Un par de jóvenes transitan del hedonismo, la indiferencia y la desconexión con el mundo que los rodea, al autoconocimiento y madurez emocional, en un viaje que atraviesa la historia e idiosincrasia de una nación.
Luego de su prometedora irrupción en la década del 90, dirigiendo sus tres primeras películas —Sólo con tu pareja (1991), La princesita (1995) y Grandes esperanzas (1998)—, Alfonso Cuarón estrenó Y tu mamá también en 2001, plasmando no sólo su impronta profesional, sino también su capacidad intertextual en una de sus producciones más complejas desde el punto de vista narrativo.
“La vida es como la espuma, por eso hay que darse como el mar”. Con diálogos que trascienden a los interlocutores y nos hablan directamente a los espectadores, el filme transcurre entre el humor, la melancolía, su carga emotiva y una invitación constante a la reflexión. Protagonizada por Gael García Bernal, Diego Luna, Maribel Verdú, una disruptiva voz en off a cargo de Daniel Giménez Cacho cortando varias escenas en su momento de mayor tensión —al estilo Jean-Luc Godard—, y un entorno asimilado a cada pasaje de la trama, la película se transformó en una obra de culto, récord de taquilla, con más de 5 millones de entradas vendidas solo en México (Cooperativa.cl), y referente ineludible del cine mexicano contemporáneo.
La banda sonora y la cronológica estructura narrativa se tensionan con una historia que no renuncia al desorden autóctono y coloquial para preservar su aspecto identitario. Es verdad que para quienes no somos mexicanos esto supone un desafío mayor al momento de seguir el hilo conductor, pero la decisión se justifica en la autenticidad y cercanía del relato, uno entre tantos riesgos asumidos por Cuarón para hacer funcionar una propuesta que destaca por polifacética y por su amplio espectro interpretativo. La película recorre diferentes géneros cinematográficos con un argumento que fluye en varios planos. Al igual que sucede con El Principito, parte del legado dependerá del momento, del lugar, y un poco de nosotros mismos mirándonos al espejo en los arquetipos planteados.
En términos literales, sin embargo, podríamos calificar al filme como una entretenida road movie —como Eurotrip (2004) con su estética juvenil, una trama con altas cuotas de humor y mucho sexo, o Green Book (2018), y la evolución de los personajes durante el viaje—, pero con aventuras a la mexicana, centrada en dos amigos de diferentes clases sociales, en plena adolescencia, y la compañía de una atractiva mujer española, mayor y más madura.
En este punto es interesante precisar los conceptos de viaje y movimiento. Elementos propios del cine de Cuarón, trabajados de forma alegórica en su filmografía, siendo uno de sus pilares temáticos en toda su obra. Tanto el eficaz uso de planos secuencia, presente en varias de sus películas —varios recordaremos la escena del vehículo atacado en Children of men (2006)—, como la utilización del viaje como argumento en sus guiones —la propia Children of Men o Gravity (2013)—, se apoyan en la narrativa para exponer y desarrollar una conexión entre el entorno, el/los personajes y sus procesos personales.
Y tu mamá también parte de esta premisa para llevar el “viaje” en varias direcciones. Viajamos de la inexperiencia a la madurez, de lo mundano a lo espiritual, de la fantasía a lo real. La idealización de la amistad también se deconstruye. Recorremos una nación al desnudo, de lo urbano a lo rural. Un viaje a las entrañas de un país corrompido por los vestigios de su pasado y las lógicas de consumo que a principios de este siglo ya estaban latentes. ¿Qué es más obsceno? ¿Las explícitas escenas sexuales o el desigual México que se retrata? El narrador en off es muchas veces el encargado de conducirnos a este tipo de reflexiones.

Tenoch (Diego Luna), Julio (Gael García Bernal), Luisa (Maribel Verdú), y nosotros como espectadores, no fuimos los mismos después de este viaje que simboliza a la vida, y sus ciclos, a tal punto que los protagonistas parecen transitarlo como si estuvieran viviendo por primera vez. El apego al pasado, la proyección del futuro y la distancia se diluyen en una postura filosófica de guion, que trasciende la literalidad de la historia y nos llena de preguntas.
A medida que avanzan las aventuras del trío rumbo a la costa, a bordo del Dodge Dart marrón del 80, el roadtrip comienza a funcionar como un coming of age, o sea, una historia que se enfoca en el desarrollo sentimental y psicológico de los protagonistas. Emerge del relato una lección sobre los procesos personales, la fragilidad de las relaciones humanas, y la importancia de vivir el momento.
La madurez es tratada como un viaje que debe transitarse en varios planos. Desde la sexualidad, la honestidad, la hipocresía presente en “El manifiesto de los Charolastras”, y la verdad saliendo a la luz en todas sus formas, hasta las revelaciones finales, hay una progresión emocional, todo fluye y todo cambia. Las posibilidades interpretativas proliferan en varias direcciones.
Y tu mamá también expone, en paralelo, un trozo de realidad sobre el patriarcado, denuncia la vulnerabilidad y el papel de las mujeres en la comunidad. Y así, se transforma también en una crítica social explícita y militante. Sobre todo, cuando atendemos las referencias políticas familiares de los personajes y la corrupción presentada como resultado de una nociva coyuntura nacional, histórica e institucionalizada. Luisa, una cautivante española y musa inspiradora de Tenoch y Julio —la diversidad y tensión cultural plasmada en un nombre relacionado a los pueblos originarios y otro a la conquista— pone en manifiesto el deseo en ambos, y en una lectura simbólica, aparece la representación de ese propio deseo atravesando las distintas las capas sociales, realidades y orígenes. Historia y presente, colonización y capitalismo.
En esa antítesis marcada por los dos jóvenes, el entorno y una cuidada elección en los apellidos de los diferentes personajes —Zapata, Iturbide, Carranza, Cortés—, la crítica se expande. Del viaje histórico de México como nación, a la actualidad, y el deseo como factor sentimental de un sistema económico insolvente. La lógica de mercado representada en la competencia de los protagonistas. España como metáfora de poder y lujuria, del pasado y una etapa que perece. Un país que debe tomar las riendas de su futuro.
Luego de la reveladora y cautivante escena de la rockola al ritmo de “Si no te hubieras ido” de Marco Antonio Solís, con otro memorable plano secuencia de Cuarón dejando una mirada a cámara en primer plano de Maribel Verdú que nos interpela, como corolario final, la película muestra todas sus cartas y avanza hacia su inesperado desenlace. Una mezcla de realidad relativa, crítica y expresión de deseo. El fin de la inocencia, la madurez necesaria, ¿el fin de una época?, la anhelada búsqueda de libertad de los personajes, y la vida que transcurre. Dos jóvenes y una nación.