La Colección Lectores de Banda Oriental fue creada por Heber Raviolo entre agosto y setiembre de 1978. Desde hace 30 años Ediciones de la Banda Oriental publicó más de 360 títulos y los vendió por suscripción (como la diaria) a un público que fluctuó entre los 3mil y 4 mil lectores. A esta altura es posible que no haya bibliotecas (públicas o privadas) formadas en las últimas tres décadas en Uruguay, que no tengan al menos un libro de la colección Lectores. La suscripción consiste en un libro por mes a un precio razonable, que actualmente es de 90 pesos. La historia de esta colección, de la editorial y de Heber Raviolo, están imbricadas y eso se nota cuando Raviolo la(s) cuenta.
Mantener una relación de 30 años con un número tan grande de lectores no fue ni es tarea fácil: “Siempre se borra gente. La colección es un libro por mes que no lo elige el suscriptor, es decir, tenés que pensar muy bien lo que metés para que la gente quede mayoritariamente conforme. Por supuesto que siempre va a haber algún libro que a alguien no le va a gustar. Así como hay gente que se borra hay gente que se suscribe y hay una buena cantidad que para sorpresa nuestra sigue siendo socio prácticamente desde el número uno todavía”. Alcides Abella, actual director de la editorial, dijo que ese grupo fiel a la colección anda por las 150 personas. El sistema de suscripción es el mismo desde 1978: “es un libro que se entrega en la casa o en el trabajo y se cobra al momento de entregarlo, es decir que no hay cuota, simplemente el socio el suscriptor recibe el libro y lo paga.” Esta cercanía con el lector hace que algunas de sus demandas lleguen a la editorial: “Siempre comentan. De alguna manera es un déficit nuestro no haber hecho un seguimiento. Siempre nos llegan comentarios de la gente que entrega libros. Ahora empezamos a dejar, por ejemplo, algunos libros de tema histórico…la gente está acostumbrada a que sea narrativa. Al principio pensamos en algo un poco más amplio que mezclara poesía, historia, pero después prácticamente se ha convertido en una colección de narradores. Con alguna excepción, pero muy puntual.” Raviolo menciona el segundo libro de la colección Tiempo y tiempo de Liber Falco y las Milongas de Washington Benavides.
Un poco de historia
En agosto de 1976 el Club del libro de Radio Sarandí comenzó a publicar un libro por mes. Eran unos libros pequeños, de tapas negras, que todavía pueden verse en la Feria y en las librerías de Tristán Narvaja. El Club fue creado por la audiencia de Discodromo, el programa de Ruben Castillo en Radio Sarandí. Dos años después surgió Lectores de Banda Oriental: “En realidad surgió en un momento complicado para la editorial en particular y para el libro y para la literatura en general…en plena dictadura, en el año 78, sacamos como se acostumbraba dos libros juntos al precio de uno. Uno fue Celín, una novelita corta de Benito Pérez Galdós, poco conocida, y el número dos fue Tiempo y tiempo de Líber Falco.” Raviolo recuerda la experiencia de Discodromo, e incluso comenta que conversó con Castillo para trabajar en conjunto, pero la iniciativa no prosperó.
La primera dificultad era conquistar un público que sirviera de base para sostener el proyecto: “El asunto era como instrumentar eso. Teníamos que tener un piso inicial de 2000 lectores porque sino era muy difícil dado que la idea era vender un libro a precio popular, a precio muy accesible y bueno… ahí fue que nos vino de perillas nuestra relación con Milton Schinca, del cual habíamos sacado Boulevar Sarandí a esa altura y que tenía una audición muy escuchada en CX 30 Radio Nacional, la radio de Germán Araujo”. A través de un convenio con Milton Schinca la editorial logró que su propuesta se difundiera en su programa radial: “en la audición que él tenía todas la mañanas en esa radio empezó a promover la colección e incluso se hacían socios en la radio, por teléfono.” Además algunos amigos y escritores de la editorial dieron una mano. El número de lectores se consiguió rápidamente, comenta Raviolo, y Lectores se puso a trabajar: “La idea era tener como colaboradores a gente que incluso por razones políticas ya estaba fuera de circulación o que había perdido su trabajo en secundaria o en primaria”. La colección tuvo sus momentos “bravos” que implicaron cambios de formato, reducción de páginas, “los años finales de la dictadura, sobre todo después de la ruptura de la “tablita” como se dice, a fines del 82, en plena crisis económica, ahí durante algunos años la situación se hizo complicada y tuvimos que, manteniendo siempre el precio accesible, bajar el número de páginas.” Cuando Raviolo cuenta la historia de la editorial se entremezclan la situación económica, las crisis, pero fundamentalmente su impacto sobre los libros: “Después fuimos subiendo el número de páginas lentamente y desde antes de la crisis del 2000, pudimos aumentar devuelta y volver a lo que era las ediciones iniciales en cuanto al número de páginas”.
Un canon (muy) personal
Si uno ojea el catálogo de títulos publicados por Lectores puede hacerse una idea de los heterogéneos gustos de Heber Raviolo en cuanto a literatura. Y no digo esto en sentido figurado, dado que es el propio Raviolo el que decidió siempre qué es lo que va a publicarse partiendo, como dice, de una “premisa” bastante clara: es mejor equivocarse solo. Aunque luego reconoce: “Eso no quiere decir que yo sea autárquico totalmente, siempre he consultado, es más, he pedido a gente de confianza que me sugiera títulos, tengo que agradecer a Washington Benavídes, Alejandro Paternain en una época, a Elbio Rodríguez Barilari en otra, a Pablo Rocca en otra…que siempre están sugiriéndome títulos, y a veces se agarran grandes calenturas porque los leo y les digo “no mirá, esto está bien, es una obra…” Porque el asunto es que se trata de una obra que sea de calidad literaria pero que al mismo tiempo sea tolerable para un público de 3 mil lectores, que no son especialistas…” La colección se caracteriza por cierto eclecticismo, que consiste en la mezcla deliverada de escritores de todas partes del mundo con estéticas e intereses muy diferentes. Entre los más de 360 títulos publicados en la colección es posible encontrar clásicos de la literatura universal (Gogol, Chejov, Tolstoi, Guy de Maupassant, Stendhal, Balzac, Stevenson, Conan Doyle, Jack London, Kafka, Scott Fitzgerald, Henry James, James Joyce), narradores latinoamericanos clásicos y los todavía encontrables “Panoramas” de diferentes literaturas nacionales (chilena, mexicana, costarricense, paraguaya y más).
Al mismo tiempo ha contribuido a la difusión de escritores uruguayos pasados y presentes (Felisberto Hernández, Héctor Galmés, Levrero, Mario Delgado Aparaín, Tomás de Mattos, Alejandro Paternain, Milton Fornaro, Carlos María Domínguez, Henry Trujillo, por nombrar algunos), rescatando en particular una zona de la producción local denominada “criollista” “nativa” o simplemente de tema rural (están allí Javier de Viana, Santiago Dossetti, Morosoli, Julio C. da Rosa, Yamandú Rodríguez). Un capítulo aparte merece el interés de la editorial por la literatura brasileña que también se hace notar en el catálogo de Lectores. Fueron publicados autores canónicos de la literatura brasileña como Machado de Assis, Lima Barreto, Murilo Rubiao) y autores contemporáneos como el riograndense Tabajara Ruas. La colección se nutre también del premio “Narradores de la Banda Oriental” que organiza la editorial junto la Fundación Lolita Rubial y la Intendencia de Lavalleja que ya lleva 15 ediciones. Para citar un ejemplo la primera mención del concurso de 1993 fue Torquator de HenryTrujillo. Pero otros libros exitosos desde el punto de vista comercial fueron publicados por primera vez en la colección como Casa de papel de Carlos María Domínguez, ¡Bernabé, Bernabé! de Tomás de Mattos (que ya lleva 20 mil ejemplares vendidos) o La balada de Johny Sosa de Mario Delgado Aparaín.
Publicar en dictadura
El contexto cultural en el que apareció la colección, plena dictadura, significó una experiencia singular. Raviolo recuerda que en la dictadura cívico-militar “no hubo una censura previa, como se dio en otras épocas o en otros países, vos no tenías que…que se presentara el libro, tampoco hubo una censura previa a la prensa, vos tenías que arriesgarte y tener idea de hasta donde te podías arriesgar sin que te clausuraran”. Lo cual generaba por supuesto situaciones incómodas: “llegaban inspecciones sí, derrepente llegaba listas de autores que no se podían publicar, a veces las listas eran simplemente verbales, era una cosa muy informal todo, nunca hubo una resolución oficial y había dos o tres personas de investigaciones que recorrían las editoriales, miraban los catálogos, cuando desconfiaban de algún libro te lo pedían”. Y también situaciones límite que la editorial pudo sortear con alguna ayuda: “estuvimos a punto de tener un problema, pero pudimos cambiarlo gracias a los buenos oficios, y lo digo porque creo que hay que decirlo, de una persona que no era estrictamente de izquierda, pero que era un ser realmente excepcional, como personalidad y como ser humano, que era Washington Reyes Abadie. Parecía que se nos venía una investigación por un libro que sacamos sobre el guerrillero guatelmateco Turcios Lima”. Salvo este episodio, que no está vinculado a la colección, Raviolo hace mención a la autocensura, que a veces operaba sobre sus elecciones: “Siempre estaba mirando, me acuerdo que cuando saqué uno de los primeros títulos, una colección de cuentos de Guy de Maupassant, dudé. Hay dos o tres cuentos que los personajes son militares y en algunos quedan bastante mal parados. Al final me resolví a publicarlos y por suerte no pasó nada…posiblemente ni los hayan leído esos títulos…pero vos tenían esa duda siempre de hasta donde podías llegar. Desde ese punto de vista estuvimos siempre ahí, mal mirados pero como tolerados.” Una forma de la tolerancia bastante rara: “Eso se veía en la Feria del Libros y Grabados de Nancy [Bacelo] también cuando recorrían la feria, recuerdo que uno de ellos en uno de esos recorridos venía con un compañero nuevo y cuando paso por el “stand” de Banda le dijo: “no, no les des bola, estos son unos enfermos”. Raviolo se ríe. Y la verdad es que es para reírse.
Una Banda de orientales
Este año Raviolo recibió una distinción de la Academia Nacional de Letras por su contribución a la difusión del libro. En esa oportunidad mencionó al grupo inicial que conformó la editorial en 1961. Algunos de ellos son Carlos de Mattos, Mariano Arana, Mario Palanzardi, Lázaro Lizarriaga, Abascans, Horacio Añon, Silvia Rodríguez Villamil. Otros que finalmente no entraron como Eduardo Panizza, Waldemar López y Gabriel Saad, y otros que se incorporaron más adelante como Isabelino y Alcídes Abella. Eran “un grupo de amigos” como recuerda Raviolo, “vinculados sobre todo a la Facultad de Arquitectura, algunos como estudiantes que después se recibieron de arquitectos y en mi caso como funcionario, trabajaba en el Instituto de Urbanismo”.

Con algunos de ellos Raviolo había participado en otra experiencia: la revista Tribuna Universitaria publicada por la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU): “Ahí habíamos estado en su consejo de redacción durante algunos números y cuando dejamos de sacarla por discrepancias internas de esas que siempre se producen en un organismo como al FEUU, en cuanto a la orientación que podía tener la revista, pensamos en sacar una editorial.” El mercado, según Raviolo, era favorable: “las editoriales clásicas o habían dejado de existir o estaban como hibernando, en decadencia, como podía ser Barreiro y Ramos, Claudio García, El Siglo Ilustrado, las que subsistían…y al mismo tiempo se notaba como una efervescencia, el año antes había aparecido la editorial Alfa, que dirigía Benito Milla, un español exiliado en el Uruguay.
Ese año (1961) nosotros creamos Banda Oriental y al año siguiente se creó Arca.” Esto se combinó con una situación de “efervesencia” en el campo intelectual y literario, que algunos llaman generación del 45 o generación crítica: “había un interés marcadísimo por todo lo nacional, además no había como leer cosas sobre el Uruguay, salvo títulos muy puntuales, hoy en día querés estudiar cualquier tema y tenés docenas de publicaciones. En aquella época practicamente no había nada, no había salvo algunos títulos muy específicos en Historia…después prácticamente estabas desnudo…fue un momento que hubo una gran efervescencia de mesas redondas por ejemplo sobre determinados temas, empezaban a sonar nombres como los de José Claudio Williman (h.), Enrique Iglesias, Carlos Martínez Moreno, Ares Pons, Alberto Methol Ferré, todos en torno al mismo tema, es decir, la situación de Uruguay, la “problemática nacional” como se decía, cuál era la viabilidad del Uruguay, todo eso.
La editorial se encaró de esa manera, por un lado pensando en la publicación de ese tipo de estudios y además tratando de reflotar autores clásicos de la literatura uruguaya que estaban casi ignorados, para citar dos: Morosoli y Javier de Viana. De manera que todo eso permitió el surgimiento, que fue lo que dió lugar a lo que se llamó el boom editorial de los años 60.” Eso explica que el primer libro de la editorial fuera un ensayo de Eliseo Salvador Porta, un escritor artiguense un poco olvidado, Uruguay: realidad y reforma agraria. Este segundo ensayo, el primero había sido uno sobre el perfil psicológico de Artigas, había circulado en versiones mimeografiadas por las facultades de Agronomía y Arquitectura, por iniciativa de Williman.
Desde hace 47 años Ediciones de la Banda Oriental está en el mercado editorial local y su ex-director vio muchas de las transformaciones actuales. Para este cronista era una buena oportunidad para que Raviolo comparara: “se está dando un fenómeno raro en los últimos tiempos: nunca se ha escrito tanto, nunca se ha publicado tanto, pero al mismo tiempo vos ves que bajan las tiradas, sobre todo en narrativa. Estamos por tratar de entenderlo, hoy si sacás un libro de un autor nuevo y haces 750 ejemplares y los vendes es un excelente resultado…Antes era diferente. El problema es que tampoco se venden mucho los clásicos, en la década del 60 nosotros publicamos Javier de Viana, que era un autor que estaba olvidado prácticamente, y sacamos 3 ediciones de Campo en pocos años, con un total de 4 mil o 5 mil ejemplares, y dos ediciones de Gurí con un total de 2500 o 3 mil ejemplares, y una edición de Cuentos cortos en la edición de bolsillo que hicimos 3 mil ejemplares de entrada en una edición. No era un riesgo, había un interés absolutamente generalizado sobre lo que era autores nacionales…Eso no se da ahora, ahora como que el interés de la gente está mucho más difuso, se venden libros, pero por un lado la gente está muy requerida por lo testimonial, hay un interés mayor por eso que lo que puede haber por una obra de ficción, aun cuando pueda tener un carácter histórico…”
Finalmente y en un gesto si se quiere hasta romántico, este cronista preguntó por la independencia de este proyecto editorial. Raviolo me bajó de un hondazo: “La independencia en qué sentido…El problema no es la independencia sino la competencia en todo caso. Independientes somos, no tenemos nada que ver con ellos. En algún sentido las multinacionales entraron a arrasar, a llevarse autores, sobre todo con esa especie de zanahoria que les ponen delante que es que van a aparecer publicados en España, cosa que no ocurre salvo en contadas excepciones, o que se van a difundir por toda América, cosa que tampoco ocurre…pero de cualquier manera nosotros por ejemplo, aunque han publicado con ellas, seguimos publicando a Mario Delgado, Carlos María Domínguez, Tomás de Mattos…porque ninguna multinacional puede asegurarle a un autor uruguayo que le van a publicar todo lo que está escribiendo. Es infernal, hay autores que están escribiendo una obra por año y creo que no sé si no tendrían que tranquilizarse y escribir menos porque creo que eso en mucho casos influye en la calidad, pero como que han entrado en la máquina de que como tienen posibilidades de publicar, y sino publican con una multinacional, bueno publican en otro lado…el nombre de la editorial se ha convertido como se dice ahora en una marca importante… aunque eso ni lo soñabamos ni tampoco pensamos nunca desde ese punto de vista pero de alguna manera es un hecho.”
Más barato que el boleto
El actual director de Banda Oriental, Alcídes Abella enumeró las actividades que van a realizarse en torno a estos 30 años de Lectores. En primer lugar mencionó una publicación breve que resumirá la historia de la colección. También se prevee la vista de algunos escritores extranjeros como Mempo Giardinelli (Banda Oriental acaba de publicar en Lectores Luminoso Amarillo y otros cuentos. Y en 2003 la novela Luna caliente) y desde Río de Janeiro Ondjaki un escritor angoleño de 31 años, que escribe en portugués y publicó en Lectores Buenos días, camaradas. A ellos se incorporarían escritores locales que publicaron en la colección como Tomás de Mattos y Mario Delgado Aparaín. Además el Centro Cultural España inaugurará el 7 de agosto una exposición, en adhesión a los 30 años de Lectores, del fotógrafo Panta Astiazarán. Pero tal vez el anuncio más importante sea Leer es un boleto, un proyecto que se realizará, contó Abella, “con el apoyo de varias empresas: Coca-Cola, Canal 10, SUAT, Cutcsa; y la Intendencia Municipal de Montevideo. La venta la hace la ONG y se la quedan ellos.. La idea es publicar, a partir de autores que hemos publicado en Lectores de Banda Oriental, cuatro títulos de autores clásicos (de setiembre a diciembre), con por lo menos 5000 ejemplares. Esos libros van a tener el formato de lectores y se van a vender a 13 pesos en los omnibus y en algunos puestos. Es una campaña de promoción de la lectura a partir de lo hecho a lo largo de los 30 años”.
Publicada originalmente en la diaria el 11 de julio de 2008 bajo el título “Haciendo lectores. Treinta años de una colección fundamental para la difusión de autores nacionales y clásicos universales». Entrevisté a Heber Raviolo, uno de los editores profesionales más importantes de nuestro país, con la excusa de los 30 años de una colección que fue y es fundamental para muchos lectores y lectoras en Uruguay. El 22 de noviembre de 2013 Heber Raviolo falleció en Montevideo, dejando un gran legado.