Sobre la hoja, en un rincón, en ese espacio minúsculo que ocupa un cuerpo escribiendo, no se precisa mucho. Ese espacio que se rellena únicamente con ese cuerpo movido por un deseo. Deseo que solo está dentro suyo, y para canalizarlo entiende que escribir es la mejor forma de darlo a conocer. Entre el pulso y la escritura, hay una decisión –no siempre consciente–, que va gestando un compilado de hojas que esconden un secreto, que apenas se devela para el lector en un título. La decisión de las palabras que el escritor coloca en la tapa de su libro, va a ser sólo el hilo de una cometa que el lector tiene que desear agarrar para descubrir qué forma tiene, y qué está sosteniendo entre sus manos.
¿Qué tienen en común un periodista con un escritor de ficción? Muchos periodistas, escritores y escritoras se han ocupado de diferenciarla de la no-ficción. Sin embargo, ambas necesitan contemplar al lector, ya que como aconsejó Gabriel García Márquez en uno de sus textos sobre periodismo narrativo, “es más fácil atrapar un conejo que a un lector”. Para conseguirlo, una de las claves está en “la humildad”, opinó Roberto López Belloso. Por lo tanto, el periodista deberá tomar estrategias de la ficción, y los novelistas utilizar herramientas de no ficción para lograrlo.
García Márquez escribió que el periodismo es un género literario “con los pies puestos sobre la tierra”, y que la literatura habilita la “evasión”. Sin embargo la formación como periodista funciona como un “cable que te retiene al suelo” por lo que él afirmó que se consideraba a sí mismo: “un escritor con los pies en la tierra y un periodista capaz de volarse”. Quizás ahí esté la clave donde se pueden unir esas dos dimensiones.
López Belloso señaló que uno de los elementos comunes entre ficción y no ficción es “la búsqueda de estrategias para atrapar al lector”, y que más allá de la relevancia del tema, si no se logra mantenerlo atrapado, el texto pierde sentido.
En la misma línea, el periodista y escritor Leonardo Haberkorn, aseguró que en la no ficción la estética y la escritura atractiva son esenciales para que la gente se enganche con la historia. Además, destacó el periodismo norteamericano por su capacidad de tomar recursos y herramientas de la literatura.
Detrás de la tinta
Se habla de estética, de encuadre, de orden, de caos. Pero en el medio, habita el silencio solitario de un cuerpo humano que pretende encontrar o decir algo. Una información que se satura, o una mente bloqueada. Hojas empachadas de palabras, dedos tecleando sin parar, manos en pausa y expectantes, que en una búsqueda por saciarse vuelven a quien escribe esclavo del tintineo del cursor y de la palidez del bloqueo. Al final siempre hay un escritor o una escritora, que tiene de cómplice y también de enemigo al silencio. O, como dijo García Márquez: “Nadie te puede ayudar a escribir lo que estás escribiendo. Ahí estás completamente solo, indefenso, como un náufrago en la mitad del mar”.
Al ser entrevistado, el periodista, poeta y director de Le Monde diplomatique, Roberto López Belloso, dijo que durante décadas el “pacto de objetividad” rigió al periodismo, hasta que se reconoció la influencia de quien escribe. Señaló que también los periodistas son “presa” de sus limitaciones y capacidades, y que hay que tener en cuenta que cada uno tiene su propia sensibilidad y postura. Aceptarlo permitió la “sinceridad del periodismo como cuerpo”, donde la objetividad se entiende como un “pacto ficticio” entre el lector y el investigador.
Según Belloso, al enfrentarse a la idea de que la objetividad estaba atravesada por su propia perspectiva, tomaron de la ficción las herramientas que podían complementar al periodismo, sin perder su esencia. Y sostuvo que el concepto de “realidad” evolucionó tras el positivismo y la Revolución Francesa, distanciándose del pacto medieval. A su vez, aseguró que la verdad en el periodismo siempre es una construcción acumulativa, basada en fuentes verificables, y que requiere una postura de humildad, ya que la experiencia demuestra que es inalcanzable en su totalidad.
Además, dijo que la ficción ha enfrentado una crisis al romper con la idea del autor como “semidiós” y reconocer que para construir mundos ficticios también se requiere investigación. El periodista reveló que en la actualidad existe “una búsqueda para usar caminos del otro para beneficio del universo propio”.
López Belloso mencionó que el simple hecho de ponerte a escribir un libro implica un “acto de soberbia”, que en el proceso de escritura disminuye porque el escritor se da cuenta de la necesidad de establecer límites frente a un tema de gran amplitud. El siguiente paso luego de comenzar a escribir es la necesidad de poner un punto final, esto también implica decidir cuándo se termina la investigación. Y el tercero implica elegir la versión final.
Sólo por preguntar
—¿Qué mueve a los novelistas y a los periodistas a escribir e investigar una historia?
— La curiosidad por encima de todo— respondió sin titubear López Belloso—la curiosidad sólo se canaliza indagando.
En octubre, la Feria Internacional del Libro de Montevideo reunió a escritores y periodistas nacionales e internacionales. En ese contexto se presentaron dos charlas centradas en los procesos de escritura de las publicaciones de ficción con Virginia Anderson, Yanina Vidal y Tamara Silva Bernaschina; y sobre libros de periodismo de investigación de Fernanda Kosak, Leonardo Haberkorn y Roberto López Belloso.
Aunque las obras pertenecen a géneros diferentes, tanto periodistas como novelistas comparten un motor similar: la curiosidad, el capricho y la obsesión por profundizar en una verdad. López Belloso destacó que aunque la curiosidad mueve a ambos géneros, al narrador de ficción lo impulsa la necesidad de escribir “el libro que quiere leer”, mientras que el periodista va tras una realidad inabarcable, repleta de obstáculos externos. La obsesión y el deseo incontrolable, definidos por él como “tozudez”, también juegan un rol clave. “La vida real te pone obstáculos, y a veces es tu propia incapacidad la que te obstaculiza. Para eso la tozudez está siempre”, afirmó.
Para las escritoras de ficción, esa obsesión está ligada al deseo de llenar vacíos o dar voz a lo no dicho. Yanina Vidal, autora de Niñas vírgenes, explicó cómo la “oscuridad” familiar fue una obsesión que la llevó a explorar lo generacional en su novela. Por su parte, Virginia Anderson, autora de la novela de autoficción Contrato familiar, detalló su impulso por descubrir a su abuela, desconocida para ella. Ambas usaron la escritura para indagar en los silencios y vacíos familiares, impulsadas por ese “capricho de plasmar” y de arrancarle respuestas a un pasado inconcluso. “Somos residuo de generaciones pasadas, de historias de lo aprendido, de lo guardado, de lo silenciado”, manifestó Vidal y agregó que es a través de las generaciones que se “tejen teléfonos descompuestos”.
Así, aunque con enfoques y herramientas distintas, la curiosidad y la obsesión se presentan como hilos conductores que acercan a los autores de ficción y no ficción en su empeño por investigar y dar forma a historias. Además en ambos casos quien escribe e investiga, atraviesa durante el proceso de escritura alguna instancia de “pánico”, según dijo Haberkorn, y reveló que para él es “uno de los peores momentos”. O en el caso de la novelista Anderson, una sensación de desorientación, que se atraviesa al avanzar en la escritura.
También está lo que se conoce como bloqueo, antes de empezar a escribir y enfrentarse a la página en blanco, a veces aparece antes de comenzar a escribir y según López Belloso se vuelve necesario “romper la página en blanco”, para evitar correr el riesgo de que no pase nada.
Anderson destacó que lo que la mantiene escribiendo es que vive la escritura como una “necesidad”, que al mismo tiempo le permite “surfear” el destino de otra forma. Sobre el momento de publicación relató que aparece como un intento por “empatizar” con el lector y sentirse “menos sola” frente a su propia historia: “sacar a la luz y decir, es humano”, concluyó.
Libertad o pacto: donde (no) se tocan
López Belloso destacó que tanto en los libros como en la prensa, el periodismo está regido por pactos, mientras que la ficción es libre de ellos. La novela, según él, debe permitir al lector sumergirse sin cuestionar la veracidad de lo narrado: sólo tiene que “zambullirse de manera completamente naif ante el mundo que le inventó el autor, y sólo deberá importarle sufrir o disfrutar de la historia”. En contraste, el pacto básico del periodismo es que todo lo contado ha sucedido realmente. El periodista hizo una analogía entre el oficio periodístico y el de un fotógrafo: “el mundo es enorme, y elegimos a qué parte de ese mundo vamos a mirar por la mirilla de la cámara”, sin perder de vista que todo va a pasar por un tamiz, teniendo en cuenta que va a estar empapado por los prejuicios del propio investigador.
El escritor Mario Vargas Llosa declaró en una entrevista en el Festival de no ficción Basado en hechos reales que “el periodista no tendría derecho a mentir”, mientras que el escritor tiene derecho a hacerlo. Según él, en el periodismo prevalece el deber por la búsqueda de la verdad; y para el escritor, la ficción permite verdades que solo la literatura alcanza.
Fernanda Kosak, periodista y autora del libro de periodismo de investigación La mansión del sexo, explicó que la realidad es desordenada y el oficio del periodista es ordenar esa información. Además, defendió que el periodismo debe centrarse en la verdad, no en la ostentación.
En el caso de las novelistas apareció la idea de que una vez publicado, el lector también construye su propia verdad. Tamara Silva Bernaschina, escritora y autora de tres libros de ficción, expuso que a través de los lectores descubre elementos que no aparecieron de forma intencional en la escritura. Hay una especie de libre albedrío que permite a la escritora soltar su texto para que otros lo transformen, que se puede vincular con la idea que planteó López Belloso sobre la mirada ingenua de quien lee y se zambulle en esa historia de una manera más emocional.
Vargas Llosa expresó durante la entrevista, que la literatura se alimenta de todo lo ocurre en la vida, especialmente de lo que anda mal. En esta misma línea, las escritoras Anderson y Vidal, expresaron que buscan en la escritura un refugio y hacerse un “colchón ante la vida” o una especie de canal para acercarse a la espiritualidad.
López Belloso concluyó que en el periodismo se puede utilizar la literatura como un insumo, o una herramienta, sin abusar de ella. Para ejemplificar, comparó entre el hecho de comprar un auto por mera practicidad que solucione necesidades funcionales o comprar un Mercedes Benz descapotable, eso ya sería “ostentar”. Sin embargo, confesó que “en última instancia todo es cuestión de talento”.
Entonces, ¿quién es el conejo que hay que atrapar?, me pregunto. García Márquez diría que el lector, pero yo le preguntaría si no es el escritor que hay que retener, que es quien se sienta en una silla por horas, días y hasta meses. El mismo que confía en el tema, que lo entiende tanto o más importante que cualquier otra cosa a pesar de pueda llegar a enfrentarse al pánico o cualquiera de esos estados que nombraron los y las escritoras.
Sin embargo, podríamos pensar en el conejo de Alicia en el país de las maravillas, un conejo que simboliza el tiempo, que corre detrás de él. Eso pasa muchas veces con los periodistas, corren detrás de un tema intentando que no se les escape. O las escritoras que llevadas por un deseo, o por una idea, tienen que dejar todo para darle espacio a esas palabras que piden ser escritas.
Y en el fondo, y al final de todo, me pregunto, qué valdrá más la pena: si atrapar al lector o entender que si existe el deseo, hay que hacer todo, menos dejarlo ir.









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