El 6 de mayo de 1976 murió Alberto Zum Felde. Nació en 1889 en Bahía Blanca (Argentina) y atravesó el siglo XX como juez y parte de momentos centrales de la cultura letrada montevideana y también latinoamericana. Así lo demuestran obras como el Proceso histórico del Uruguay (1920), el Proceso intelectual del Uruguay y crítica de su literatura (1930) o el Índice crítico de la literatura hispanoamericana (1954-1959). Estas tres obras son ejemplos representativos de una variada y vasta obra ensayística. A treinta años de su muerte y a modo de “homenaje”, un breve repaso (y tal vez ajuste de cuentas) de su trayectoria como crítico e historiador de la literatura.
Y no es la primera vez que se produce un ajuste de cuentas con Zum Felde en Uruguay. La autodenominada “generación crítica” o “del 45”, hegemónica en los sesentas cuando Zum Felde todavía estaba vivo, tuvo dos modos de asumir su herencia. La primera fue celebratoria: Conversando con Zum Felde (1969) de Arturo Sergio Visca es un ejemplo representativo. La segunda fue más cuestionadora, la obra de Ángel Rama es un buen ejemplo. Estos herederos asumieron la tarea de renovar el discurso crítico ante fenómenos como la narrativa del boom, que las categorías utilizadas por Zum Felde no alcanzaban a explicar.
Anarco, batllista y americanista
El nombre de Zum Felde está asociado por lo general al ensayista. Sin embargo sus primeras obras fueron sonetos y piezas teatrales. Según el crítico Arturo Sergio Visca (*1) estos primeros textos están muy influenciados por los intelectuales modernistas del 900. En 1908 publicó con el seudónimo de Aurelio del Hebrón su primer libro Domus aurea reuniendo estas primeras obras.Al igual que Domingo Arena, Zum Felde fue anarco y pasó luego a ser un intelectual orgánico del batllismo. De esa faceta libertaria es su discurso en el entierro de Julio Herrera y Reissig (1910), escrito en una noche según su propio testimonio y lanzado contra el establishment político y cultural que había abandonado al poeta en la miseria. Juan Zorrilla de San Martín no quiso pronunciar el discurso que tenía preparado para la ocasión después de esta salida de programa de Zum Felde.(*2)
De esta época es también El Huanakauri (1917), texto poético en prosa y manifiesto americanista en el que el autor retoma un mito incaico para proclamar la originalidad e independencia intelectual hispanoamericana frente al europeo. Zum Felde se inscribe con esta obra en el discurso americanista de entreguerras e inicia una preocupación por lo latinomericano que atreviesa su trayectoria y lo acerca a intelectuales como Alfonso Reyes, Pedro Herníquez Ureña, Mariano Picón Salas o José Vasconcelos.
Es después de este texto que Zum Felde comenzará a erigirse como el crítico militante que fue. Uruguay Cortazzo define así su tarea a partir de 1919: “Él no quería hacer crítica sabia, la que leen detenidamente los que compran sesudos estudios y revistas especializadas. No. Su crítica se definiría como popular, tan popular como lo era el periódico mismo. Su público no serían necesariamente los intelectuales, escribiría para el mayor número posible de lectores” (II) Esta distinción entre su crítica militante y la crítica académica, que para Zum Felde se ejemplificaba en Rodó, va de la mano de la imagen que quiso construir de sí mismo como autodidacta: “hice la Secundaria pero no Bachillerato. En esos años se me declaró la furia literaria y no quise saber más de disciplinas oficiales, y como no iba a seguir ninguna carrera universitaria, como repudiaba todas las carreras, en mi locura juvenil abandoné los estudios y me dediqué a formarme una cultura de autodidacta” (Conversando con …, p. 37). Si bien su opción de vida y de formación lo hicieron un personaje odiado y amado, Zum Felde se convirtió en una figura rectora de los gustos literarios hacia 1930.
El canon del Centenario
Las conmemoraciones del Centenario de la Jura de la Constitución en 1930 establecieron un canon literario, un conjunto de obras y autores y una tradición que las unía. El historiador Ariosto D. Gonzalez explicaba esta tarea en los siguientes términos: “Es necesario robustecer la conciencia nacional […] depurando y exaltando la herencia intelectual mediante el estudio de los que podríamos llamar nuestros clásicos […] Todos, cada uno según sus fuerzas y en la medida de su aptitud pueden y deben colaborar en esa cruzada.” Así lo hicieron, entre otros, Juan M. Filartigas con su Antología de narradores del Uruguay y su Mapa de la poesía 1930. Los nuevos valores del Uruguay ambos de 1930, Carlos Reyles con su Historia sintética de la literatura uruguaya (1931) y Alberto Zum Felde con los tres volúmenes del Proceso intelectual del Uruguay y crítica de su literatura (1930) publicada por la Imprenta del Partido Colorado.
Durante las primeras décadas del siglo XX la regla general de circulación en el campo literario uruguayo fue la edición de autor, los colectivos en revistas, tenues emprendimientos editoriales (Claudio García, Orsini Bertani o Barreiro y Ramos), antologías narrativas y poéticas y algunos apoyos estatales del batllismo. Si bien esto impidió la ampliación del público lector la operación de los críticos del Centenario fundó una tradición literaria nacional que fue dominante durante por lo menos tres décadas. También lo fueron las actitudes benevolentes y las cartas prólogo que los críticos hacían a los escritores para sus libros. La obra de Zum Felde es en parte producto de una reacción contra esta forma de circulación de la literatura.
Hay otro aspecto que me interesa destacar. El imaginario nacionalista del Centenario estimuló una autoimagen de un país racialmente homogéneo, en el que se negaba explícitamente la presencia indígena y negra y se promovía una apertura al aporte europeo que las leyes de inmigrantes indeseables promovidas en 1932 y 1936 rápidamente contradijeron. El Proceso intelectual…de Zum Felde constituye una tenue excepción a este ideologema del Centenario. En el primer tomo por ejemplo, en el apartado sobre la “formación colonial” hace referencia a los candombes, retomando aspectos de la representación hecha por los viajeros del siglo XVII y XVIII. Los bailes de negros aparecen como símbolos de la barbarie, calificados como “grotescos y lúgubres” y referidos a “ancestrales ritos mágicos de sus selvas”.
Pero lo más interesante es su análisis de Ildefonso Pereda Valdés que comenzaba a publicar su obra poética y ensayística en torno al aporte afro. En el tomo III del Proceso… Zum Felde aparta a Pereda de la moda francesa “snob” del africanismo: “Mas, sea cual fuere la medida en que esa moda francesa haya podido influir sobre Pereda Valdez (sic) –siempre muy en contacto literario con París– lo cierto es que sus poemas negros tienen arraigo y tradición en la propia vida nacional platense. No puede acusarse al escritor uruguayo de haber adoptado un motivo exótico; al contrario, el motivo del negro es exótico en Francia, pero aquí, en el Plata, es nativo; es tan nativo aquí como el indio o el gaucho.” (206) En los párrafos siguientes Zum Felde reflexiona sobre el aporte de “la sangre negra” a la población uruguaya, aunque la relega al medio rural y a los “elementos populares”. Asimismo refiere la obra de Pereda a los poemas negristas de Francisco Acuña de Figueroa.
Mientras otros autores celebran la homegeneidad racial en Uruguay, Zum Felde acompañaba el discurso de Pereda reconociendo el aporte de los afrodescendientes. Su perspectiva heredaba las representaciones coloniales del negro e ignoraba, tal vez por su concepción elitista de la literatura, la escritura de los afrodescendientes en periódicos decimonónicos como La Conservación (1872) y El Progresista (1873) y a los intelectuales de la comunidad que surgían por esos años. En su lugar el crítico rastreaba el “motivo” del negro en la tradición letrada blanca a la que pertenecía.
El nuevo decorado
En 1981 aparece Zum Felde, critico militante (1981) de Uruguay Cortazzo, una antología de los artículos publicados entre 1919 y 1929 en El Ideal suplemento vespertino del diario El Día. Cortazzo recuperaba la idea del crítico militante en un momento en el que la dictadura empezaba a flaquear. Pero algo empezaba a quebrarse por esos años en el mundo mientras Uruguay permanecía aislado. Los debates sobre la posmodernidad, los cambios en la noción de literatura que al pasar al análisis de la letra desjerarquizan la alta cultura letrada, la emergencia de los Estudios Culturales y otros factores podrían explicar el escaso interés por su obra crítica en la posdictadura. Si en los sesentas las pautas de su práctica crítica ya comenzaban a tambalear, hoy todo parece indicar que su obra es más una pieza de museo que una empresa recuperable y vigente.
Alejandro Gortázar
Notas
(*1) Una periodización de su obra puede encontrarse en el Prólogo a Conversando… (Biblioteca Nacional, 1969, pp. 7-12) de Arturo Sergio Visca. El libro es el resultado de cuatro entrevistas grabadas por el crítico en julio de ese año
(*2) El testimonio de Zum Felde sobre este hecho se encuentra también en Conversando…(pp. 21-23).
Este texto fue publicado en la diaria (Nº 33. Montevideo, 05/05/06, página 5) con el título “El autodidacta. La obra de Alberto Zum Felde a 30 años de su muerte”