Texto de María Abella (1866-1926)

¡Mujeres, hermanas queridas! se va llegando el momento de que pensemos sobre todas las cuestiones con la mucha o poca luz que no dio la naturaleza.

Y no sólo que pensemos, sino que demos a conocer nuestras ideas: es el único medio de que se nos haga justicia y podamos hallar un poco de independencia y de verdadera dicha en este mundo.

La Opinión Publica es actualmente el mayor de los poderes, ese poder lo forman los que escriben, los que expresan sus pensamientos en voz alta: de lo que resulta que corno los hombres han sido siempre casi exclusivamente los que han escrito, han formado la opinión a su modo y enteramente desfavorable a la mujer.

En lo que más fuerza se ha hecho para abatir, humillar y ridiculizar a nuestro sexo es en las comedias y sainetes: estos últimos, sobre todo, siempre están constituidos por un matrimonio que batalla, en el que la ridícula es, en todos los casos, la mujer, y el hombre razonable, por lo que se podría decir: “Bien se ve que es pintar como querer”… y que el autor no es mujer.

¡Ah! si las mujeres hiciéramos sainetes, ¡qué cuadros tan distintos y tan verdaderos podríamos presentar!…

En los cuentos chistosos, en los epigramas y hasta en máximas y sentencias se nos carga siempre, sin detenerse a reflexionar que los defectos femeninos que nos inculpan son la consecuencia de la deficiente educación que se nos da, de la moral artificial que se ha inventado expresa y exclusivamente para nosotras y, en una palabra, de la opresión en que vivimos.

Algunos escritores para no tener competencia han cuidado muy muy especialmente de ridiculizar las literatas, a las que han pretendido colocar casi fuera de la ley.

Pero afortunadamente, algunas valerosas que nos han precedido han abierto en la literatura para nosotras ancho y cómodo camino, que empezamos a recorrer un grupo de aficionadas; pero somos pocas todavía: es preciso que el gremio aumente y que aumente unido, dándonos las manos unas a las otras y recíprocamente defendiéndonos.

¿Somos débiles?… no importa: si somos unidas seremos fuertes.

Escribamos, pues, tratando de formar la opinión pública respecto de nuestro sexo de una manera más justa y equitativa.

Tengamos siquiera una libertad, la primera y más legítima de todas: la libertad de pensar y expresar nuestras ideas.


Publicado por primera vez en el libro En pos de la justicia (1908, páginas 19 y 20) de María Abella de Ramírez. Nacida en San José (Uruguay) en 1866, Abella vivió la mayor parte de su vida en La Plata (Argentina). Allí se recibió de maestra y ejerció el periodismo, publicando la revista Nosotras. Fue una militante y organizadora muy activa del feminismo en las primeras décadas del siglo XX en Argentina. Tomamos este texto de la re-edición de su libro de 1908, con el nuevo título Ensayos feministas (1967), que pueden descargar gratuitamente en este link de autores.uy. También podrán encontrar allí otro libro de la autora La moral católica (1915), publicado en La Plata.