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Foto tomada en la calle Uruguay entre Minas y Magallanes (Montevideo, Uruguay). Es el local de la organización social de afrodescendientes Zona Sur Kambé. La mira de un arma apunta al corazón de uno de los músicos. Al lado la expresión «White Pride» (Orgullo blanco) grafiteada sobre el mural. Seguramente habrá quien naturalice esto o diga que es una broma pesada y nada más. Es racismo.

No hay cosa más «ideológica» que señalar que algo es «ideológico». Hay una superioridad moral implícita en ese acto que supone que existe la posibilidad de hablar desde una posición «no ideológica». Otra cosa bien distinta es señalar aquellos aspectos ideológicos de una posición siendo consciente de que el punto de vista propio está montado sobre unos supuestos también ideológicos. Si lo que digo es ideológico ¿dónde está el problema? Sí, creo que mi sistema de creencias (uno de los más de 15 significados que tiene concepto de ideología en el propio marxismo) es el que interpreta mejor el mundo. Sí, estoy dispuesto a debatir sobre eso, incluso sobre los límites de mi propia postura ideológica, sin despreciar a nadie pero sosteniendo firmemente lo que creo. Eso que creemos muchos y que se ha construido históricamente por generaciones en todo el mundo. En ese bloque histórico, en ese complejo de ideas, creencias y sentimientos que es «la izquierda» se engloban muy distintas tendencias e incluso formas de ver el mundo (ideologías) que están en disputa. No existe la posibilidad de que haya paz entre ellas ni síntesis. Tenemos que aprender a vivir con ellas y sobre todo EN ellas. Por tal motivo no comparto el argumento de que hay una «mayoría moral» que está imponiendo una ley de acciones afirmativas como sostiene en su última columna Fernando Santullo.

Es precisamente desde una mayoría (también moral) que no sufre ni sufrió históricamente la discriminación racial que es posible afirmar tal cosa. Aquí cada uno con sus propios límites ideológicos. Soy blanco, heterosexual y de clase media pero creo, como Frantz Fanon y otros teóricos, que cuando otro humano es linchado o imposibilitado de realizarse como humano en lo que sea, se me impide a mí también realizarme como humano. Y sobre esta base (racional y sensible) es que construyo un sentido político en mi vida. Esto es ideológico, claro. Y también básico. Si no compartimos esto, antes que nada, perdimos el sentido de lo colectivo sobre lo individual. Es cierto que una ley de acciones afirmativas no soluciona sustancialmente la estructura social racista en la que vivimos y ese es un tema a discutir largamente y con muchas otras variables arriba de la mesa. (Por cierto ¿hay algo más ideológico que la reacción negativa inmediata y el despliegue de  justificaciones cuando somos interpelados por otros que dicen que «somos racistas»?)

Mientras discutimos y vamos construyendo un sentido en torno al racismo en Uruguay, algo que la izquierda uruguaya ha hecho poco, no me parece negativo forzar (sí, violentar) al Estado, que es expresión de la lucha de clases en una sociedad (simplificando un poco), a tener que contratar un porcentaje de afrodescendientes. Claro que partiendo de análisis que muestran que existe un problema en el mercado laboral que hace que un afrodescendiente no acceda a trabajos dignos en los que recibe un sueldo igual al de un blanco en la misma función (en este libro hay un artículo sobre el punto de Marisa Bucheli y Rafael Porzecanski). Es cierto, no damos vuelta la estructura social con esta ley. Es cierto, no terminamos con el racismo estructural. Pero generamos condiciones para cambiar la calidad de vida de unos cuantos. Y eso, en este momento, puede ser mucho. (Cuidado: esta ley, que todavía no fue aprobada en el parlamento, no propone solamente la cuota en el Estado).

Entonces no, no existe tal mayoría moral. Y sí, existe una minoría que está proponiendo estas medidas (y cuando digo minoría no me refiero al 8% de los afrodescendientes uruguayos, me refiero a un puñado de militantes). Una minoría que ha encontrado eco en otros (en la izquierda, como no podía ser de otra manera) que comprenden sus demandas y/o las utilizan a favor de sus intereses. Sí, existen minorías. Históricamente han existido. Algunas han conducido procesos atroces y otras han mejorado el mundo para siempre. (Por las dudas, aclaro, no creo que las minorías sean el motor de la historia. Tengo claro que los procesos históricos son mas complejos). Como sea la propuesta está arriba de la mesa. La apoyo porque me siento representado por mis representantes que, a veces, hacen bien ese trabajo de representar algo más que sus propios ombligos. No lo hago parado en una supuesta superioridad moral ni pensando que esto va a solucionar el mundo. Lo hago parado en este análisis de la realidad, con estos supuestos ideológicos y con estos sentimientos.

Posdata (6 de abril de 2013): Esta columna de Santullo generó otra respuesta, de Gabriel Delacoste, pero sobre otro de los asuntos que planteaba: el de Chávez, la violencia y el valor de las emociones en la política.  Otra columna de Santullo en la que atacaba las medidas afirmativas –«Buenas intenciones»– fue respondida de un modo muy original por un grupo de personas en la columna de Andrés Scagliola.

Postdata (22 de setiembre de 2014): La ley 19.122 fue aprobada por el Parlamento el 8 de agosto de 2013 y reglamentada por el Poder Ejecutivo el 22 de mayo de 2014.