
La cerrazón humana es una antología de cuentos de Enrique Estrázulas compuesta por treinta y un cuentos cortos de los cuales apenas seis son inéditos. Los veinticinco restantes se pueden encontrar en Los viejísimos cielos (1975), Las claraboyas (1977), Soledades pobladas de mujeres (1993) los tres publicados en Buenos Aires. Se trata de la cuarta antología de Estrázulas a nivel local. Las anteriores fueron Cuentos fantásticos (1984), Antología personal (1984) y Los fuegos de Ansina (1999). Lo cual indica dos cosas: que el cuento es una práctica conocida y cultivada por el autor desde hace ya 30 años; y que la antología es un intento más por resumir su trayectoria.
Enrique Estrázulas es un escritor que trabaja en diferentes registros. Inició su carrera como poeta en los años sesentas, escribió también una obra de teatro y algunos guiones cinematográficos. También trabajó como periodista y fue miembro del cuerpo diplomático uruguayo en diferentes lugares del mundo (Buenos Aires, Roma, París y Cuba). En el campo literario tal vez sea más conocido como cuentista y novelista. Fundamentalmente por el éxito editorial de su primera novela Pepe Corvina (1974) publicada en Buenos Aires por Sudamericana. En 2004 la editorial festejó el treinta aniversario con una reedición en su colección de bolsillo. El texto le permitió a Enrique Estrázulas ocupar un lugar en el mercado literario del Río de la Plata precisamente como un narrador que trabaja en la frontera entre realidad y fantasía, que otros asocian al realismo mágico, como también se clasificó la obra de Mario Delgado Aparaín.
Es este mismo lugar de mercado el que aprovecha ahora el grupo Planeta a través del sello Seix Barral. La cerrazón humana reúne entonces una treintena de cuentos prologados por Alejandro Michelena. El crítico los denomina “relatos extraños” porque es esta característica lo que da coherencia a la antología. Para eso se basa en un supuesto subtítulo que el libro tenía originalmente pero que al parecer la editorial eliminó sin avisar al prologuista. La definición la toma algo desprolijamente de un viejo manual estructuralista Introducción a la literatura fantástica (1968) de Tzvetan Todorov reimpreso por Paidós el año pasado. Y digo desprolijamente porque Michelena vacila entre diferentes categorías manejadas por el crítico francés, como la diferencia entre extraño y fantástico, que no resuelve bien.
Para Todorov la literatura fantástica se define por una vacilación del lector, identificado con el narrador-protagonista, ante un hecho extraño, no explicable racionalmente. El crítico, que sólo mira el ombligo europeo del mundo (y en particular el francés), analiza la literatura fantástica como un fenómeno decimonónico que llega a su fin en el siglo XX con autores como Franz Kafka. Pero si optamos por la definición que da de “lo extraño puro” entonces se trata de hechos explicables por la razón pero que resultan inquietantes para los personajes y para el lector. De todas formas no queda claro si Michelena se decide por alguna de estas dos definiciones, sin contar con que confunde más las cosas cuando agrega elementos como “lo paranormal”.
Tal vez una solución posible es pensar estos relatos de otro modo, dentro de la especificidad histórica de la literatura rioplatense. La literatura fantástica (rara, extraña, maravillosa, da igual), se propuso hace ya más de sesenta años como un cuestionamiento a la estética realista. Lo fantástico se contraponía a la línea dominante del realismo que aspiraba a la transparencia entre el discurso literario y la realidad. El problema fue planteado en Argentina en 1940 por la crítica y la obra de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Victoria Ocampo con su Antología de la literatura fantástica y unos años más tarde en Uruguay a partir de la obra de Felisberto Hernández.
Es por eso que de ningún modo puede decirse que Estrázulas es “el más genuino artífice –en el marco de la literatura uruguaya– de esa línea narrativa (…) que Todorov definió como cuento extraño” como sostiene Michelena. Es más productivo, creo, leerlo en diálogo con la tendencia antes citada y con lo que se denominó, por esos mismos años, realismo maravilloso por autores como Alejo Carpentier. Michelena señala por ejemplo un “aire borgeano” en uno de los relatos nuevos de Estrázulas, precisamente el que da título al libro, en el que se introduce a Juan Carlos Onetti como personaje y se recupera algo de la atmósfera de “La muerte y la brújula” de Borges.
De los seis relatos nuevos “Escaleras” es tal vez el que encaja más dentro de la definición de fantástico que manejan la tríada Borges-Bioy-Ocampo y Todorov. El narrador-personaje construye un ambiente progresivamente extraño hasta que el enigma se resuelve en el cierre. Se combinan entonces reglas básicas del relato corto (una anécdota y remate al final) con las de la literatura fantástica. En suma los seis relatos no aportan nada nuevo al universo narrativo de Estrázulas. Más allá de que no hay novedad, la antología es más completa y representativa que las anteriores. En ese sentido cumple con el fin de dar cuenta de la trayectoria de un narrador ya consagrado.
Esta reseña fue publicada con el título “31 cuentos y un prólogo desesperante” (Sobre La cerrazón humana. Montevideo: Planeta, 2007) en la diaria (Nº 312. Montevideo, 08/06/07: 5).