de las carreras

El 900 es el mito fundante de la literatura nacional contemporánea. Antes de eso, nada, o casi nada. Es el verdadero origen, el verdadero comienzo. En 1950, el volumen triple que la revista uruguaya Número dedicó al cincuentenario del Ariel de José Enrique Rodó fue un acontecimiento crítico decisivo para la consolidación de ese mito. La generación del 45 examinó en profundidad a la del 900, en busca de un pasado que le sirviera de origen. Pero el 900 es la expresión local de un fenómeno que en sus inicios tuvo una aspiración continental e incluso transatlántica: el modernismo hispanoamericano.

Sin embargo, como mito fundante tuvo y tendrá varias actualizaciones. Las que vienen desarrollándose desde la posdictadura influyen de un modo decisivo en este libro de Marcos Wasem. Luego del enfoque de la generación del 45 y desde un nuevo elenco crítico, se reinterpretó aquel período con una novela, El bastardo (1997) de Carlos María Domínguez, acerca del escritor Roberto de las Carreras (algunas de sus obras están digitalizadas), que modifica la visión precedente sobre ese autor y su madre, Clara García de Zúñiga, en clave biográfica y ficcional, combinada con un importante rescate de los archivos familiares en Gualeguaychú (Entre Ríos). Casi al mismo tiempo, un conjunto heterogéneo de críticos publicó un volumen colectivo coordinado por Oscar Brando (El 900, 1999), que ya no tiene su eje en la obra de Rodó.

Nuevos puntos de vista

En los últimos años, la literatura del 900 está siendo objeto de nuevas interpretaciones. Un ejemplo a destacar es el libro de Carla Giaudrone La degeneración del 900, de 2005, que descentró el modelo heteronormativo de la generación del 45 para tratar el tema de la sexualidad (en críticos como Emir Rodríguez Monegal o Carlos Martínez Moreno) mediante una lectura de “modelos estético-sexuales” de escritores canónicos y no tanto. Es necesario aclarar que ambos críticos tomaron como modelo las relaciones heterosexuales, algo propio de la cultura dominante en su tiempo.

La novela La otra mitad (1966) de Martínez Moreno y Sexo y poesía en el 900 uruguayo (1969) de Rodríguez Monegal, dialogan y especulan sobre el asesinato de Delmira en manos de su esposo. La novela de Martínez Moreno va más allá del caso, que utiliza para meterse en el tema de la infidelidad en una pareja heterosexual de clase media. El trabajo de Giaudrone explora otras sexualidades a partir de autores canónicos y no tan trabajados como Alberto Nin Frías.

En parte continuando la línea biográfica abierta por Domínguez, aunque en un registro no ficcional, se encuentra La mejor de las fieras humanas (2010), de Aldo Mazzucchelli, publicado en el centenario de la muerte del poeta, dramaturgo y ensayista Julio Herrera y Reissig (1875-1910).

Otra tendencia en los trabajos recientes sobre aquel período es la recuperación, con alto valor documental, de autores y obras poco conocidos. En esa línea se han destacado la edición en 2001, bajo responsabilidad de Pablo Rocca, de la novela Amigos, de Roberto de las Carreras, publicada originalmente como folletín en el diario La Razón en 1894; y también la que rescató el Tratado de la imbecilidad del país de Herrera y Reissig, escrito de 1900 a 1902, cuya transcripción, edición y estudio preliminar estuvieron a cargo de Aldo Mazzucchelli, y del que conocíamos antes algunos fragmentos compilados por Carla Giaudrone y Nilo Berriel en El pudor. La cachondez (1992).

De América y el mundo

El amor libre en Montevideo, de Marcos Wasem, propone una interpretación del “anarquismo erótico” de Roberto de las Carreras que discute con las interpretaciones que lo preceden, y especialmente con la consolidada por la generación del 45. Pero el ensayo no solamente se nutre de las disputas locales, sino también de la interpretación del modernismo latinoamericano y de nuestro 900. De hecho, el texto, al que se han agregado un prólogo y la corrección de la Biblioteca Nacional, es una tesis de doctorado defendida por Wasem en noviembre de 2012 en el Centro de Graduados de la City University de Nueva York (CUNY).

Esta obra tiene como antecedente la tesis de maestría del mismo autor sobre el tratamiento de la sexualidad en el poeta argentino Néstor Perlongher (Barroso y sublime. Poética para Perlongher, Buenos Aires, Godot, 2008). Según señaló Wasem en una entrevista por correo electrónico, Perlongher “remitía al modernismo como antecedente de su propia estética y al mismo tiempo derivó políticamente hacia el anarquismo”, de modo que esto lo orientó hacia los discursos del anarquismo acerca de la sexualidad y su influencia en el modernismo.

Desde el prólogo Wasem advierte que le interesa el cruce entre estética y política. La exploración de sus hipótesis al respecto resulta uno de los aciertos de El amor libre en Montevideo…, y de él se derivan muchos más. Porque a partir de allí se ocupa de los desvíos de una norma modernista impuesta por figuras como Rodó o Rubén Darío, de la articulación del modernismo con las formas políticas del utopismo de fines del siglo XIX, y en especial con el anarquismo, de la combinación del anarquismo con la “revolución sensual” de Roberto de las Carreras, de la idea de este acerca de la soberanía del arte, y de una genealogía crítica de las interpretaciones sobre la figura y la obra de De las Carreras.

Una buena forma de entrarle a este libro es leerlo desde ese penúltimo capítulo, en el que Wasem analiza los antecedentes en la historia de la crítica literaria uruguaya, desde Alberto Zum Felde hasta hoy, respecto de la vida y la obra de Roberto de las Carreras. Tal revisión implica, a la vez, situar este libro y situarse uno mismo, como lector, en una cadena de interpretaciones sobre el 900 en Uruguay que torcieron en algo las lecturas del 45. Me refiero concretamente a la obra de Uruguay Cortazzo (Delmira Agustini: nuevas penetraciones críticas, de 1996) o la de la mencionada Carla Giaudrone. La búsqueda de Wasem transita por una senda similar cuando analiza los márgenes del 900 en sexualidades, poéticas y políticas disidentes, renuentes a la norma modernista.

Si bien el libro se publicó en nuestro país y revisa la tradición de lectura de De las Carreras por parte de la crítica uruguaya, El amor libre en Montevideo… está inserto en otras tramas institucionales y discursivas. Cuando Wasem relata el proceso de investigación que condujo a esta obra, remite a su encuentro (en el programa doctoral de la CUNY) con quien fuera luego su director de tesis, Óscar Montero, “discípulo de Ángel Rama en Princeton y uno de los pioneros de los estudios literarios concernientes a la sexualidad”. Este académico es un especialista en modernismo, autor de textos como Erotismo y representación en Julián del Casal (1993) o “Hellenism and Homophobia in José Enrique Rodó” (1997), entre otros. Además, el Centro de Graduados de la CUNY cuenta, desde la década de los 80, con un equipo interesado en el vínculo entre sexualidad y literatura y en la teoría queer, con la investigadora Eve Sedgwick a la cabeza.

Desde esta perspectiva, Wasem invierte una de las objeciones más importantes a la obra de Roberto de las Carreras: la de quienes han sostenido que su vida fue mucho más interesante, sobre todo por los escándalos en los que estuvo involucrado. Desde Zum Felde hasta no hace muchos años, esta fue la tónica que privilegió todo intento de hablar del escritor. A partir del lugar de la “pose” en la estética modernista, Wasem ve que en su personaje público, De las Carreras construyó cuidadosamente una estética de la vida, cuyas consecuencias políticas nunca fueron interpretadas seriamente. Una de las propuestas más interesantes de esta lectura que realiza Wasem es la de combinar la pose del dandy, y su modernismo disidente, con la inscripción del amor libre en el proyecto anarquista.

La otra objeción crítica habitual a De las Carreras ha remitido al valor y la calidad de su obra por sí misma, a lo que Wasem responde que eso no fue para él una preocupación: “No me interesa tanto juzgar lo bueno o malo de su literatura (algo que a esta altura se ha dejado de hacer hace tiempo, según veo) sino el fenómeno, un caso ejemplar que permite apreciar la interacción de los anarcos con el ámbito modernista”.

Por último, este libro también realiza un importante aporte documental, que ocupa un centenar de páginas, con cuatro apéndices de material edito e inédito, incluyendo una polémica con José Ingenieros en el diario La Rebelión en 1902; manuscritos previamente inéditos tomados del archivo familiar de De las Carreras, en el que aparecen fragmentos de un texto crítico sobre Delmira Agustini; y material gráfico que sirve, por ejemplo, para apoyar los análisis de Wasem sobre la “economía del derroche” que domina la publicación de su Psalmo a Venus Cavalieri en 1905.

El autor inscribe su trabajo en un movimiento general de revisión del impacto cultural del anarquismo a fines del siglo XIX. En Uruguay la investigación de Daniel Vidal sobre la obra de Florencio Sánchez en el circuito cultural anarquista montevideano (Florencio Sánchez y el anarquismo, 2010) y, en menor medida, la antología de Carlos Zubillaga sobre la poesía social del 900 (El otro 900. Poesía social uruguaya, 2000) son dos importantes antecedentes en el tema. Actualmente Wasem trabaja en el análisis comparativo de la cultura literaria anarquista del período en distintas zonas de América Latina. De ello deriva que El amor libre en Montevideo… sea no sólo una referencia ineludible para quienes quieran enfrentar la obra de Roberto de las Carreras en el futuro, sino también, y sobre todo, un análisis concreto de la compleja articulación de la autonomía estética con las pujas político-ideológicas que se dieron en el 900, lo cual constituye un aporte nada menor a la comprensión de un período mítico para muchos actores de la cultura uruguaya contemporánea.

Alejandro Gortázar

Publicado originalmente en la diaria.

3 respuestas a “Un 900, dos 900, treinta y tres 900”

  1. Avatar de literatoluisrodriguez
    literatoluisrodriguez

    Pienso que los escritores como Rodó escribían para una minoría selecta, como gran parte de los escritores de la época. Yo ,a pesar de que mis profesores(intelectuales) me pedían demostrar mi sapiencia , trataba de que el público común me entendiera y no se aburriera con palabras altisonantes e intelectuales, para así llegar a más gente.
    Es lo que pasa actualmente en los liceos uruguayos. En primer año someten a los alumnos a los textos griegos antiguos, y terminan tomándole fobia a la literatura. Entiendo que es un orden cronológico, ¡pero no se puede facilitar un poco las cosas?

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    1. Muy interesantes tus palabras, literato. Coincido en que la mayoría escriben para minorías, aunque las mayorías a veces los leen (y mucho). Tal vez Rodó no sea el mejor ejemplo, pero dentro del mismo período está también Quiroga. Lo que dice sobre el liceo es un poco así, también coincido.

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