El 17 de octubre de 2012 la Cámara de Diputados aprobó una ley que establece una serie de medidas para mejorar las condiciones de vida de los afrodescendientes uruguayos. Resta todavía la aprobación en el Senado para que la ley sea una realidad pero el proyecto ya está generando debate. Para empezar sería bueno leer los argumentos del diputado socialista Julio Bango, promotor de la ley junto a organizaciones de la sociedad civil.

Por acá un artículo de la Casa de la cultura afrouruguaya en el que se analiza la propuesta y se pueden ver videos convocando al parlamento.

El proyecto de ley fue muy bien recibido por las organizaciones de la sociedad civil pero en la izquierda ha habido distintas reacciones. De hecho el semanario Voces ha sido el escenario de un debate entre Hoenir Sarthou y Andrés Scagliola.

En un artículo publicado en la edición digital de Voces el jueves 18 de octubre, el primero concluía:

Lo que molesta e irrita es que esta clase de medidas engañan el ojo. Hacen creer que se está creando equidad y justicia social, cuando en verdad se está maquillando la realidad, disimulando la injusticia estructural con pequeños y baratos privilegios otorgados a unos pocos de los perjudicados por la injusticia. 

Lo peor es que en ese proceso se corrompen cosas muy caras, como los principios mismos de igualdad y de justicia social.            

A la semana siguiente Andrés Scagliola, Director Nacional de Política Social- Representante de Asamblea Uruguay en la Comisión de Programa del Frente Amplio, contestó con otro artículo en el que le señala a Sarthou tres errores: comprensión limitada de las acciones afirmativas, contraposición con las políticas universales, violación del principio de igualdad; y tres absurdos: ¿por qué no los chinos?, hablar de «negros» y hablar de privilegios o ventajas.

Como una nota al pie quiero señalar que el punto más débil es el apartado sobre el uso de la palabra «negro» y su sustitución por «afrodescendiente», dado que no todos los ciudadanos uruguayos descendientes de africanos comparten la visión de Tania Ramírez. El término ha sido puesto en boga por los militantes de la sociedad civil a partir de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia (Durban, Sudáfrica, 2001) y ha tenido aceptación en el vocabulario político contemporáneo. Pero como parte de un lenguaje político global tiene sus resistencias, apropiaciones y diálogos con las categorías y vocabulario racial que existen históricamente en cada enclave local. En ese sentido seguirá en disputa con afro-uruguayo o negro, cuyos sentidos históricos no se agotan tan fácilmente y son también usados por los propios afrodescendientes.

El debate continuó porque Hoenir Sarthou le contestó a Scagliola en la misma edición (hay además un artículo de Gabriel Seré mencionado por Sarthou que no fue incluido en la edición digital).

Finalmente Soledad Platero también opinó sobre el tema en el portal Uy.press el 28 de octubre.

El asunto no es fácil. Es cierto que se produce una tensión importante entre una política universalista (que caracterizó a cierta izquierda) y una particularista, no me refiero a políticas sociales, me refiero a la política en sentido general. Para las políticas sociales me inclino a pensar como Scagliola en que no hay por qué pensar que las acciones afirmativas entran en tensión con las políticas universales. De hecho se focaliza en muchos grupos sociales desde el primer gobierno del FA. Pero el problema persiste y como sostiene Platero:

Digámoslo así: que un Gobierno tome medidas prácticas para corregir un abuso del mercado, o de la sociedad patriarcal, o del eurocentrismo, no es descabellado. Desde el momento mismo en que se asume que «gobierno» equivale a «gestión», lo menos que podemos pedir es que la gestión compense, hasta donde sea posible, las inequidades creadas por el mercado, o el patriarcado o lo que sea. Pero el lugar de la Política, o del pensamiento político, es precisamente enunciar las trampas de ese recurso. Observar su incapacidad intrínseca de cambiar el sistema que crea la injusticia. Exigir que las demandas vuelvan a tener pretensiones de universalidad, porque sólo desde una pretensión universal de Verdad se pueden decir cosas como Libertad, Justicia o Igualdad.

Al concluir su artículo Platero afirma que las acciones afirmativas «son siempre infantilizadoras», tienden al paternalismo porque apuntan a la «protección de alguien percibido como más débil, con el objetivo de ayudarlo a dar los primeros pasos». Aunque reconoce que las medidas compensatorias a veces son necesarias, su generalización y sobre todo la sustitución por «reclamos revolucionarios» expresan «un retroceso preocupante en la cultura política de una sociedad». Para Platero esto no es un problema del gobierno sino de la sociedad, de «nosotros»:

Somos nosotros. Somos los que constituimos, de manera más activa o más pasiva, eso que algunos llaman «la opinión pública». Porque los gobiernos están ahí para hacer cosas, y los ciudadanos estamos aquí para pensar en esas cosas, para ponerlas en su gramática social, para revisar sus presupuestos y sus condiciones de enunciación y para decir, llegado el caso, que no queremos que nos den gato por liebre.

Es verdad. Falta un poco de pensamiento sobre el capitalismo como sistema y sobre las distintas formas de la opresión en los actores de la sociedad civil, excluyendo tal vez al PIT-CNT. Falta una política emancipatoria que englobe los particularismos. Falta una voluntad de disputa hegemónica por el sentido de los cambios sociales. Falta en los militantes y falta en los políticos de izquierda, en los que entran al parlamento, en los que tienen un cargo en el ejecutivo y en los que no.

Mientras esto no ocurra y aunque se siga abogando por una política de este tipo, la sociedad civil seguirá luchando por medidas que reparen la situación histórica de desventaja en la que los situó la esclavitud, el racismo y la discriminación. No creo que los afrodescendientes que luchan por esta ley, que todavía no fue votada, sean niñitos desprotegidos que necesitan del paternalismo estatal, son hombres y mujeres que reclaman una reparación que ayude a detener los efectos del racismo estructural e institucional. El gobierno hace muy bien en escucharlos y en elaborar con ellos medidas de este tipo, aunque lo envuelva en una retórica paternalista o le falte una visión más global.