Jesús Aparicio despertó de un coma en septiembre de 2015, luego de once años en estado de inconsciencia producto de un accidente automovilístico. Una de las primeras cosas que hizo el joven oriundo de Sevilla, España, fue preguntar por su ídolo Roger Federer. Antes del accidente, el deseo de Aparicio era conocer al tenista suizo; quería viajar a verlo a Wimbledon en 2005. Ese año Federer ganó 81 partidos y perdió solo 4. Tenía 23 años y era uno de los deportistas más importantes del mundo.
En 2015, cuando al recién despertado Jesús Aparicio le dijeron que Federer seguía jugando y que era el número 2 del mundo con 34 años, pensó que le tomaban el pelo. Pero no. Esa fue una muy buena temporada para el suizo. Ganó 11 títulos ATP, entre ellos, el Masters de Cincinnati al serbio Novak Djokovic, uno de sus grandes rivales junto al español Rafael Nadal.
Hoy, jueves 15 de septiembre de 2022, Roger Federer ha anunciado su retiro oficial del tenis. Mediante un comunicado a través de sus redes sociales, ha informado la decisión de poner fin a su carrera, debido a los problemas arrastrados por una lesión a la rodilla y después de una larga recuperación que no fue satisfactoria. Había expectación y morbo entre los seguidores del tenis y el público general. Y es que Federer provoca una atención inusitada, incluso en personas que no están familiarizadas con el tenis. El suizo había anunciado su regreso para la Laver Cup y también para jugar en el torneo de Basilea, su ciudad natal. Pero la rodilla avisó la semana pasada con una inflamación inesperada a raíz de sus entrenamientos previos al regreso. Ahora, la Laver Cup en Londres será el final y la idea de ver a Federer compitiendo en 2023 pasó de la ilusión a una quimera. ¿Qué pensará Jesús Aparicio al respecto?
En el último tiempo, me he acordado varias veces de Aparicio. La suya es una historia bastante emotiva, con tintes de película y quizás también de poesía. La escena de Aparicio preguntándole a su madre por Roger Federer, bien podría ser el inicio de alguna producción de HBO. Me imagino una serie documental que comience con una cita de un profesor que tenía en la universidad: “todo el mundo necesita un ídolo”. Estoy de acuerdo con él. Todo el mundo necesita una persona que le genere admiración, interés, que le sirva de referencia para conversar de cosas importantes y otras superficiales. No es nada raro que para Aparicio esa persona sea Federer. El tenis es un deporte que por sus características de individualidad y fuerza mental funciona como una buena metáfora para la vida diaria. Y el suizo, convertido desde hace 20 años en un deportista de números brillantes, ganador de 20 Grand Slam, es una inspiración para mucha gente, incluso en este tiempo de inactividad.
Cuando me pregunto por este fenómeno, el de una persona admirando a otra, tengo varias respuestas, pero la primera siempre es el carisma.
Carlos González Lucay, periodista chileno del diario La Tercera, entrevistó en persona a Roger Federer, en noviembre de 2019, y así recuerda ese momento: “Me llamó mucho la atención su sencillez y extrema amabilidad, siempre habló con mucho orgullo de su carrera, de sus logros y especialmente de su esposa, a quien responsabiliza del 50% de las cosas que ha hecho en su carrera. Además, es un tipo de risa fácil, por lo que se hizo muy grato conversar con él”.
¿En qué momento sucede que las figuras públicas adquieren una dimensión que va más allá de su disciplina? Intento buscar respuestas en gente como Juan Gabriel, Sofía Loren, John Cazale, Marlon Brando, Tiane Endler, Sarah Lancashire. Gente talentosa que hace bien su trabajo en sus respectivos escenarios y, obviando su belleza o no belleza, transmiten algo que nos lleva a hablar de ellas y ellos como si fueran parte de nuestro entorno cercano. Y no. No me sucede con todo el mundo.
Como periodista de vocación que creo ser, me considero un apasionado por las personas, un devoto de las historias que me llevan a conocer a gente que tiene algo que contar. Soy un confeso admirador del carisma. Esa cualidad que tienen algunas personas para prender una vela en una habitación oscura solo con la mirada. Me parece que no tiene que ver con gente bonita, con gente adinerada o con gente de buena retórica. Tampoco con el éxito. De hecho, los políticos podrían entrar con facilidad en estas categorías, pero les separa del carisma su condición natural de eternos prometedores de soluciones que nunca llegan. Por eso su efecto es efímero, aunque muchos de ellos, astutos, buscan asimilarse a la estética de actores, actrices, cantantes, deportistas. No les resulta.
Pareciera ser que en el deporte abunda el carisma, pero de conversaciones con amigas y amigos que no se fanatizan de forma particular por el tenis y el fútbol, asumo que influye mucho en esto la intuición, la química y, por supuesto, el rol de los medios de comunicación. La periodista uruguaya Patricia Pujol, autora del libro Ocho veces quiero, deportistas uruguayas miradas de perfil, lo explica de la siguiente manera: “Supongo que la adhesión de las audiencias hacia las figuras del deporte son construcciones que devienen de las propias construcciones de los acontecimientos que desarrollan los medios, esto es, la creación de narrativas sobre personas que devienen en personajes, que vinculan un discurso, una épica, una historia y, al mismo tiempo, generan la capacidad de empatizar con esa figura, admirarla, reconocerla y festejar sus logros, sentir sus pérdidas.”
Una vez, hace muchos años, me vi hablando con mi vieja sobre Roger Federer, el tenista que provocó la admiración de Jesús Aparicio y de una gran cantidad de personas más. Federer estaba la televisión y en mi casa había un silencio atento a la nota que contaba de un nuevo récord batido por un hombre que “no es guapo, pero tiene algo”, dijo mi madre. Algo así como “cara de buen tipo”, pensé yo, recordando una frase de Ricardo Darín a Gastón Pauls en la película argentina Nueve Reinas.
Esa conversación sobre Federer incluso inspiró un cuento de un libro que dediqué a mi vieja cuando falleció. Un cuento de esos donde no pasa nada y que para algunos no son cuentos sino instantes demasiado minúsculos como para tener un clímax. Al final, el tiempo me ha enseñado que cuando los nuestros ya no están, uno recuerda con gran aprecio esos momentos cotidianos y que podrían ocurrir en días demasiado normales. Mi vieja tenía ese don: era carismática en días así.
“Tengo que aprender a fingir más, y a no mostrar lo que siento, tengo que aprender a fingir más, y a pilotear lo que pienso”, canta Adrián Dárgelos en el hit Carismático de Babasónicos del disco Anoche (2005). Hubo una época en que escuché esta canción casi una vez al día, pero nunca me detuve en la letra. Una breve revisión a los comentarios de YouTube en sus videos, me confirman que no soy el único que se deja hipnotizar por la música de la banda argentina y no tanto por las letras, aunque nunca es tarde para equilibrar la balanza. A mi madre nunca le gustaron. No era perfecta.
En mi diccionario, el carisma va de la mano con la honestidad, con el defecto tolerable, con la idea de espontaneidad que muchos buscan en algunas personas y a veces no encuentran. Revisando algunos de los tantos momentos Federer de la cultura popular, he confirmado la ironía de que un ganador como él sea apreciado con fuerza incluso en sus derrotas. Wimbledon 2008 y 2019 son un buen ejemplo. No sé si todos los deportistas tienen ese poder.
La imperfección puede ser un elemento determinante para el interés escapado de la disciplina. Hay un tema de inteligencia en eso también, de astucia, de estrategia, de “pilotear lo que se piensa”. Cuando Juan Gabriel, quizás el cantante mexicano más importante de la música popular latinoamericana, responde: “dicen que lo que se ve no se pregunta, mijo” a un periodista curioso por su sexualidad, comprendo la inmensidad de su carisma mucho más allá de la música. Lo suyo en esa entrevista fue una provocación tierna y lúdica, estrategia pura.
Lo mismo me pasa cuando Sofía Loren responde con precisión a las preguntas de Joaquín Soler Serrano en el programa español A Fondo, en 1979. Qué prestancia de la actriz italiana cuando explica su sociedad creativa con Vittorio de Sica. Qué nostalgia por esa televisión setentera en que se podía conversar con relajo, sin trampas y sin egos.
Qué genialidad sería ver una entrevista de Soler Serrano a Roger Federer, en un universo paralelo. Me los imagino a los dos, en blanco y negro, en el mismo capítulo de la serie de HBO, en que Jesús Aparicio despierta del coma y le pregunta a su madre por su ídolo. También me imagino que la canción de apertura de esta serie es Carismático de Babasónicos.
En el día en que el carismático y cara de buen tipo Roger Federer ha anunciado el fin de su carrera como deportista, he pensado en el futuro. Seguro que personas como Jesús Aparicio, como yo o como tantos otros, seremos consultados algún día sobre la leyenda del tenista suizo. Yo no demoraré mucho en decir algo que pienso hace bastante tiempo. En el mejor momento de Messi y de Cristiano Ronaldo, a la gente común y corriente, aquellos que no necesariamente tienen un gran apego por los deportes, les importaban más las noticias de Roger Federer que las del futbolista argentino y el portugués. Y eso es una ironía muy grande si se considera que el fútbol es el deporte popular y el tenis uno de elite.
La ilustración es una captura de pantalla de un video de «K for Kid».