Viendo la tercera temporada de La amiga estupenda (L’amica geniale o My Brilliant Friend), el otro fenómeno de HBO que ha sido estrenado casi a la par con el nuevo ciclo de Euphoria, me es imposible no recordar las palabras del mexicano Carlos Monsiváis, en 2008, cuando le decía a Mario Granda Rangel para la revista El Hablador: “el melodrama es un género que no pasa de moda, porque la catarsis al mayoreo es uno de los ideales de la escritura”.

En uno de los capítulos de la temporada en curso, Elena Greco (Margherita Mazzucco), protagonista y quien narra la historia desde el inicio, tiene dos incómodas conversaciones telefónicas, primero con su marido y después con su suegra. El propósito es ayudar a su amiga Lila Cerullo (Gaia Girace), quien está pasando por un mal momento emocional y físico. Tranquilidad que no hay spoiler. La serie, estrenada en 2018, plantea desde su capítulo piloto la ayuda de una a otra, para luego asistir a un racconto extenso hacia un barrio de Nápoles en los años 50, con una recreación de época y un diseño de producción como pocas series tienen en la actualidad. De ahí, los años pasan en la ficción hasta fines de los 60.

Las conversaciones telefónicas son incómodas, porque mientras Elena muestra su firmeza para pedir un favor, su madre gritonea a sus hermanos y a su padre para contarles lo que está pasando. Elena ha pasado la noche afuera y sigue conectada a su amiga de infancia, que para su amargada madre es una mala influencia.

La escena tiene gran sutileza en su composición. El espacio arquitectónico de un departamento estrecho, que conocemos desde la temporada inicial, se ensancha para mostrar la duplicidad de realidades en que se está moviendo la protagonista. Su antigua familia, a los insultos, y su nueva familia, con frases depuradas; las dos interconectadas a partir de un teléfono (un lujo para la época). Elena no se inmuta en su charla, nunca se distrae y solo mira y escucha el vozarrón insoportable de su madre, que pareciera no tener en cuenta que su hija está resolviendo asuntos importantes. Todo es un caos en esa casa, como lo ha sido desde siempre. Elena ha tenido la posibilidad de estudiar y dejar su entorno de pobreza para acceder a una mejor vida. Esto le ha traído conflictos con su pasado y seguro que también, si es que la serie renueva más temporadas, le traerá problemas en el futuro. Parece una escena común y corriente, pero a mi modo de ver marca un momento simbólico de lo que significa la fisura familiar de Elena y su transición a otra vida. Al mismo tiempo, la escena se puede leer como metáfora de la serie misma en relación a su componente melodramático. Se intenta una variación en el devenir de la protagonista, pero a los gritos se nos recuerda, una vez más, que no se puede escapar tan fácil de sus amarras.

Si bien las ideas de Monsiváis sobre el melodrama están anexadas a México y a América Latina, la historia grande del cine italiano —con el Neorrealismo y con el cine de Federico Fellini, Michelangelo Antonioni y Pier Paolo Pasolini como algunos de sus hitos fundamentales—, tienen en esta serie creada por Saverio Costanzo y dirigida entre otros por Alice Rohrwacher (Lazzaro felice), una confirmación del vínculo.

Basada en las novelas de Elena Ferrante, seudónimo de la desconocida escritora fenómeno que ha sido traducida a más de 40 idiomas, La amiga estupenda confirma que Italia es como esa hermana que los latinoamericanos tenemos viviendo lejos y con la que nos gusta estar en contacto de vez en cuando. He pensado en este vínculo cuando recuerdo que en un restaurante italiano del centro de Santiago de Chile, la puerta del baño de mujeres tiene una fotografía de Sophia Loren y la del baño de hombres una de Marcello Mastroianni. O también cuando recuerdo las palabras de Paolo Sorrentino al ganar el Óscar a la mejor película extranjera por La grande belleza (2013) y nombra a Diego Armando Maradona.

La exacerbación del drama que viven los personajes en el mundo creado por Elena Ferrante puede resultar muy familiar, a la par que conmueve y nos obliga a tomar partido. Estamos en presencia de una Italia de posguerra, convulsionada por disputas políticas, por la lucha de clases, por el fanatismo religioso y por la idea del ascenso social a partir de los nexos con personas que tienen poder. Aquí aparecen las relaciones del proletariado con alguna derivación de la mafia napolitana, una violencia desmesurada que castiga las rebeldías femeninas, pero que al mismo tiempo va construyendo con la amistad de Elena y Lila, una base para entender la mirada que quiere entregar la novela y la serie sobre la fuerza de estas mujeres.

Ahí donde algunas críticas han detectado lentitud en el ritmo de los capítulos y exceso de dramatismo en la historia, también se puede descubrir una valorización histórica de un par de amigas italianas que sobreviven a un mundo de reglas dictadas por hombres. Y esta sobrevivencia puede verse también como una catarsis para espectadores que buscan comprender cuáles fueron las injusticias del pasado y con cuáles hay que lidiar en el presente. Ya desde la segunda temporada asomaba una postura feminista en la serie, la cual se ha amplificado en la tercera. Además, la historia se hace más intensa al adentrarse en las luchas políticas de la década del 70 en Italia, poniendo ojo en las disputas de las amigas y las diferencias entre una izquierda proletaria y una izquierda intelectual burguesa.

Como buena trama vestida orgullosamente de melodrama, La amiga estupenda carga la cruz de las carencias y de las precariedades y también da cuenta de quiebres familiares que parecen no tener vuelta. En la periferia napolitana todos andan a los gritos y en los barrios exclusivos todo es buen gusto y ceño fruncido. Cuesta encontrar bidimensionalidad en algunos personajes que andan de forma constante con la voz alzada, con resentimiento y con la maldad en la mirada. En este sentido, la propuesta de Saverio Costanzo es explorar hasta el fondo ese mundo nefasto en el que sobreviven estas niñas que hemos visto crecer desde la escuela hasta la adultez, con toda la crueldad que podemos constatar e imaginar y que reconocemos, insisto, aun en la actualidad.

Quizás el rasgo más melodramático de esta elegante ficción italoamericana, sea comprobar que las mismas cosas que nos sorprenden en la sociedad 2022, sucedían en los años en que Elena y Lila solo podían aferrarse a la amistad como forma de resistencia.