El cuerpo trans es con respecto a la heterosexualidad normativa lo que los campos de refugiados de la isla de Lesbos son hoy con respecto a Europa: una frontera cuya extensión y forma se perpetúan por medio de la violencia. Un lugar de control y muerte

Paul Preciado, Yo soy el monstruo que os habla, p. 46

Con cierta urgencia, es necesario leer el reciente texto de Paul Preciado Yo soy el monstruo que os habla. Es un manifiesto de época. Porque pone de relieve lo que sucede, lo manifiesta, pero también porque representa, como el icónico texto de Marx, un hito que da palabras a una lucha que implica una revolución radical y es un llamado lleno de fuerza ilocucionaria, de ese poder de la palabra de hacer cosas, performar y transformar.

Los ingredientes son suculentos. De una parte la puesta en escena, acontecimental: una conferencia en diciembre de 2019 ante 3500 psicoanalistas en París que suscitó abucheos y aplausos, hubo de ser interrumpida y ocasionó posteriormente una escisión en la solemne corporación de psicología francesa.

Es que en ocasiones la conferencia tiene un cierto poder. Es un género específico de la producción filosófica, con el peso de la palabra en su aura. Un texto enunciado, aunque leído o escrito, despierta en ese lugar particular de interpelación una cierta transcendencia, como decía, performativa. De hecho el texto de Austin sobre “cómo hacer cosas con palabras” se remonta a un conjunto de conferencias.

De otra parte, otro ingrediente, el tono, el adressé o el modo de dirigirse, de desarrollar la conferencia: una argumentación demoledora de yo a tú que recuerda los seminarios de Lacan enfrentando a psiquiatras o de Derrida a los angloparlantes. Es de notar el fuerte papel que juega el yo egoico, el emplazamiento del hablante, en muchos de los textos deconstruccionistas o posestructuralistas. Pero el ejercicio de estilo, como pasa entre alumnos y maestros, los supera yendo más allá. Toma como avenida principal un texto de Kafka, no Gregorio y la metamorfosis, no la colonia penitenciaria y sus máquinas de tortura, ni la burocracia abstracta del proceso o autoridad inasible del castillo, que también podrían estar en la conversación. El hermoso “Informe para una academia”, donde un mono, devenido humano, expone ante las autoridades científicas las principales características de su proceso de transformación. Las referencias al cuento son sutiles y numerosas, aderezos para la lectura.

Además es una reflexión en torno a la biopolítica, que es uno de los emplazamientos de producción más relevantes en los últimos años. Desde la emergencia del concepto en sus varias derivaciones (el análisis de la gubernamentalidad y el control de poblaciones, como Rose, Espósito o Mbembe; el papel de la salud y la medicina en la regulación de las conductas y la política de lo vivo, como Agamben), Preciado habita con comodidad y naturalidad este espacio. Y tiene mucho para decir. Salta sobre el tono crítico de esos textos con un claro llamado a la acción; claro también porque lejos del habitual hermetismo de sus textos, aquí la argumentación es diáfana, y la filosa exposición, transparente.

Estamos hablando de género, géneros. En la mejor estela de Butler, le philosophe, y de Foucault (cabe recordar su texto sobre el diario íntimo de Herculine Barbin o que el monstruo del título remite a sus Conferencias en el Colegio de Francia de 1974), el sexo se hace, se actúa, se conforma. Preciado lo evidencia, se presenta y se lo enrostra al psicoanálisis, máquina cómplice de esa historia triste de la epistemología binaria, con hitos que van desde la envidia de pene hasta la disforia.

Y vaya si los cuestiona. Qué tentación la de recortar citas, hilvanándolas, como es usual en las reseñas, partes del texto del libro. Porque está lleno de frases de esas esenciales, haikus en lo que tienen de precisión y concisión, aforismos que causan regocijo. Que dejan boquiabierto. No sólo cabe evitarla para no caer en spoilers, en tanto el texto se anuncia a sí mismo desde el principio. Es más bien porque el pequeño libro, este manifiesto, hay que leerlo. Experimentarlo. Sin embargo, no tanto para aportar lucimiento a estos párrafos sino como para tentar o invitar la lectura, no es posible no presentar algún bocado, un breve resumen del autore al final de la primera parte del texto.

Si me lo permiten, con la inusitada libertad que me da hablarles desde una posición discursiva tan inesperada como imposible, la del disfórico de género que se dirige a la academia de psicoanalistas, querría transmitirles hoy al menos tres ideas, puesto que como “hombre trans”, como ”cuerpo no binario”, mutante de la humanidad binaria y racializada a la que ustedes representan y por la que ustedes militan, he dedicado toda mi vida a estudiar los distintos tipos de jaulas en las que los humanos se encierran a sí mismos.

En primer lugar, quiero decirles que el régimen de la diferencia sexual con el que trabaja el psicoanálisis no es ni una naturaleza ni un orden simbólico, sino una epistemología política del cuerpo, y como tal, es histórica y cambiante.

En segundo lugar, quiero comunicarles que esa epistemología binaria y jerarquizante entró en crisis al menos a partir de los años cuarenta del pasado siglo, no solo por la contestación de los movimientos políticos de minorías disidentes, sino también por la aparición de nuevos datos científicos, revelados por los análisis de la morfología, de la carta cromosómica y endocrinológica, que hacen imposible a asignación binaria.

En tercer lugar, les diré que, como consecuencia de estos cambios, la epistemología dela diferencia sexual está mutando y va a dejar paso, probablemente en los próximos diez o veinte años, a una nueva epistemología. Los movimientos transfeministas y queer de denuncia de la violencia, pero también las nuevas prácticas de filiación, de relación, de identificación, de deseo, de sexualidad, de nominación, son índices de esta mutación.

Frente a esta mutación epistemológica en curso, tendrán ustedes que decidir, honorables señores y señoras psicoanalistas, qué van a hacer, dónde van a situarse, cómo van a jugar sus cartas discursivas y clínicas en u proceso tan importante como este.

Lanza entonces finalmente, una invitación a les psicoanalistes a un cambio paradigmático. No en forma inocente, sino como se hace en el texto, desde Kuhn y Latour, comprendiendo que el espacio que existe y construyen obtura el pensamiento de lo que sucede, y es momento de lo nuevo. Está todo dicho, en 100 páginas: tras ellas no cabe duda de la necesidad de otro idioma.

Se hablaba de urgencia al principio: es notoria. No solo porque como señala Preciado hay mucha violencia concreta en todo esto, sino porque también la máquina dicotómica funciona en forma aceitada. En términos políticos tal vez hubo avances; en nuestro país sin duda: organizaciones autodefinidas como de personas trans mujeres y varones, referentes sociales y políticos, una creciente visibilidad, sin duda la Ley Trans. Pero es un avance tímido. ¿Por qué? Porque como señalaba el manifiesto marxiano respecto al capitalismo “el proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial”, y algo análogo sucede respecto al patriarcado con las personas no heteroconformes.

La máquina continuará funcionando, se sostiene en tradiciones como la psicoanalítica, la médica, conjuradas en un complejo armazón patriarcal. Como muestra Valentina Larrosa, los procesos de asignación de sexo a recién nacidos intersexuales son impuestos y problemáticos. La investigación de Valentina Torre muestra que la vida cotidiana condena a circuitos marginales a las personas no heteroconformes. Como señala Diego Sempol, la violencia estatal se arrastra desde la dictadura y se expresa en múltiples dispositivos. Cotidianamente expresan denuncias y reflexiones al respecto en sus post en redes sociales numeroses referentes trans.

La maravillosa investigación de Carlos Basilio Muñoz, sociólogo de culto en la academia uruguaya fallecido hace poco más de dos años, realizada en 2011, con entrevistas en profundidad y una encuesta a mujeres trans, representa un hito en las ciencias sociales locales pese a que no haya sido publicada formalmente. Las entrevistas mostraban que las personas trans se han vuelto expertas en categorías, a base quizás de esa extranjería en el etiquetamiento.

Para entender es preciso reconstruir trayectorias excéntricas, con lo que esto tiene de complejo. Carreras identitarias, performaciones vitales, que coagulan momentáneamente en identificaciones múltiples y no un “tercer lugar” estable: la categoría trans es identitaria e implica una apropiación, pero es también propia de algunes, les con estudios. Transexual implica a veces un desprecio; transgénero puede referir a un proceso de operaciones, trámites y formalizaciones. Travesti es más rea, pero también ostentada con orgullo, sobre todo por les mayores. A veces la identificación del momento es “mujer-mujer”, en una devolución de la dicotomía apropiada y convencida, que la estalla. En oportunidades aparecen palabras inventadas, conjunciones llenas de guiones. Porque las posiciones son difíciles de fijar y una vez localizadas impiden dar cuenta de la dinámica del asunto, cuánticamente. Y cuantitativamente, en la encuesta, Muñoz encuentra lo que denomina “reclusión a la prostitución”, que muchas veces no existe otra alternativa. Entregar el cuerpo, como única salida, como la salida. En una compleja dialéctica es el propio cuerpo, el espacio de su poder de lo múltiple, lo que se entrega en forma sacrificial. “A través de ti, travesti”, se llama el artículo de Muñoz.

Víctimas sacrificiales entonces, como hace Paul siendo un monstruo que habla, que evidencian lo antiguo y oxidado de la dicotomía sexual y de género, y cómo esa dicotomía se impone sobre vidas y cuerpos que son necesariamente más complejas. Eslabones radicales de la sujeción, las personas trans tienen en sí el poder de lo múltiple, que desarma primero la hegemonía de lo universal y luego tras ello la dicotomía, haciéndola estallar. Y cada vez más cuerpos y más voces hacen espacio y dan lugar prácticamente a este estallido, lo performan. Sobre elles pasará la máquina, o más probablemente la romperán.