El Sudaca Renegau nos narró hace poco un extraño fenómeno: cansado de caminar por la ciudad de La Plata el hombre se sentó en una piedra.

Él dice que apenas se sentó empezó a escuchar unas voces que decían cosas terribles.

Pues bien, el fenómeno se está propagando por el Río de la Plata, querido Sudaca, porque ayer me pasó lo mismo en la parada del ómnibus.

 

voces II

 

 

Fue en Rivera y Propios. Hace mucho que esa pared tiene un dibujo, apenas un recuadro negro con el contorno de una cabeza aparentemente humana en blanco. Las primeras veces que lo vi tuvo un efecto perturbador, pero con el tiempo me fui acostumbrando.

Por eso no presté atención a las transformaciones del dibujo. Hasta que empecé a escuchar una voz que persistentemente se dirigía a mí. Empezaba con un «Che gordito…» y seguía con un interminable rosario de puteadas que no podría reproducir aquí.

Algún gracioso le dio forma humana a la mancha con una barba ridícula, un peinado espantoso, unos lentes intimidantes y un bigote de otra época.