Cuando me diagnosticaron vitiligo yo tenía 23 años y estaba a punto de titularme de periodista. Me contaron todo lo que se puede leer en Google sobre la enfermedad y me recomendaron desestresarme. Me dijeron que había un vitiligo que se repigmentaba y otro que no, pero en ambos casos había que cuidarse del sol, porque las manchas blancas eran más sensibles a las quemaduras. Ah, y obvio, mi vitiligo era el que no se repigmentaba. El médico fue honesto. Me dijo que no perdiera tiempo con los tratamientos más caros. No servían de nada. Me recomendó unas cremas, a las que vuelvo de vez en cuando, y usar bloqueador.

A mí siempre me gustó Charly García. Como varios de mi generación, aluciné con el Hello! MTV Unplugged de 1995 y después regresé a sus discos de los años ochenta y a los clásicos. Me gusta pensar que su música y/o sus salidas de libreto son parte de la vida de todas y todos los latinoamericanos, para bien o para mal. Cuando me diagnosticaron vitiligo, yo no sabía que el bigote bicolor de Charly García era también por vitiligo. Cuando intento encontrar algún tipo de consuelo, me genera curiosidad saber sobre la relación de él con la enfermedad.

En mis primeros años con vitiligo, no tenía problemas en explicar a qué se debían las manchas blancas en mis manos. Solía contar que de niño yo pensaba que esas manchas aparecían porque las personas manipulaban cloro o algún otro líquido corrosivo. Vaya ignorancia la mía. Esto es un trastorno de la piel, autoinmune y de origen desconocido, en que lo blanco aparece por falta de pigmentación. Se corta la producción de melanina, el pigmento natural que genera el color en la piel, el pelo y los ojos.

La creencia popular dice que el vitiligo es la enfermedad de la pena, de la melancolía, de la tristeza. Se suele vincular la despigmentación de la piel con la inestabilidad emocional. Es lo que uno escucha decir a los adultos cuando los niños preguntan por qué una persona tiene manchas blancas en alguna parte de su cuerpo.

A diferencia de Charly García, yo no tengo una idea clara de cuál es el origen de mi vitiligo. Él ha contado en más de una ocasión que el suyo se debió a una pena de la niñez. Cuando tenía tres años, sus padres se fueron de viaje a Europa y lo dejaron con su abuela. A Charly le afectó tanto este abandono que desarrolló una crisis nerviosa, la cual tuvo como consecuencia la aparición de vitiligo. Cada 23 de octubre, cuando el músico cumple años, los medios recuerdan el incidente. «¿Por qué tengo el bigote bicolor? Porque mamá y papá se fueron muy lejos. Los extrañé mucho y así me salió el bigote. No fue antojo, fue un extrañar», cita el diario chileno La Tercera en un artículo de 2017.

Es común que cualquier defecto físico atente contra la autoestima. Hay un vitiligo invasivo y pesado, que llama la atención de las personas en lugares públicos. Algunos cercanos me suelen decir que el mío no se nota mucho, aunque a veces me parece que lo hacen por solidaridad, cuestión que se agradece. Hay días buenos y malos. Hablar del vitiligo en plan pedagógico puede ser positivo. Pero también es odioso encontrarse con alguien que no ves hace años y tener que responder a la pregunta: ¿qué te pasó en las manos? La última vez que ocurrió, la persona parecía estar viendo a un dinosaurio en vez de un ser humano con manchas blancas.

Si me preguntan en la actualidad si el vitiligo tiene algo bueno, respondo que no. Nada. No sirve para nada. Ni para sobreponerse a la adversidad, ni para la unión familiar, ni para disfrutar cada momento de la vida como si fuera el último. Nada. Es una enfermedad de porquería a la que no le tengo ningún cariño. Ni siquiera cuando a uno le dan ánimo diciendo que no es contagioso, que no duele, que hay cosas mucho peores, que hay enfermedades mortales y que destruyen hogares. Me gustaría no tenerla y escuchar las canciones de Charly García sin tener que pensar que compartimos la misma enfermedad.

También me gustaría decirle a Charly que cuando veo su show en el Festival de Viña del Mar 2003, siento que su ira sobre el escenario tiene un pequeño porcentaje de rabia contra el vitiligo. Una rabia compartida contra la enfermedad responsable de que muchos de quienes la padecemos, tengamos una mala relación con el sol y con el calor extremo. ¿Alguien puede tener una buena relación con el calor extremo a estas alturas del calentamiento global? Seguro Charly García tiene algo que decir al respecto, más en estos días de ola de calor en Argentina.

Tal vez lo único bueno del vitiligo sea esa complicidad invisible y de buena vibra que tenemos las personas con manchas blancas, cuando nos encontramos en el metro, en el supermercado o en la calle y nos miramos a los ojos con un aprecio distante. Es una mirada de apañe, de querer decir arriba el ánimo, ojalá se te repigmente algún día esta mierda, amigo desconocido. Una mirada que dura pocos segundos, porque la vida es rápida, pero que uno recuerda en algún momento del día o de la noche, del mismo modo que se recuerdan las canciones de Charly García y su bigote en blanco y negro.