«Nuestras sociedades fracasaron, nuestros poetas no»
José Emilio Pacheco.
Modernidad en crisis
La modernidad y la posmodernidad son tópicos que han generado bastante polémica.
Según el filósofo alemán Jürgen Habermas, el término «moderno» aparece en todos aquellos períodos en que se formó la conciencia de una nueva época, modificando su relación con la antigüedad. Percibimos que lo “moderno» es lo actual, en contraposición a lo tradicional o antiguo.
Habermas pronuncia en 1980, al recibir el premio Adorno, su discurso “La modernidad: un proyecto inacabado». Establece que la modernización implicó la implantación de poderes políticos centralizados y desarrollo de identidades nacionales, difusión de los derechos de participación política, de la educación formal y la secularización de valores y normas.
¿Se puede considerar a la posmodernidad como el fin de la modernidad, o como la crisis de ésta? Varias pueden ser las respuestas a esto.
Los mitos de la modernidad, tales como el progreso, la identidad asociada a un territorio y una lengua, la ciudadanía como concepto universalizante, fueron derribados. Una de las grandes certezas de la modernidad era la noción de identidad. Edward Said prefiere hablar de «afiliaciones» en vez de «identidades», sugiriendo que hay varias formas de vinculación del individuo con la sociedad.
Asistimos también al debilitamiento de la categoría de nación moderna, debido a que ésta es insuficiente para atender a los cambios globales que se están produciendo. La pertenencia a un Estado-nación basada en la territorialidad, la lengua en común y la historia compartida se han visto afectadas por los flujos migratorios y los desplazamientos.
Se configura lo que se denomina “modernidades periféricas», ya que no se accede a la modernidad de la misma manera en todos lados. Tanto es así que Octavio Paz se refiere a América Latina como protagonista de una pseudomodernidad. La modernidad en América Latina comenzó en el siglo XIX, y se relacionó con la constitución de sus naciones y Estados. Inevitablemente esto trajo aparejado la represión de lo que se consideraba como «barbarie». Todo lo que no cumplía con lo que el proyecto de nación demandaba y exigía era marginado o suprimido.
La modernidad sería un proyecto que se realiza y resignifica en cada lugar concreto de distinta forma. Hay quienes argumentan que lo posmoderno es una expresión que adopta la modernidad en América Latina, no el final de ésta sino más bien su comienzo como manifestación cultural de la globalización. Siguiendo esta línea, América Latina no podría tener una verdadera modernidad porque le faltan los antecedentes intelectuales y las instituciones que le dieron origen en Europa. Sostiene José Joaquín Brunner que la modernidad nos vino impuesta desde fuera y, en el proceso de adaptarnos a ella, se generan simulacros y distorsiones. Hay visiones que establecen la imitación del centro por la periferia y otras que abogan por una apropiación e integración.
Constituya o no la posmodernidad el fin de la modernidad, o sea la modernidad un proyecto abortado y no acabado, lo cierto e ineludible es que se produjo una crisis de los metarrelatos y las narraciones que la modernidad promovía.
Crisis de la Nación
Álvaro Fernández Bravo se pregunta:
¿Debemos leer la construcción de la nación como un proceso unidireccional en el que los letrados imponen «formas modulares» concebidas en Europa – para utilizar la expresión de Benedict Anderson – sobre sociedades pasivas que reciben en la forma de libros, educación o discursos historiográficos los relatos que articulan sus identidades colectivas? ¿Cómo leer las voces que resistieron o contestaron la implementación de la nación como artefacto cultural? (Fernández Bravo, 2000: 15)
Este autor apunta a recuperar aquellas voces disidentes durante la construcción de la nación, que seguramente debieron ser silenciadas para que el proyecto siguiera adelante. Toda nación como constructo ideológico incurre en exclusiones, ¿qué pasa con esos sujetos excluidos? ¿Son luego asimilados o pueden ellos empoderarse? Según García Canclini, las élites latinoamericanas del siglo XIX hicieron como que formaban culturas nacionales pero dejaron por fuera a muchos sectores marginados, provocando en algunos casos posteriores revueltas.
La construcción de la nación implica la homogeneización cultural de los individuos que deben formar parte de ella, los cuales son los que están determinados territorialmente a pertenecer a dicha nación. El territorio fue fundamental para el desarrollo de la teoría nacionalista, así como la historia y la lengua en común de los pueblos. La historia oficial, cómo se narra, cómo se construyen los héroes nacionales, son claves a la hora de la construcción nacional. La nación se construye, según Mariátegui, como mito, abstracción y alegoría. Este va a ser uno de los mitos que se derrumbe con la crisis de la modernidad.

La sicaresca
La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, se inscribe en una tradición narrativa colombiana que tiene como tema central la violencia, y puede afiliarse a lo que se denominó «sicaresca». Este término es una variación de «picaresca», y hay varios antecedentes con respecto a la obra de Vallejo. En 1988 se publica El sicario, de Mario Bahamón Dussáns. Otros precedentes son la película de Víctor Gaviria «Rodrigo D: no futuro» de 1989 y el testimonio de Alonso Salazar llamado No nacimos pa′ semilla de 1990.
Luego de su primera edición en 1994, la obra de Vallejo pasó desapercibida en Colombia. Adquirió renombre cuando Michel Bibard la tradujo al francés en 1997 y después que fuera adaptada al cine. La novela sicaresca tiene sus raíces en el crecimiento de la violencia en Medellín, y refleja la fragmentación de la identidad colombiana, el fracaso de los ideales de identidad nacional. La ciudad de Medellín se construyó de manera caótica, sin seguir planificación urbana alguna, y como consecuencia está fragmentada en comunas.
Gran parte de la clase política colombiana ha adoptado la estrategia de enunciar que la violencia es parte de la idiosincrasia de ese país, evitando así hablar de las verdaderas causas que la provocan; la injusticia social, el desempleo, etc. La violencia es algo tan cotidiano allí que incluso se creó un campo de estudio específico dentro de la sociología, la violentología.
Históricamente, los barrios marginados no han sido foco de atención por parte del Estado. En ellos es clara la ausencia de éste, lo cual facilitó el desarrollo de otras núcleos de poder como el narcotráfico. Así es como las comunas de Medellín son demonizadas por el Estado, como productoras del mal que aqueja a la nación. Forman y no forman parte de la nación.
Me pregunto qué tan aplicable es la definición que hace Benedict Anderson de las comunidades imaginadas en su libro homónimo con respecto a la realidad colombiana. La acción de La virgen de los sicarios transcurre a principios de los 90, poco después de la desaparición del líder del Cartel de Medellín, Pablo Escobar. Se narra la degradación de Colombia, a causa entre otras cosas del narcotráfico y lo que esta actividad promovió. Pablo Escobar se configuró como símbolo de un cambio cultural muy importante en Colombia, llegando a transformar incluso hasta el lenguaje.
Antes de su predominio, la palabra «sicario» no era habitual en ese país, y a raíz de su deceso se produce un fenómeno de «desempleo» entre los sicarios. El discurso hegemónico de Colombia es el uso de las armas, y el sicario surge como nuevo sujeto social. La ausencia del Estado es visible, y la violencia se encuentra social y políticamente legitimada. Abundan los ejemplos en la novela. El narrador tiene un romance con Alexis, un joven sicario, y juntos van recorriendo la ciudad y cometiendo asesinatos sin motivos de peso. El que los perpetra es Alexis, pero la mayoría de las veces el que los desencadena es el narrador, mediante la palabra. Ambos justifican dichos actos como necesarios ante tanta degradación.
María Helena Rueda analiza en su artículo «Nación y narración de la violencia en Colombia (de la historia a la sociología)» la manera en que se definieron los vínculos de pertenencia en el siglo XIX en Colombia. Esto puede arrojar luz sobre la situación actual de este país. La autora cita a Daniel Pécault, que afirma que la identificación colectiva en Colombia giraba en torno a los dos partidos, el conservador y el liberal, y no en torno al Estado-nación. Esto habría provocado una falta de legitimidad en el ejercicio del poder y la violencia por parte del gobierno. Se consideraba, en el siglo XIX, a la violencia en términos de esfuerzos por consolidar la nación. En la obra de Vallejo esto se podría estimar revertido, ya que la violencia funciona permanentemente como parte de la destrucción del proyecto nacional. La nación es sugerida muchas veces como la solución a la violencia y en nombre de la cual el ejercicio de la violencia se justifica. En Colombia, la nación, sigue siendo muchas veces una pregunta, según Jeffrey Cedeño y Maite Villoria Nolla.
Es muy ilustrativo acerca de la emergencia de los sicarios el narrador:
Ustedes no necesitan, por supuesto, que les explique qué es un sicario. Mi abuelo sí, necesitaría, pero mi abuelo murió hace años y años. Se murió mi pobre abuelo sin conocer el tren elevado ni los sicarios, fumando cigarrillos Victoria que usted, apuesto, no ha oído ni siquiera mencionar. Los Victoria eran el basuco de los viejos, y el basuco es cocaína impura fumada, que hoy fuman los jóvenes para ver más torcida la torcida realidad, ¿o no? Corríjame si yerro. Abuelo, por si acaso me puedes oír del otro lado de la eternidad, te voy a decir qué es un sicario: un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo. ¿Y los hombres? Los hombres por lo general no, aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor… (Vallejo, 2005: 10, 11).
Hay una delgada línea entre las víctimas y los victimarios, el narrador explicita que en Colombia no hay inocentes. Pero sin embargo, él no se siente culpable por los asesinatos cometidos por Alexis durante su compañía. Si bien es el muchacho quien los consuma materialmente, muchas veces es Fernando quien lo induce a hacerlo. Se lo podría considerar como el autor intelectual de varias muertes, hace de puente entre los dos mundos, entre las dos Medellín. Algo clave en cuanto a los asesinatos es la ausencia de arrepentimiento, los valores ya no son los mismos y esta ausencia da cuenta del deterioro moral que el narrador intenta esbozar. Los sicarios no siguen ningún principio ideológico, sólo matan por dinero.
Se hace mención al «parlache», la jerga que hablan los habitantes de los barrios marginados. Bajtín usó el término “hibridación” para caracterizar la coexistencia, desde el comienzo de la modernidad, de lenguajes cultos y populares. La presencia del lenguaje en la obra es muy relevante.
En Colombia hay una gran tradición de gramáticos, el país fue gobernado muchos años por éstos, lo que hace muy significativo que el narrador sea uno de ellos, ya que además la lengua es un elemento muy importante en la construcción de la nación. Es algo unificador, que legitima y excluye.
La presencia de elementos históricos es notable, se enumeran ex Presidentes, Presidentes, políticos, se menciona también a Pablo Escobar, conocido como «El capo». Todo esto nos remite a la historia de Colombia, produce un anclaje, mediante coordenadas socio-políticas. Nos inscribe en el proyecto de nación colombiano. Se hace alusión a la guerra contra el narcotráfico emprendida por Virgilio Barco y se cuestiona a la historia oficial desmitificándose ciertas figuras históricas, algunas de las cuales llegan incluso a ser ridiculizadas. Las instituciones tampoco se salvan de la burla y el descrédito. Y por sobre todo, el narrador demuestra un gran escepticismo y rechazo con respecto a los colombianos:
Mis conciudadanos padecen de una vileza congénita, crónica. Ésta es una raza ventajosa, envidiosa, rencorosa, embustera, traicionera, ladrona: la peste humana en su más extrema ruindad. ¿La solución para acabar con la juventud delincuente? Exterminen la niñez (Vallejo, 2005: 38)
La ciudad tiene un rol fundamental en la construcción de la nación, allí se negocia lo que es incluido y lo que es excluido. Es un campo de batalla cultural y semántico.
Ciudadano y consumidor
El fracaso del proyecto de nación en Colombia trajo consigo nuevas formas de ejercer la ciudadanía, a través del consumo y los medios masivos de comunicación. Jesús Martín-Barbero analiza en De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía el papel que desempeñan los medios de comunicación en la nacionalización de las masas populares. El cine y la radio aparecen como fundamentales al respecto, creando lazos colectivos de unidad nacional.
Néstor García Canclini escribió un libro llamado Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización, en el que estudia justamente cómo los cambios en la manera de consumir han modificado las formas de ser ciudadano. Insiste en que las identidades se definen por el consumo y ya no por elementos históricos. Se hace hincapié en la transnacionalización. El tema del consumo masivo por parte de los jóvenes sicarios es algo destacado en la novela de Vallejo; dichos jóvenes buscan la pertenencia a un grupo mediante la compra de ropa de marca, aparatos electrónicos y demás. Cuando Fernando conoce a Wilmar, otro sicario quien a posteriori resultaría ser el asesino de Alexis, le pregunta qué espera de la vida, y esto es lo que se narra:
Le pedí que anotara, en una servilleta de papel, lo que esperaba de esta vida. Con su letra arrevesada y mi bolígrafo escribió: Que quería unos tenis marca Reebock y unos jeans Paco Ravanne. Camisas Ocean Pacific y ropa interior Kelvin Klein. Una moto Honda, un jeep Mazda, un equipo de sonido láser y una nevera para la mamá: uno de esos refrigeradores enormes marca Whirlpool que soltaban chorros de cubitos de hielo abriéndoles simplemente una llave…Caritativamente le expliqué que la ropa más le quitaba que le ponía a su belleza. Que la moto le daba status de sicario y el jeep de narcotraficante o mafioso, gentuza inmunda. Y el equipo de sonido ¿para qué? ¡Para qué más ruido afuera con el que llevábamos adentro! ¿Y para qué una nevera si no iban a tener qué meter en ella? (Vallejo, 2005:130, 131).
Ser ciudadano tiene que ver con las prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia y consumir es participar en un escenario de disputas por aquello que la sociedad produce. El hecho de matar por dinero, tal como hacen los sicarios, hiperboliza la lógica del mercado también. La radio y la televisión se presentan como una especie de narradores urbanos, y esto es notorio en La virgen de los sicarios, en donde la radio está presente siempre, anunciando las muertes, configurando la realidad nacional mediante la difusión de vallenatos como música típica colombiana.
Narrando la nación
La identidad y la forma de conformarla han cambiado, ésta no es ya un principio fijo dentro de los proyectos nacionales, sino que se presenta como algo fluido. Las adhesiones o afiliaciones identitarias pueden ser temporarias. También este cambio está reflejado en la novela.
Ahora bien, en qué lugar se coloca Fernando dentro de esta realidad poco prometedora, desde qué lugar nos habla. ¿Se inscribe él mismo dentro del proyecto de nación que ha fracasado estrepitosamente? A veces pareciera que sí.
Señor Procurador: Yo soy la memoria de Colombia y su conciencia y después de mí no sigue nada. Cuando me muera aquí sí que va a ser el acabóse, el descontrol. Señor Fiscal General o Procurador o como se llame, mire que ando en riesgo de muerte por la calle: con las atribuciones que le dio la nueva Constitución protéjame (Vallejo, 2005: 29).
Este gramático se arroga la memoria de Colombia, memoria que es fundamental en todo proyecto de construcción nacional. Y agrega que cuando él muera va a ser el acabóse. ¿El acabóse del proyecto nacional? Da la sensación de que él se descubre como último remanente de lo que pudo haber sido este proyecto de no haber fracasado.
Ignacio Sánchez Prado, en su artículo “La novela a la muerte de los proyectos: La virgen de los sicarios frente a De sobremesa”, menciona que Mary Louise Pratt considera a esta obra como alegórica. Suscribo a lo que afirma esta autora, en dicha novela el desmoronamiento de la nación colombiana bien podría ser el del narrador mismo.
Soledad Mocchi
(Una versión más extensa fue publicada en el número 32 de la revista Narrativas)
Obras citadas
Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Buenos Aires: FCE, 2000.
Brunner, José Joaquín. «Modernidad: centro y periferia. Claves de lectura» Estudios Públicos n° 83. 241-263 (2001).
Cedeño, Jeffrey y Maite Villoria Nolla. “Una clausura para las masas: vida y propiedad”. Revista Iberoamericana LXXIV. 391-402 (abril – junio de 2008)
Fernández Bravo, Álvaro. «Introducción». La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Comp. Álvaro Fernández Bravo. Buenos Aires: Manantial, 2000.
García Canclini, Néstor. Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización. México D.F.: Grijalbo, 1995.
García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Paidós, 2001.
Habermas, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad. Buenos Aires: Katz Editores, 2008.
Mariátegui, José Carlos. «El florecimiento de las literaturas nacionales». La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Comp. Álvaro Fernández Bravo. Buenos Aires: Manantial, 2000
Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1987.
Martín-Barbero, Jesús. “Identidad, tecnicidad, alteridad. Apuntes para re-trazar el mapa nocturno de nuestras culturas”. Revista Iberoamericana LXIX. 367-387 (abril – junio 2003)
Rama, Ángel. La ciudad letrada. Montevideo: Arca, 1998.
Renan, Ernest. «¿Qué es una nación?». La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Comp. Álvaro Fernández Bravo. Buenos Aires: Manantial, 2000
Rueda, María Helena. “Nación y narración de la violencia en Colombia (de la historia a la sociología)”. Revista Iberoamericana LXXIV. 345-359 (abril – junio de 2008)
Sánchez Prado, Ignacio. “La novela a la muerte de los proyectos: La virgen de los sicarios frente a De sobremesa”. Versión digital aquí (setiembre de 2013).
Vallejo, Fernando. La virgen de los sicarios. Buenos Aires: Suma de Letras, 2005.