
El poeta Carlos Germán Belli (Lima, 1927) es parco para hablar, se toma su tiempo para eligir bien cada palabra que utiliza. Con la misma precisión y cuidado construyó su obra poética, reconocida en todo el mundo, en la que combina el “cultivo” de formas poéticas tradicionales (sextina, balada, villanela, entre otras) y una mirada crítica sobre la realidad contemporánea. Belli estuvo en Montevideo en octubre de 2006 en el evento “La poesía vale un Perú” (1ª Bienal Metropolitana de poesía / II Festival Internacional de Poesía). Además de leer su obra en Montevideo y Canelones, Carlos Germán Belli participó en las “Jornadas críticas internacionales sobre poesía peruana” (incluídas en las actividades de “La poesía vale un Perú”) con una ponencia sobre el desarrollo del surrealismo en la literatura peruana.
¿Primera vez en Montevideo?
Es la primera vez que vengo. Después de una espera muy larga. Siempre he querido venir. En años anteriores solía viajar a Buenos Aires pero nunca pude llegar acá. Era una obsesión que tenía con visitar esta ciudad para mí mítica desde el punto de vista literario, por ser cuna de Julio Herrera y Reissig y por el hecho curioso, singular, de ser cuna también de tres grandes poetas franceses, tres grandes escritores: Lautréamont, Laforgue y Supervielle.
Hay dos libros suyos publicados por editoriales uruguayas con veinte años de diferencia: el primero El pie sobre el cuello (Alfa, 1967) y luego Más que señora humana (Ediciones de Uno, 1987) ¿Cómo se estableció esta conexión montevideana?
El pie sobre el cuello era una suerte de obra completa en ese momento, un libro pequeño. Era todo lo que había escrito en aquel entonces, lo reuní y salió a luz en 1967 en Alfa. El editor era Benito Milla, creo que de origen español. Tuve contacto con él. No sé cuál fue el punto inicial de nuestra amistad con Milla, creo que fue Rodríguez Monegal que llegó a Lima pero bueno…se concretó este libro. En el 87 fue ediciones Uno. He tenido esta suerte de tener este nexo montevideano aunque nunca había llegado a estos lares.
¿Cómo describiría su discurso poético?
Creo que es una conjunción de tradición y modernidad, lo digo en términos simplistas. Por un lado mi vivencia de hombre contemporáneo, de hombre del siglo XX y ahora, por suerte, del siglo XXI. Ese sería el lado de la modernidad. Y por otro la estructura en sí, que es la estructura poética ligada a la tradición antigua, los metros, las formas estróficas, distintas composiciones poéticas como la sextina, villanela, la balada que es lo antiguo. En suma creo que he tratado siempre de expresar mis vivencias como una suerte de catarsis, usando la escritura como una catarsis y cultivar las expresiones antiguas que siempre me han encandilado.
¿Cómo percibía la literatura peruana cuando publica por primera vez en 1958?
En realidad publiqué un poco tarde, comencé a escribir en el colegio cuando estaba en tercero o cuarto de educación media y me demoré algunos años en concretar mi primer poemario. En ese momento ya estábamos bajo este emporio, encandilamiento, goce de los grandes poetas nuestros. Ese reconocimiento que ya había en torno a (César) Vallejo a nivel internacional, esa devoción interna que siempre ha habido por (José María) Eguren que era uno de nuestros fundadores. Y luego ha surgido la llamada “generación del 50” con una serie de expresiones de diversa índole que ha tenido mucho predicamento entre nosotros. Y en el campo narrativo la aparición de Mario Vargas Llosa.
Qué es lo que ud. seleccionaba de esa tradición, que autores le interesaban / interesan
Siempre pienso en nuestra Amarilis, una poetisa anónima peruana de la Colonia, nacida en el Perú profundo, en la ciudad de Huánuco que se carteaba con Lope de Vega, un intercambio epistolario amatorio, platónico. Y luego más adelante el modernismo, pienso siempre en los modernistas peruanos Manuel González Prada, que es una suerte de precursor del modernismo, que viene del parnaso francés y en nuestro Eguren a quién ya he mencionado. Y luego la vanguardia evidentemente. Tenemos la suerte de que siempre hemos estado presentes en puntos clave de las letras hispanoamericanas, hemos tenido modernistas, hemos tenido la vanguardia…Vallejo con Trilce y Poemas humanos o Carlos Oquendo de Amat autor de un pequeño librito titulado 5 metros de poemas. Él es un poeta panvanguardista. En su pequeño libro, los dos o tres poemas adicionales, cultivó todas las corrientes de vanguardia: fue surrealista, fue poeta fónico, fue poeta visual. Y luego hemos seguido cultivando siempre, hemos tratado de recoger esa posta que viene desde nuestra Amarilis.
El 2006 fue un año de conmemoraciones poéticas en Montevideo y Buenos Aires…se cumplieron los 50 años de dos libros fundamentales: Poemas de la oficina de Mario Bendetti y Violín y otras cuestiones de Juan Gelman. Tengo entendido que sucedió algo similar en Perú con la “generación del 50” ¿Cómo se siente eso?
Me siento complacido de formar parte de una hornada muy prolífica, muy significativa entre nosotros. Siempre hay reconocimiento. Ahora yo estoy hablando a nivel peruano. De acuerdo a lo que estás trayendo a colación, en efecto, somos una generación ya a nivel regional prolífica e importante que no debo decirlo yo, lo dicen los críticos. Estoy sumamente complacido de ser coetáneo de Gelman, de Benedetti, en Chile de Enrique Lihn, Pedro Lastra, estoy hablando generacionalmente, en Venezuela (Juan) Sánchez Peláez…
¿Qué lugar ocupa en la poesía española en su discurso?
Siempre está presente, siempre hemos estado ligados como todos los hispanoamericanos, ligados al cordón umbilical idiomático. De mi generación Washington Delgado también estuvo bajo la influencia de la generación del 27 española. Alejandro Romualdo también ligado siempre a los poetas españoles. Siempre había un interés, ese interés lo hemos compartido con autores de otras literaturas: los modernistas inclinados a los parnasianos, la vanguardia con los surrealistas, pongámos César Moro que es un poeta también posterior a Vallejo, participó del movimiento internacional del surrealismo, escribió en francés y era un poeta militante surrealista así que los intereses han estado en todas las literaturas.
En el 2000 publicó en Chile En las hospitalarias estrofas en el que trabaja con la balada a partir del poeta francés Villón ¿Cómo surge su interés por el poeta y la balada?
Es un interés un poco antiguo en mi por las composiciones de forma cerrada, verbigracia, la sextina, la villanela que las cultivé años atrás. Y finalmente como consciencia de la balada medieval de Villon. Eso ha sido en los últimos años, era como completar mi periplo por las formas linajudas de occidente. ¿Cómo llego a eso? Yo creo que es un ejercicio poético, estilístico, cumpliendo un afán de tratar de dominar las armas difíciles. Ahora en el fondo de todo este afán estilístico no es una erudición, no es cuestión de museología literaria, sino una cosa más viseral, más profunda, tratar de superar carencias como hablante. Puede ser una idea falsa, o una idea verdadera, no sé, pero es lo que me ha impulsado a cultivar esas formas, las composiciones de forma cerrada y en general ahondarnos en la tradición mundial, la tradición antigua. Soy un hablante un poco indeciso tanto a nivel de la hoja en blanco como en la expresión oral. Enhorabuena que me ocurra porque he tratado de meterme en cosas peleagudas: la sextina, la balada…
En las Jornadas académicas leyó una ponencia sobre el surrealismo en Perú…¿podría resumirme el contenido?
El surrealismo ha estado o está presente en el campo poético y hoy en el campo de la pintura en el Perú. Yo antes mencioné a (César) Moro que es la figura más característica de esta impronta por su participación en el movimiento. Al lado de él está Wesphalen que es otro poeta muy importante para nosotros, es de la generación del 30 aunque él siempre rechazaba que se le considerara surrealista, pero, en el fondo su escritura es surrealista, una suerte de automatismo ponderado. Está Xavier Abril también, un poeta que vivió acá. Está Oquendo Amat. Es una presencia importante en las letras peruanas, tan importante como la presencia del surrealismo en Argentina (Aldo Pellegrini, Enrique Molina), en Chile el grupo Mandrágora (Braulio Arenas). Y ahora esta presencia surrealista se prolonga en pintores. Creo que ya que el surrealismo está presente en Gerardo Chávez y en (Carlos) Revilla, dos pintores contemporáneos. Y hay poetas con lenguaje parasurrealista, como Javier Sologuren, un hombre de mi generación. Él también tiene esta impronta mezclada con otras corrientes, otras estéticas. A él se le considera como un escritor parasurrealista. Entonces es un movimiento muy importante para nosotros, tan importante como lo fue en el pasado el modernismo.
En 1960 publica un texto con el título “¡Oh hada cibernética!” Luego en 1961 publica un libro con ese título ¿Cómo surge la idea?
Vuelvo a la cosa simplista. Está ligada a mi experiencia vital. Trabajaba en dos sitios, en el Senado y como traductor de agencias noticiosas y quería escribir. Le hablo de los sesenta, era un muchacho y en medio de mi desesperación el azar fue bondadoso conmigo y me lleva a descubrir la palabra cibernética en un cable periodístico que mencionaba la revolución laboral que había en Inglaterra, los problemas que había. Entonces hablaban de cibernética y traté de investigar un poco. Y vi en el diccionario lo que era la cibernética. Eso se aunó con mi devoción por lo sobrenatural, de ahí viene la referencia al Hada, y ahí comencé a escribir algunos poemas en torno a la cibernética. Fue un poco el azar y mucho mis problemas laborales de aquel entonces.
Alejandro Gortázar
“La otra generación del 50” [Entrevista a Carlos Germán Belli] la diaria Nº 149. Montevideo, 18/10/06: 5.