
Me levanto temprano. Entre mate y mate leo en el Google Reader. Un blog de poetas de Jaguarón (RS, Brasil) levanta una nota de Matías Castro en el diario El País (de Uruguay). Es un gesto de propaganda. Es decir, un periodista de la casa escribe una nota sobre una colección de libros que su empleador va a publicar en conjunto con la editorial Banda Oriental. Pero este no es el asunto.
Castro informa:
Entre poesía, narrativa y teatro, la Biblioteca Básica de Literatura Uruguaya, como se llama la colección, contiene obras de Felisberto Hernández, Florencio Sánchez, Horacio Quiroga, Juana de Ibarburú, Mario Arregui, Líber Falco, Jacobo Langsner, Eduardo Acevedo Díaz, Julio Herrera y Reissig, Francisco Espínola, Juan José Morosolli (SIC), Idea Vilariño y Delmira Agustini. Y, además, se incluyen dos invitados extranjeros: José Hernández con Martín Fierro y Rubén Darío. El denominador común es se trata de autores que forman parte del programa de Literatura de tercer año de liceo, el primero con el que los estudiantes se encuentran con la materia.
El emprendimiento es impulsado por la Asociación de Profesores de Literatura, concretamente por los docentes Rodrigo Clavijo, Alejandra Torres y María José Larre Borges y los inspectores Susana Nieto, Silvia Viroga y Gustavo Iribarne.
Hace días que estoy pensando en algo y esta noticia es la mejor excusa para plantear el asunto que me desvela. Creo que es muy importante producir material de divulgación pero mucho más importante que eso es el guión sobre el que se organiza ese material. En los años sesentas, la tan criticada «generación crítica», elaboró un relato de la literatura uruguaya que era realmente diferente a lo que se venía escribiendo. Hoy tenemos ese relato repetido una y mil veces, como sí Capítulo Oriental o la Enciclopedia Uruguaya no dejaran de publicarse. Lo cierto es que esta Biblioteca Básica no incorpora nada nuevo y no tiene por qué hacerlo.
Es importante decir esto en un campo cultural tan reducido como el montevideano: no tengo nada contra las personas mencionadas en la nota (a quienes no conozco) ni contra la Asociación de Profesores. Simplemente me pregunto qué estamos esperando para re-escribir la historia de la literatura uruguaya. Es casi una necesidad imperiosa, no podemos seguir repitiendo los mismos nombres, las mismas lecturas. No es que no existan nuevas lecturas o historias de períodos, es que no hay un relato global. Tal vez se crea que no es necesario o que eso «ya fue», pero para mí no. Repito, no escribo contra esta biblioteca básica, que intenta apoyar el trabajo de los profesores en tercer año de liceo (algo que El país ya había hecho con unos libros azules de formato pequeño que incluían también autores «universales» y que servían para varios cursos de literatura liceales). Es sí contra un estado de situación, parece que la lógica del artículo académico y la especialización están complotando contra la confección de un relato (divulgable) de la historia literaria del Uruguay que incorpore la dimensión regional (¿Cómo es posible que sigamos considerando extranjero un texto como el Martín Fierro?), la cultura popular, la producción de grupos subalternos, una mirada crítica sobre el presente y tantas otras cosas que no existían o no fueron vistas por las generaciones anteriores.
Así que bueno, la canción sigue siendo la misma y sigo preguntándome qué hago yo para que esto cambie.
Si se re-escribe esa historia vuelvo a tercer año, lo juro que pediría para ser repetidora.
Mirá, te dejo una punta de cómo se puede comenzar a reescribir. ¿Conocías este laburo sobre Mario Levrero? La molécula Levrero se llama, la hizo un bloguero cordobés fan Mario: http://elpezvolador.wordpress.com/2010/09/30/la-molecula-levrero/
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Creo que uno de los puntos centrales es la parte en que decís «no podemos seguir repitiendo los mismos nombres, las mismas lecturas». Por un lado estoy de acuerdo con esta frase, pero por otro no. Aunque resulte contradictorio me explico. Creo que sí podemos repetir las mismas personas, los mismos libros o las mismas editoriales, pero tambien creo que hay que generar espacios para dar paso a nuevas miradas. Esos nuevos autores/as están «ahi» por decirle de alguna manera, pero quizás las vias de difusión para tener sus obras no sean las suficientes. Tambien es real que existen múltiples actores que inciden en esta reproduccion literaria, dedicando escasos niveles de riesgo para la innovacion o nuevos autores. Cuánto inciden las editoriales multinacionales en eso? La Cámara Nacional del Libro? Las librerias? Como siempre, hay excepciones, una de ellas, es la libreria Moebius.
pd. los libritos azules que sacaba El Pais tenían una pésima traducción.
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Ricardo, estoy 100% de acuerdo. Pero vos te centrás en el presente y en algo que tiene que ver con tu obsesión número 1, las políticas públicas en cultura, obsesión que creo que compartimos. Pero este post tiene algo de mensaje para la camarilla de la gente que hace letras. Digamos que cuando digo re-escribir la historia es, por ejemplo, dejar de hablar de los autores centrales o de la tradición, y empezar a peinar la historia leyéndola desde otras perspectivas. Cosa que se hace pero parcialmente, estudiando algún período. En mi propio trabajo de tesis mi análisis se centra en un período muy concreto del siglo XIX y en el corte étnico-racial. Es decir, las reglas de la academia están haciendo que no tengamos más visiones globales sobre la historia literaria y cultural. Esa historia es la que hay que re-escribir, desde perspectivas nuevas. Pero bueno, también es cierto que en el escenario del presente (y del futuro) habrá que tomar en cuenta todos los elementos que vos mencionás y otros. Pero bueno, por lo que veo vos vas a tener el capítulo referido al presente. Andá escribiéndolo, je.
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No, no conozco ese proyecto, lo veo y te comento. Gracias Mariana, tus comentarios siempre son super constructivos.
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Comparto tu inquietud…
No sé si reescribirla, pero con que los profesores de tercero, aunque sea, le dieran algo más a los estudiantes que las figuritas repetidas de siempre (o el guión, como lo llamás vos) me sentiría satisfecha. Y si los profesores tuvieran un poco más de libertad para decidir dar UN autor (solo uno) a total elección, bueno, ya sería una panacea.
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