La cantaron Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa, la letra es de un escritor artiguense, Eliseo Salvador Porta. En 1968 Porta publicó dos libros: Sabina, una novela histórica sobre el artiguismo; y un libro de cuentos con un título significativo Una versión del infierno.  En ese libro hay una historia que se llama «Cañero», un cuento de urgencia, que exponía los problemas de la Unión de Trabajadores del Azúcar de Artigas (UTAA).

Porta no podía mirar con indiferencia la creación del sindicato de «peludos» en 1961, de algún modo había abogado por la organización de los de abajo en su novela Con la raíz al sol (1953). En los años cincuenta Porta era consciente de las dificultades que implicaba la lucha sindical de los trabajadores rurales. Por eso fue muy crítico con la obra de escritores como Asdrúbal Jiménez (Bocas del Quebracho) o Alfredo Dante Gravina (Fronteras al viento)

Además, si el autor prefiere atenerse a la observación directa, y desdeña los esquemas ideales [otro golpe al estereotipo del saber libresco montevideano], descubrirá que frente a los organismos clasistas de los amos, no se yerguen los “correspondientes” aparatos sindicales de los peones; sino que es en la ciudad donde se formula la conciencia antilatifundista (…) Debemos hacer notar que ante el hecho de aquel desnivel entre madurez gremial de peones y patrones, algún escritor optó por inventar desarrollos sociales en los primeros.

Por eso cuando apareció la UTAA se comprometió con los peludos. Firmó una declaración con comerciantes, agricultores, docentes y profesionales de Bella Unión manifestado su apoyo al Estatuto del Trabajador Cañero, que se discutía en la Cámara de Representantes en medio de disturbios y complejas negociaciones tanto en Montevideo como en Artigas. Yamandú González Sierra explica así el compromiso de Porta en su libro Los olvidados de la tierra:

El Dr. Porta […] profusamente comprometido con la causa de los cañeros colaboró en diversas formas al desarrollo del sindicato. Fue uno de los docentes de los cursos de capacitación que organizaba UTAA”, donando en 1971 a la policlínica del sindicato “parte del instrumental y camilla” en calidad de director del liceo Tomás Gomensoro. (pp. 205 y 215 [nota 4])

La profesora Cristina Porta, hija de Eliseo Salvador, me mostró una foto de su padre intercambiando con los peludos frente a un mapa de América del Sur.

Porta con los cañeros

Ahí lo tienen, abajo de un quincho, el local de la UTAA todavía no se había levantado, conversando con los peludos y con sus hijos, que lo miran fascinados. Un peludo levanta el dedo, le habla de frente, el tipo enseña y enseñar es también saber escuchar. Porta les dedicó un cuento, una hermosa canción, sus clases de geografía, sus capacidades y sus recursos como médico.

La canción termina con unos versos que son una amenaza. Los cañeros marcharon a Montevideo y fueron duramente reprimidos, vivían en condiciones inhumanas pero sabían a dónde ir, machete en mano, a reclamar lo suyo. Los dejo con «Yo sé quién soy» que guarda en sus versos la violencia política de los años sesenta.

Caña de azúcar, caña de azúcar,
¿por qué no endulzas el cañaveral?
Amargo mar.

Las hojas secas, las hojas secas,
Las hojas secas del cañaveral
Ardiendo están.

Machete hermano, las cañas negras,
Las cañas negras tendrás que voltear.
Hay que cortar.

Todo picado, negro y barcino
Sudando a chorros como un animal.
Yo sé quién soy.

Me cae la sombra desde el sombrero,
Me cae la sombra como un antifaz.
Yo sé quién soy.

Ay, los riñones que se me parten,
Que se me parten por menos de un real.
Hay que cortar.

Caña de azúcar, caña de azúcar,
¿por qué no endulzas el cañaveral?
Amargo mar.

Machete hermano, mañana al alba
Saldré temprano hacia el cañaveral.
Yo sé quién soy.

Y si no vuelvo, caña de azúcar,
Machete en mano yo sé dónde ir.
Mirá que sí.