El 10 de junio de este año, se celebró en todo el país una nueva etapa de las jornadas estudiantiles de institutos y centros de formación en educación. Fue una primera instancia para discutir los grandes temas que hoy aquejan a la formación de educadores en todos los subsistemas que dirige actualmente la ANEP: educación inicial primaria, educación secundaria, educación técnica, y formación de profesores. La jornada tuvo entre sus temas el debate del Marco curricular de la formación de grado de los educadores 2023, con el objetivo de discutir y resolver aspectos de carácter general sobre el nuevo plan instaurado en la anterior administración de la ANEP.
En este artículo busco aportar al debate sobre los programas de Lingüística de la especialización en Idioma Español del plan que rige actualmente la formación de profesores de secundaria. ¿Por qué hablar de esto es importante en el debate de la formación en educación? Sin ir más lejos, la cuestión de la enseñanza y el aprendizaje del español es siempre vista como un problema, ya sea por las dificultades de comprensión lectora que se detectan en los y las estudiantes, ya sea por los debates sobre fenómenos lingüísticos actuales como el lenguaje inclusivo. Entonces, si estamos en continuas discusiones sobre el lenguaje, ¿no es interesante analizar cómo se forman los profesores de español para las futuras generaciones de estudiantes? Y, sobre todo, ¿qué concepciones del lenguaje se están trabajando para que el docente tenga como base a la hora de hacer su trabajo?
Programas del hoy, estructuras del mañana
Los cuatro programas de Lingüística que se imparten de forma semestral durante la formación del docente de español, parten de la misma concepción teórica y, a medida que se van cursando en cada semestre de la carrera, se agregan más autores que lindan y discuten esa concepción. Esta base teórica es lo que se conoce como estructuralismo, que, en lingüística y grosso modo, considera que el lenguaje -la lengua- es una estructura socialmente compartida que se compone de signos hechos de dos partes: una parte que opera como el significado del signo y otra parte que funciona como la representación sonora de ese signo. Por ejemplo, la palabra gato, como signo lingüístico, se puede separar en dos partes: lo que significa (animal de cuatro patas, peludo y que dice miau) y los cuatros sonidos que tiene esa palabra (/g/, /a/, /t/, /o/). En consecuencia, la corriente estructuralista aplicada a la lingüística va a entender al lenguaje como un sistema abstracto hecho de signos lingüísticos que, si bien nacen y circulan en la sociedad, se pueden estudiar sin depender de ella, de la historia o de la cultura en el que ese sistema de signos se desarrolle.
En ese sentido, volviendo a los programas, los cuatro tienen a dos grandes autores de la lingüística estructuralista como ejes principales: Ferdinand de Saussure, que desarrolló la teoría estructuralista a principios del siglo XX; y Eugenio Coseriu, lingüista rumano cuyas obras más relevantes fueron escritas en Uruguay, cuando vino exiliado de Europa por la Segunda Guerra Mundial. Estos dos autores son presentados como suficientemente ricos en sus teorizaciones sobre el lenguaje para los futuros docentes de español, como lo dicen en el apartado de fundamentación del programa de, por ejemplo, Lingüística I cuando plantea que “La atención a esta orientación (Saussure y Coseriu) […] permite cimentar la enseñanza razonada de la disciplina” o cuando considera que “no de otro modo puede abordarse el estudio razonado de la materia” (p. 226).
A medida que los cursos avanzan se plantean nuevos autores que permiten complementar las lecturas anteriores, buscando relacionar a Saussure y a Coseriu con otros de similar pensamiento, como pasa en Lingüística II con Roman Jakobson o con Jacques Derrida en Lingüística III. En el último curso, Lingüística IV, se busca releer a Saussure y sumar diferentes autores con enfoques cercanos (Benveniste, Coseriu, Chomsky) o disímiles (Bajtín, Voloshinov, Foucault). De todas formas, más allá de las distancias o similitudes entre autores y corrientes, lo cierto es que el eje teórico de los programas no cambia a lo largo de los cursos.
La lengua allá, afuera del aula
Estos programas tienen un enfoque teórico propio de una de las corrientes de la lingüística, pero la lingüística no es una sola. No hay una sola forma “razonada” de abordar el lenguaje y la historia de la disciplina, y de otras disciplinas que tienen al lenguaje como objeto de interés teórico o metodológico ―comunicación, sociología, antropología, literatura, entre otras―, da cuenta de que se puede abordar al lenguaje más allá de entenderlo como un sistema de signos abstractos.
Si bien nadie niega, y yo menos, que estos autores son importantes para la formación de los profesores de español, declarar de forma tan categórica que estos y solo estos son los únicos autores con los que se puede analizar el lenguaje es, en el mejor de los casos, profundamente sesgado. En el peor, un manifiesto desinterés en que el futuro docente de español reflexione sobre el lenguaje más allá de las reglas que lo constituyen. ¿Cómo el docente se enfrentaría a un aula llena de gurises y gurisas de diferentes contextos sociales, con sus formas de hablar y comunicarse? ¿Podrá respetar sus diferencias lingüísticas o les dirá que “hablan mal” sin tener en cuenta el lugar y el momento en que están hablando? ¿Cómo verá la historia del español, si solo importa lo que pasa en el mundo de los signos y no de las materialidades del español y sus devenires? ¿Cómo entenderá la relación entre el lenguaje y el desarrollo de los gurises y gurisas, las formas en que aprenden y logran poner en palabras lo que aprenden?
Creo que es necesario que el futuro docente de español no se quede con una única mirada sobre el lenguaje. El docente no se va a enfrentar a un mundo abstracto en que el español está aislado del mundo y de los hablantes. Se va a enfrentar a trasponer las reglas de la gramática y la sintaxis a sujetos activos, pensantes, que usan el lenguaje en todo momento y lugar, pero que encuentran en la clase de español el momento para ponerle nombre y apellido a las palabras que usan. El docente no puede ser ajeno a la realidad lingüística de su aula, no puede ser ajeno a sus estudiantes y no puede ser ajeno a la materialidad del lenguaje y de qué implica en el día a día de los estudiantes. Estos programas le quitan al docente la agencia reflexiva sobre el día a día del lenguaje y eso es crucial para enseñarlo.

A caballo en varios dominios
Ferdinand de Saussure, en el capítulo III del Curso de lingüística general, habla sobre el objeto de la lingüística como ciencia y dice que no puede ser el lenguaje ya que, según sus palabras, es «heteróclito y multiforme, a caballo en varios dominios». Ciertamente, el lenguaje es complejo de estudiar. Se puede analizar desde su punto más formal y abstracto hasta la realidad material más concreta. También es cierto que la formación docente, considerando cómo se conciben las carreras terciarias y universitarias hoy, tiene que tener un cierto límite en lo que se puede o no enseñar, principalmente por el tiempo en que se espera que se termine la formación. En ese sentido, la salida que veo para este asunto es repensar qué queremos que los futuros docentes de español tengan como bases teóricas en su formación.
Desde el hueco en el que escribo, un docente de español que entra en contacto con la lingüística no puede egresar pensando que solo hay una forma válida de estudiar y analizar el lenguaje, tendría que hacerlo sabiendo que existen muchas formas de estudiar y analizar el lenguaje ―los abordajes sociales como la pragmática, la sociolingüística o la glotopolítica, o los enfoques cognitivos (psicolingüística, neurolingüística, entre otros)― y, con ellas, poder trabajar en el aula y fuera de ella a través de diferentes herramientas teóricas y metodológicas.
El hecho de que el lenguaje esté en diferentes espacios epistémicos no le quita al docente la capacidad de elegir qué le es mejor y en qué circunstancias, por el contrario, le da herramientas para trabajar desde una mirada más amplia y más cercana a la realidad humana en la que se encuentra día a día.









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