Es éste un libro de un lirismo, por momentos, sobrecogedor.
Los mensajeros celestiales acuden a Carolina Massola con señales de duelo.
Es el frío de la muerte pero Carolina elude esa palabra con destreza en un verso que la define: “Miedo de la palabra que no tiene fondo ni regreso”.
En medio de la pérdida, del dolor por la fuga del ser querido, los ángeles traen también el sueño del lenguaje.
El dolor se enamora de las palabras porque las necesita. Necesita el cobijo más humano de que disponemos para abrazar lo sucedido y abrazar el recuerdo.
Porque ahora que el amigo amado no está presente, Massola percibe que lo está: más presente que nunca: su voz, sus manos, los poemas, los ideales compartidos.
Y esa aparición paradójica que la muerte suele depararnos, impulsa a Massola hacia el poema, con percepción, precisión y lucidez.
“Incendia de pérdida lo perdido y recupera el alba” (Pascal Quignard dixit) ya que la poesía es siempre un renacimiento, una luz en la oscuridad.
La poeta “alza un fanal y es su centinela”, en el barco en que navega desde la ausencia.
Ella no ignora que “sólo somos peregrinos” en esta tierra nuestra, maravillosa y cruel.
“Yo quiero con desgarro tu epifanía”, implora y también espera sabiamente “por la abundancia del día”.
En la precariedad aparece la conciencia de la escritura en dos versos conmovedores:
Cada noche es la misma. No soy más que un cuaderno sobre la mesa. Una silla mal acomodada.
En esa “esquina callada” donde los ángeles la depositan, la poeta recibe al frío de un invierno imposible de esquivar y nos regala la vida y la belleza del poema.
Paulina Vinderman
Paulina Vinderman (1944). Poeta nacida en Buenos Aires, ciudad donde reside. Tiene una importante obra poética publicada en distintos países de habla hispana. Ha recibido distinto reconocimientos nacionales y fue traducida parcialmente al inglés, al italiano y al alemán en distintas antología. En su página web se puede consultar parte de su obra poética y distintos materiales sobre su trayectoria nacional e internacional.