como un suspiro de almas, de abrazos y soledades infinitas que me acompañan. Y desde entonces no hago otra cosa que cantarla, ya, sin preguntar más nada.
En tu espectáculo más reciente “De un sueño a un ensayo general” trabajaste con la autora y con Teresita Cazarré ¿Encontraste diálogos entre ellas?
Teresita Cazarré, nació en Melo, Cerro Largo. Dedicó su vida a la docencia y a escribir canciones y obras de teatro para niños y niñas. También fue titiritera. Falleció muy joven, sin poder grabar sus canciones. Su obra se conoce a través de un libro que fue editado posterior a su muerte, llamado “Cancionero de Juguete”.
Las dos poetas que estoy musicalizando tienen en común muchas cosas, como por ejemplo, la invisibilización que sufrieron luego de sus muertes. El ninguneo, la discriminación que vivieron por ser mujeres activistas políticas. Creo, de todas formas, que eso no ha cambiado mucho. No hay en la actualidad reedición de la obra de Virginia, con todo lo que ella significa para la cultura de este país. Como también quedó en el olvido la música que creó Teresita, por no lograr hacer registro de su obra.
Hace varios años que vengo trabajando, con muchas dificultades, estas investigaciones. Y he sentido, en muchas oportunidades el ninguneo y la discriminación que estas mujeres sufrieron. Por eso, cantarlas es también cantar lo que yo siento, porque de otra manera no me saldría , directamente, no lo haría.
Teresita está llena del mundo de los niños y niñas que nunca vieron el mar, pero que lo escuchan en el interior de los caracoles, imaginando y pensando, que todavía otro mundo es posible.
Si habré pasado tardes escuchando el mar adentro de los caracoles, escribiendo sin saber, lo que los otros escribían. Cantando por cantar, lo que los otros cantaban. Y creo que de eso se trata, es un acto de resistencia continuar lo que estas mujeres hicieron, para seguir cantando. Hasta que no conoces el mar, es como que te falta una parte.
¡Genial entrada!
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¡Muchas gracias por tu lectura y tu comentario!
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