Entrevista a Ana Bayer (Argentina), a partir de la celebración del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

Ana Bayer- 1974 sale la Patagonia Rebelde, la película de mi papá que ganó el Oso de Plata en el Festival de cine de Berlín. En este mismo día muere Perón y el gobierno de Isabelita prohíbe el film. Con la creación de la Triple A, un grupo paramilitar, ya se reprimía antes de 74.

Osvaldo Bayer, mi padre, es el primero de los intelectuales que recibe amenazas. Ya había una lista negra con los nombres de muchos intelectuales, artistas, sindicalistas, políticos que no podían ya más trabajar.

Un día al volver de mi curso de danza, veo a mi madre que muy agitada nos dice: “Nos acaban de llamar por teléfono, amenazándonos, que van a poner una bomba en nuestra casa.” Ya había pasado con una casa del hermano de un compañero. El miedo era bastante grande. Mi mamá tuvo una gran intuición y dijo: “No es un chiste, hay que moverse. Elijan lo más importante para poner en una valija y ya nos vamos de la casa.”

Y fue así, de un momento a otro. Yo tenía 15 años. No era más una nena pero tampoco una adulta. Entendía desde un cierto punto lo que estaba pasando.

Lo primero que pensé en este momento fue agarrar lo que más quería: mi bolso de danza. Era un bolso colorado, que siempre llevé conmigo durante el exilio, con mis zapatillas de danza. De ahí nos fuimos un mes, viviendo clandestinamente en la casa de una amiga de mi mamá. Estábamos bastante seguros en esta casa. Mis hermanos seguían yendo a la escuela porque ya les faltaba poco para llegar al bachillerato. Pero yo ya no iba más a la escuela.

Fue un mes con mucho miedo, sin querer salir. Mi mamá fue dos o tres veces a nuestra casa a buscar qué cosa vender para poder pagarnos el pasaje. Lo más difícil fue conseguir el dinero para poder escapar. No todos pudieron hacerlo. En estos años era muy caro tomar el avión. Se viajaba todavía en nave (barco).

Mi mamá y yo viajamos con una de las últimas naves de pasajeros que iban a Europa. Para mí fue una gran aventura, tomar un barco tan grande e ir a Europa, que aún no conocía.

Me acuerdo de la despedida de noche, despidiéndonos, el barco dejando Buenos Aires despacito. Saludamos mi papá y mis hermanos que se quedaron clandestinamente. Mi papá no sabía qué hacer sin trabajo y con esta sensación de que está pasando algo en el país. No era una guerra declarada, se sentía que algo iba a pasar.

Con mi mamá llegamos a Génova. De ahí tomamos el tren y fuimos hasta Alemania. Ahí mi mamá tuvo que empezar de cero. No teníamos nada. Alquilamos una piecita bien chiquita. Era invierno. Mi mamá inmediatamente empezó a trabajar en un mercado de Navidad vendiendo vestidos con mucho sacrificio, con una gran soledad. Yo no lo viví tan mal porque para mi era todo nuevo. Lo vivía como una aventura. Pero para mi madre, haber dejado la casa, su vida, su marido y no saber hasta cuándo y sin trabajo… creo que para ella fueron momentos muy difíciles.

Lo primero que pensó fue en inscribirme en una escuela de danza. Era una escuela profesional, la famosa Folkwang-Hochschule, muy conocida para los alemanes, porque fue dirigida por Pina Bausch. Cuando me presenté, mi mamá dijo al director que estábamos escapando de la Argentina. El director, a su vez, le contestó que en la época del nazismo a él también le tocó escapar. En su caso había sido junto a un grupo de bailarines, se refugiaron en Chile.

El director dijo: “A mí me trataron bien en Chile, así que quiero hacer lo mismo con ustedes”. Por esta razón pude entrar a esta escuela sin rendir examen de ingreso, lo cual para mí fue muy importante. En ese sentido, tuve suerte.

Mi papá también pudo arreglárselas para venir a Alemania. Estaba en Argentina en el momento del golpe de 1976, y empezó a tener miedo.

De todas formas, mis padres guardaban en la cabeza el deseo de volver.

Mi padre decía que había que hacer mucho, muchísimo para poder volver. Y no era bueno quedarse de brazos cruzados.

Recuerdo haber conocido gente de Nicaragua, Chile, Colombia, Brasil. Nos encontrábamos como exiliados en el mismo país. Había una gran unión entre nosotros, los latinoamericanos. Había actos políticos, huelgas de hambre. Nos informábamos mucho. Lo que uno quería, era volver.

Lo más importante que mi papá hizo durante el exilio fue haber colaborado con las Madres de Plaza de Mayo. En esta época, las Madres necesitaban que la información saliera fuera del país. Mi padre fue a diversas asociaciones para difundir en toda Europa a este grandísimo movimiento que son las Madres. La única oposición real a la dictadura.

Después de la dictadura, el único que vuelve a la Argentina es él, Osvaldo Bayer. Nosotros nos quedamos en Europa, nos casamos, tuvimos hijos. Era difícil para nosotros decidir volver a la Argentina. Con el exilio se separaban las familias, los hijos, los padres.

Me acuerdo que había un grupo llamado “Hijos del exilio”, los que no elegimos el exilio. Yo no elegí, a mí me llevaron mis padres. Somos chicos que nacieron en Argentina, nos criamos en otro lugar pero con una cultura argentina de lucha.

Me acuerdo en los años 90 la cosa impresionante que era ir los jueves a la Plaza de Mayo. Se llenaba y te caían las lágrimas. ¡Era tan emocionante! Había una repercusión mundial e internacional.

El 24 de marzo es una fecha de las más importantes. Pudimos salvarnos con la gran intuición que tuvo mi mamá, hay que decirlo. Lo difícil es saber cuando escapar. Ella lo supo.

Mi mamá… la fuerza que tuvo llevó adelante todo.

Yo era adolescente. Por un lado, la política, la desaparición, el exilio, la crueldad política. Por otro lado, la danza, el éter, el arte: esto viene más de la parte de mi mamá, la enseñanza.

Tuve crisis difíciles. Momentos en que dejé la danza. Me puse en grupos de solidaridad. Empecé a viajar y escaparme de la familia.

Encontré la tranquilidad cuando hice la coreografía sobre las Madres de Plaza de Mayo. Pude unir la danza y lo político, el aspecto de mi vida más presente.

Estaba viviendo con mi papá. Mi mamá se había ido trabajar en otro lugar. En el escritorio de mi papá, encontré cartas de la Madres. Las leí. Eran mujeres de distintas clases sociales. Tenían una cosa en común: la desaparición de sus hijos.

Cuando más dinero tenían, más difícil era abandonar sus bienes. La mujer joven embarazada con su compañero desaparecido. La mujer de la clase más humilde que tiene fuerza para salir a la calle a luchar.

Tomé en esta coreografía las distintas caras de estas mujeres para representarlas. Tomé distintas danzas. A la chica joven, una coreografía de tango contemporáneo. La mujer rica con una música española y danza clásica. Y la mujer humilde, de tierra, de lucha como las Madres de la Plaza, las hice con una chacarera haciendo malambo: un baile de hombres zapateado. Cuando las Madres hacían el camino por la plaza lo hacían con un malambo. Las mujeres y la fuerza de los pies.


La entrevista fue realizada en el marco del colectivo Tanta Oralidad, que se dedica a la investigación de la memoria oral en el mundo, a realizar y producir encuentros, eventos y manifestaciones en relación con la palabra oral y el cuento.

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