
De los pueblos amerindios que habitaron el actual territorio uruguayo, los charrúas han tenido el mayor peso simbólico en la construcción de nuestro ethos nacional. A ello han contribuido los relatos de cronistas del siglo XVI, hasta la producción literaria, histórica y artística de los siglos XIX y XX. En décadas recientes, la reivindicación de la identidad charrúa adquirió una mayor visibilidad, de la mano del surgimiento de colectivos que comenzaron a reclamar esta identidad para sí.
En simultáneo, un estigma, un destierro, contrapesa este reconocimiento. La idea del Uruguay sin indios, de ascendencia europea y fiel a valores occidentales, ha predominado durante la mayor parte de nuestra historia. Incontables escritores, historiadores, figuras públicas ¡y hasta célebres antropólogos! minimizaron o negaron la influencia del legado cultural charrúa a nuestra identidad. Ciertamente, algunos de estos discursos se sustentan en la indiscutible evidencia arqueológica, que documenta una presencia minoritaria en nuestro territorio de los charrúas en relación con otras etnias. Sin embargo, es también indiscutible el resabio colonialista y la nostalgia europeizante que ha teñido a la mayoría de los movimientos de negación y ocultamiento de nuestro pasado, no sólo charrúa, sino indígena en sentido amplio.
Lo cierto es que lo anterior ha resultado en una representación vaga y contradictoria de los charrúas en nuestro imaginario: entre el indio salvaje y primitivo, y el guerrero valiente y combativo, cristalizado en la figura de la “garra charrúa” (Verdesio, 2014). Frente a estas contradicciones, ¿qué ideas forjaron la construcción discursiva de lo charrúa en nuestro relato nacional? ¿Cuáles corrientes teóricas inspiraron las representaciones de nuestra elite intelectual sobre los charrúas?
Quisiera examinar aquí tres textos proto-antropológicos escritos entre el final del siglo XIX y el principio del XX. Es decir, obras producidas en un campo intelectual sin ciencias antropológicas consolidadas, por autores que no eran antropólogos de profesión, pero que abordan tópicos específicamente antropológicos: en este caso, los charrúas.
Comenzaré por J. H. Figueira, un destacado miembro de la elite criolla nacional, recordado por su labor pedagógica y considerado fundador de la arqueología nacional (Pi Hugarte, 1997). En 1890, durante un viaje de estudios a París y Berlín, Figueira conoció al sociólogo evolucionista Herbert Spencer, quien tuvo una influencia determinante en su obra. Dos años después de este encuentro, Figueira escribió Los primitivos habitantes del Uruguay, un texto seminal para la arqueología nacional, en el que la influencia de las ideas de Spencer es evidente.
En este “ensayo paleoetnológico” (así lo define Figueira), encontramos descripciones de los charrúas inspiradas en la “analogía orgánica” de Spencer, un supuesto de que las sociedades se comportan como organismos biológicos y, como tales, evolucionan de lo simple a lo complejo. En diálogo con la teoría evolucionista de Darwin, Spencer creía que la evolución social ocurría por la competencia entre individuos, donde los más aptos para sobrevivir prevalecían sobre los demás, una lucha que, en última instancia, confluía en el progreso general de la sociedad.
Desde esta matriz, Figueira describió a los charrúas como una sociedad pequeña, simple y primitiva, sin leyes ni religión, y en la cual no existía división del trabajo ni diferenciación social entre individuos. Los Charrúas no tenían “consideración de respeto y urbanidad”, ni bailes, ni canciones, ni instrumentos musicales, ni conversaciones ociosas, y carecían de adornos y «sentimientos estéticos». Vivían en un “estado social rudimentario», tenían “escasa inventiva” y sus ideas eran «limitadísimas”. Por estos motivos “fue menester destruirlos” (Figueira, 1982).
Un interesante giro sucedió hacia 1895, cuando Francisco Bauzá publicó Historia de la dominación española en Uruguay, donde presentó una visión innovadora sobre los charrúas. Distanciándose de la separación tajante entre salvajes y civilizados, y Bauzá resaltó algunas de las cualidades de los charrúas, como la “bondad natural” y la “valentía heroica”. Bauzá señaló el carácter complejo de la sociedad charrúa, destacando su división del trabajo en la caza y la pesca, y señalando que “tenían idea de la divinidad” y que eran “astutos y avisados, pero no rencorosos”. Es cierto que, a pesar de reconocer estos rasgos, el autor reconoció el carácter incivilizado de los charrúas, presentándolos como una “comarca de indios salvajes”. Sin embargo, encontramos en Bauzá una visión humanista y tolerante frente a la alteridad indígena sin precedentes.
Al mismo tiempo que las ideas de Spencer influían a muchos pensadores del Plata (como Figueira en Uruguay o Sarmiento en Argentina), otras ideas evolucionistas permeaban en la intelectualidad de la región. Una de ellas planteaba la unidad psíquica de la humanidad. Es decir, que la mente humana, independientemente de si se tratase de “pueblos primitivos” o “civilizados”, funcionaba invariablemente a partir de los mismos principios. Sobre esta noción se sostenía el evolucionismo unilineal de influyentes antropólogos como E.B. Tylor en Inglaterra, o L.H. Morgan en Estados Unidos. El primero, de hecho, había publicado en 1871 el libro Primitive culture, que ya en su título planteaba la controversial proposición de que existía tal cosa como una cultura primitiva, contradiciendo la diferencia entre salvajes y civilizados propuesta por Spencer, para quien la cultura era propiedad exclusiva de nosotros (o, más precisamente, los ingleses industrializados). Tylor asociaba la cultura a cualquier individuo miembro de una sociedad, en cualquier contexto etnográfico. Así como el londinense de fines del siglo XIX, el miembro de la tribu San o el Charrúa estaban enlazados por un escandaloso principio común: ¡tenían cultura!
Es cierto que no hay citas explicitas a Tylor o a Morgan en Historia de la dominación…, por lo cual no sabemos a ciencia cierta si Bauzá leyó directamente sus obras. Sin embargo, no es antojadizo advertir en su libro influencias del evolucionismo unilineal, puesto que, la visión humanista sobre los charrúas y la descripción positiva de sus cualidades que presentó Bauzá, sólo podía explicarse por la unidad psíquica entre indígenas y criollos civilizados.
Finalicemos con otro giro, este un tanto nostálgico. Ya entrado en el siglo XX, Uruguay atravesaba un proceso de centralización y modernización del Estado. En este contexto, Orestes Araújo escribió Historia de los charrúas y demás tribus indígenas del Uruguay (1911). Allí, el autor desarrolló una visión superadora de lo indígena por la modernidad, cristalizada en su tiempo por un Estado moderno y centralizado. En este libro, Araújo criticó descripciones previas de los charrúas por parte de historiadores que “falsearon la verdad” producto de “falta de suficiente observación”, “espíritu dogmático” e “imaginación extraviada”, y describieron a los charrúas como “un pueblo dotado de una civilización ligeramente inferior a la nación conquistadora”, y no como lo que en realidad eran: “hordas bárbaras” (Araújo, 1911: 9-10).
Ejemplifiquemos con las palabras del propio autor, sus ideas sobre los salvajes charrúas. “Tan adustos eran estos indígenas, que las madres no acariciaban a sus hijos; tan apáticos que nada les conmovía… Apenas reían, hablaban en voz baja o no hablaban, faltando a su voz ese timbre suave o fuerte, pero sonoro y claro, que distingue al hombre civilizado del salvaje”. Su “inferioridad intelectual” se reflejaba en “el grado ínfimo de su cultura general”, y “la idea de civilización estaba tan alejada de su inteligencia que les era imposible comprenderla ni asimilársela. Nada excitó nunca sus adormecidas facultades intelectuales” (Araújo, 1911: p. 61). La descripción reviste un salvajismo animal: “Procedían por instinto, o impulsados por la necesidad, siendo incapaces, por falta de suficiente inteligencia de mejorar el medio en que vivían, a pesar de tener en los indios misioneros ejemplos que no les hubiera sido difícil seguir” (Araújo, 1911: 60).
Araújo no se reconoce explícitamente influido por las ideas de Spencer, pero sí por Figueira. Las referencias a Los primitivos… afloran en Historia de los charrúas…, lo cual es llamativo. Casi dos décadas separan ambos textos y entre medio de ellos no sólo Bauzá publicó Historia de la dominación…, sino que tuvo lugar un cambio de representación de lo charrúa en el campo intelectual y artístico uruguayo que, de alguna manera, reivindicó parte de su legado (como bien lo documentó Azpiroz en un excelente trabajo que invito a leer). Parecería que Araújo ignorase deliberadamente este cambio, reivindicando una visión conservadora de lo charrúa y acentuando la diferencia entre civilización y barbarie. Al final del día, el más reciente de estos tres autores, ofrece el relato más conservador sobre esta etnia.
Cualquier análisis de obras clásicas que pretenda hacer justicia con sus autores, debe abordarlas como productos históricos de su tiempo. Ello implica hacerlas dialogar con el contexto del que emergen, y leerlas a la luz de los paradigmas dominantes en su época. Como vemos en estos textos, más allá de sus vaivenes, el campo intelectual de producción de literatura sobre los charrúas en Uruguay estuvo, durante el tránsito del siglo XIX al XX en Uruguay, marcado por las influencias de corrientes evolucionistas.
Aunque más de un siglo nos distancia de estos textos, es llamativa la extemporánea vigencia que mantienen algunos de sus preceptos en discursos contemporáneos sobre la identidad uruguaya. Para muchas personas (incluso ex presidentes), Uruguay siempre fue, y continúa siendo, un país sin indios. Revisar la obra de autores como Figueira, Bauzá o Araújo constituye, entonces, un doble ejercicio. Por un lado, es un aporte a mapear tradiciones de pensamiento que configuraron la forma de pensar el ethos nacional uruguayo en referencia a uno de nuestros pueblos originarios. Por otro, se trata de perseguir el rastro de las huellas evolucionistas que impregnan (y continúan impregnando) buena parte de los discursos relativos a la etnicidad charrúa en la actualidad.
Nota del editor: para quienes quieran profundizar en el tema pueden leer el artículo que dio origen a esta nota, «Huellas evolucionistas en la literatura proto-antropológica uruguaya sobre los Charrúas en el cambio de siglo (1890-1911)», de Federico del Castillo, publicado en la revista Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria 28.1 (Junio 2020).