El nuevo libro de Gonzalo Eyherabide, Artigas: el patriota sin patria (2023), es el primero de Planeta Cómic en Uruguay, una línea editorial de la multinacional que ya tiene varios títulos en otros países. El relato presenta la vida de Joaquín Artigas, un hombre nacido en Mozambique que, producto de la trata de esclavos, llega a la Banda Oriental, es comprado por la familia Artigas y, décadas después, participa en la Cruzada Libertadora de los Treinta y Tres Orientales. El cómic de Eyherabide le hace la vida a cuadritos a cualquier idealización del pasado. En su lugar, elige ponerlo en entredicho y sacudirlo con ironía desde el presente.

En la portada del libro se indica que se trata de una «historieta histórica», pero quienes leyeron y miraron la obra anterior de Eyherabide saben que su reputación lo precede. Los lectores de Brecha conocen, por ejemplo, su Experimento Ponsonby, una tira cómica en la que muchos de los ejes centrales de eso que llamamos identidad uruguaya pasaban por el humor ácido y crudo del autor. Lo histórico en Artigas: el patriota sin patria pasa por la fidelidad en la reconstrucción de escenarios, el respeto por la cronología y un sinfín de detalles cuidados por el autor para presentar una ficción que sea creíble y, al mismo tiempo, conecte con nuestro tiempo.

Tensar el pasado

Ya desde el título el libro juega con las expectativas del público, porque uno podría esperar que fuera una historia sobre Artigas, nuestro héroe nacional, revisitado siempre desde el arte y muy recientemente desde la historieta, a todo color, de Prócer Zombie, de Leonardo y Andrés Silva. Esa expectativa se afianza también con el rojo, azul y blanco que presenta la tipografía de tapa. Pero alcanza con abrir y leer las primeras páginas para descubrir que el protagonista es un hombre negro esclavizado, comprado por la familia del prócer, que aparece en el fondo de las letras en rojo y azul de la tapa, y que la historieta está dibujada en un blanco y negro rabioso, de alto contraste, característico del estilo de Eyherabide.

La historia de Joaquín Artigas abarca la primera mitad del siglo XIX, momento decisivo de nuestra conformación como Estado nación. La elección del personaje es muy significativa, porque pone en primer plano la trata de esclavos, desde la salida del barco negrero en Estados Unidos hasta la llegada de las «mercancías» humanas al puerto de Montevideo, así como los aspectos centrales de la vida de las personas esclavizadas en la Banda Oriental: la migración forzada, la pérdida de la lengua materna, la adquisición de una nueva, la violencia física, la burla, los intentos de fuga, el trabajo en el campo, y también el amor, el sexo, la amistad.

Es muy poco frecuente en nuestra narrativa el planteo del pasado africano de los personajes afrodescendientes; parece que el corte que se impuso sobre esas vidas materiales se impone también en el plano simbólico. Lo que Eyherabide logra es presentar la trata de esclavos en detalle y en toda su crueldad, como elemento del pasado que dice mucho sobre el presente. En entrevista con Brecha, el autor explica el porqué de esta decisión ética y estética: «La esclavitud fue algo así como la primera gran multinacional que generó el capitalismo y que es el modelo de las demás multinacionales. Al contramaestre del barco lo nombré Mark Jobs, un nombre y un apellido bastante célebres, y podrá el lector sacar sus propias conclusiones. Es un tipo obsesionado por una mejora en la gestión y por vender toda una fantasía de productividad, de eficiencia, que está en los orígenes del capitalismo, que es el modelo extractivista, el modelo capitalista. Ellos eran conscientes de eso, lo que pasa es que cuando nosotros vemos eso hoy, en el siglo XXI, lo vemos a través de los dos siglos que siguieron, en los que eso se ha estratificado y cristalizado, y repetido una y otra vez; es el motorcito del capitalismo. A mí no me interesaba, ni me interesará nunca, hacer una historieta histórica en el sentido del conservadurismo, de decir: “Ay, qué lindo, qué pintoresco el folclore, la Antigüedad, la Banda Oriental”, y retratarla tal cual. A mí me interesa indagar en el pasado y entenderlo, y contar algo que ocurre en el pasado, en la medida que nos tensione sobre el presente y el futuro. Creo que es un objetivo último de la historia, no solo del arte».

El humor irónico, otra característica del estilo de Eyherabide, es central para plantear este fuerte lazo entre la esclavitud y el capitalismo, que se expresa en el nombre del contramaestre, pero puede verse también en la presentación del comercio de esclavos, que remite al tratamiento de las mercancías en las sociedades contemporáneas: el uso de la publicidad, las ofertas, la cartelería, los volantes. Un vendedor vocifera en la calle: «Contemple su nuevo esclavo reluciente en aceite de palma y dígase: ¡Yo soy mejor! ¡Yo valgo más! Seré español o criollo: ¡Pero soy blanco! ¡Soy blanca! ¡Nada levanta más la estima que sentirse parte de un grupo dominante!».

En el mismo sentido, también se lo puede ver cuando llega el momento de las luchas por la independencia y Manuel Artigas, amo de Joaquín, arenga al pueblo para unirse a la revolución. Parado en un cajón, el amo empieza hablando del Grito de Asencio y dice que los rebeldes gritaron «¡Libertad para los orientales!», en ese momento un esclavo pregunta sobre el tema de la libertad y es interrumpido. Al cuadro siguiente se cita una carta de Artigas en la que habla de «cautiverio» y, otra vez, el esclavo es ignorado. Los cuatro cuadros de esa página explican lo que muchas páginas de historia han intentado explicar: las contradicciones del discurso independentista en relación con la esclavitud.

La historia de Joaquín Artigas tensa el proceso de la independencia en el Río de la Plata, la forma en la que nos lo representamos durante mucho tiempo (hay unos cuadros muy interesantes sobre la pintura del desembarco de los Treinta y Tres de Juan Manuel Blanes), pero tiene también un fuerte contenido antirracista que proviene de una crítica al capitalismo. En ese sentido, el tensar la historia desde el presente es un concepto muy fuerte, que vertebra la mirada de Eyherabide y vuelve el libro una «historieta histórica» en muchos sentidos. Eyherabide habla de una sincronía entre pasado y presente, y creo que es una buena forma de describir lo que hace con el pasado, traerlo al presente, llenarlo de citas que provienen de nuestro tiempo, para apropiárselo, reír y reflexionar al mismo tiempo.

El arte y la historia

La investigación y la producción del libro llevaron dos años y medio de lecturas y relecturas, de conversaciones con especialistas y también de resolución de problemas estéticos (Puede leerse un relato del proceso en la página web del artista). Esto implicó indagar en aspectos generales, de la gran narrativa, pero también en aspectos menores, como sobre el uso del mobiliario, sobre cómo se tomaba agua (¡justo en estos días!) o sobre los movimientos de la luna, por citar algunos ejemplos.

Pero, si bien el proceso de documentación fue importante, Eyherabide también se refiere a las tensiones con lo estético: «A mí me apasiona la historia, siempre me apasionó. Lo disfruté enormemente y me permitió revisitar y releer buena parte de nuestra historiografía, de los clásicos nuestros, pero, por otro lado, la búsqueda es estética y a veces se tensiona la historia con la estética. Por ejemplo, las vacas de la época eran marrones, yo dibujo en blanco y negro, y parecen una holando. Cuando entra en tensión el dato histórico, no el dato importante, si estaba vivo Belgrano o no, o si se había dado una batalla en Paraguay en 1810, eso está tal cual, con la mayor rigurosidad histórica que pude tener como historietista y licenciado en Ciencias de la Comunicación. Pero, para defender la rigurosidad histórica en detrimento de la imaginación, la fantasía, la ficción, está la historia. Los artistas tenemos que velar por unir poderosamente ética y estética, ese es el gran tema o la gran base de todo, y después contar una mentira para hacer que aflore una verdad profunda: nuestro ejercicio es el de la ficción, de la mentira, pero no cualquier mentira, y no para develar cualquier verdad. Ahí estaría el asunto de los temas que elegimos y la estética que encontramos».

En ese proceso de investigación histórica y estética, surgió el problema de la representación de los espacios, naturales y sociales. La mayoría de los escenarios que dibuja Eyherabide son naturales; aparecen algunas escenas en el interior de la casa y sobre todo en la pulpería, el lugar de sociabilidad y comunicación de la época, pero lo que aparece más es el paisaje de la Banda Oriental. Para explicarlo, como buen historietista, el autor recurre a un ejemplo popular y masivo: «El paisaje de la Banda Oriental es muy despojado, con poco adorno, poco mobiliario, poca ostentación. Esa cosa muy vacía, de muy poco elemento, es una pintura social, no expresamente buscada, sino sentida, vivida. Y aparece una cosa que es el campo, nuestros gauchos y nuestra penillanura suavemente ondulada, nuestro sistema de sierras. Si querés, una referencia gauchesca de la historieta es Inodoro Pereyra, es el gran continuador en el siglo XX de Juan Moreira y de Martín Fierro, ese antihéroe o ese héroe, nuestro, rioplatense. Este también es el Río de la Plata, pero resulta que no es como decía Fontanarrosa: “La pampa es una línea recta”, nuestros paisajes son unas ondulaciones que se superponen y se interconectan de una manera sutil, apagada, pero siempre insinuando que ahí, antes de la erosión, capaz que hubo una montaña, o que eso, que parece una elevación, capaz que es una hendidura. No lo sabemos bien, solo sabemos que es antiquísimo nuestro paisaje. Y ese paisaje es todo un asunto estético que se me planteó, no lo busqué, pero estaba ahí, en esos campos que miraba en Punta Colorada mientras dibujaba».

En definitiva, pese a la carga histórica del relato, a la necesaria documentación del artista, lo que gana es la pretensión de hacer una obra artísticamente válida, sin traicionar la trayectoria propia: «Simplemente soy alguien que hace 45 años que dibuja en blanco y negro. Desde niño, mi pasión siempre fue el dibujo y la historieta. Me fui construyendo como humorista, incluso mi oficio como humorista me permite vivir, poner el pan en la mesa, como publicista hoy, pero siempre como guionista de radio, de televisión, durante toda mi vida lo hice. En definitiva, si hay algo que está en el origen de eso y que me va a acompañar siempre, es hacer historietas en blanco y negro. Así que hasta el tema capaz que vino de ahí, porque es una historia de blancos y negros».


Texto originalmente publicado en Semanario Brecha, el 7 de julio de 2023.

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