El cuerpo de tu padre, ¿cuándo fue que lo trajimos? Nosotros ya no te podemos responder eso con exactitud. Lo enterramos allá atrás en el patio, en una bolsa con cal, bajo la sombra de un viejo nancite todavía frondoso, mientras decidíamos qué hacer al respecto. Y recién lo desenterramos ayer, ¿no es cierto, muchachos? No, es cierto. No lo trajimos nosotros. Lo trajeron ellos, no logro precisar ahora cuántos eran, pero fue luego de que se firmó la paz, a ver, ¿cuándo fue eso? ¿Alguno de ustedes se acuerda de cuándo fue eso? Se había firmado la paz, ya no recuerdo cuál de todas, y fue allí que nos trajeron el cadáver de tu padre. Nosotros nunca te avisamos porque sabíamos todo lo que sufriste. Muchachos, alcáncenle los fósforos. Para vos tu padre siempre había estado muerto, y la guerra te había exacerbado esa renuencia y ese abandono, hasta mezclarlo en propaganda y odio. ¿O nos equivocamos? No te gustaba lo que hacía. Sí, pienso la guerra como un sabor, porque pienso la guerra para vos. ¿Nos equivocamos? Algo así fue la cosa. Pásenle el morral, muchachos. Tu padre era un ser muy básico en ese sentido. Para él, el que no mata en esta guerra es un pendejo. Y el que se muere, es un pendejo también. Es decir, que el peor imbécil es el indiferente. ¿No? Aún no se le acerquen, muchachos. Déjenlo que me escuche. Nosotros todavía recordamos cuando entregaste a tu padre y luego tuviste que huir. A tu padre no le agradó, ¿verdad? ¿Es cierto o no es cierto? Es cierto. Sí. Si te miro la cara, tal cual, es peor que lo sea. Y la cara de tu padre, perdida y encalada. Claro, no sabías que llegarías hasta mí. ¿Solo esto recuerdo? Sí, solo esto recuerdo. Ahora te miro y reflexiono sobre lo que el tiempo te hizo, sobre lo que representás de ese tiempo, sobre lo que habríamos llegado a ser si estuvieses muerto. Pero, ¿y ya les contaste a estos compañeros tuyos lo que te pasó? ¿Ustedes están al tanto de lo que le ocurrió a él? Yo creo que, en el fondo, todo fue nuestra culpa. Pero no te preocupés, tranquilizáte, guardá eso, no, no se preocupen, que aquí todo se vuelve, ¿verdad, muchachos, que aquí todo, hasta los ríos, se regresan? Guardá eso, muchacho. Entonces ellos trajeron el cadáver. Nosotros ni nos molestamos en anunciártelo. A ver, empezá a mostrárselo al hombre aquí. Él era un traidor, aunque, quién sabe, todo es relativo, ¿no? Sin víctimas, ¿no?, qué complejo, un enemigo sin víctimas. Había traicionado la organización, y del otro lado de la frontera lo buscaban desde hacía mucho tiempo. Apenas apareció nosotros lo acogimos y lo protegimos. Realmente no supimos cómo es que lograron capturarlo. Fueron ellos. Ustedes ni se enteraron, hasta ahora. A ver, empezá a mostrárselo. Tranquilos, muchachos, déjenlo que se acomode. Apoyála aquí, si querés. Te puedo describir aquella noche. Si querés. Después ustedes decidirán qué hacer con nosotros. Ellos nos tocaron la puerta una madrugada. El pueblo llevaba dos semanas de silencio. Muy pocos hombres habían regresado. Los campos estaban baldíos. Nos habían decomisado los fusiles. Llegaron sin levantar ruido, sin ninguna señal excepto un penetrante hedor a pólvora, que envolvía los ranchos y hacía cagarse a los hombres. Nosotros nos asustamos. En cierta medida, éramos muy cobardes. Esa noche estábamos todos aquí en este rancho, reunidos mientras discutíamos sobre la organización, y al escucharlos cuando nos tocaron la puerta nos paralizamos. Todo se detuvo, ¿verdad? ¿Fue o no fue así? Entonces ellos dijeron algo que no percibimos bien, y luego esperaron una hora en silencio, arremolinados allí en sus caballos sobre el camino terroso, hasta que golpearon de nuevo. El rancho se cimbraba, cómo decirlo, como si lo hubiesen cogido por sorpresa. Allí nosotros abrimos. Entornamos apenas unos milímetros la puerta. La noche apareció como un lienzo pesado por la hendidura, y enseñaba unas lucecitas eléctricas rabiosas en los ojos de fango que había en el camino, ah, claro, porque había llovido. Sí, había llovido. Como hoy, cuando llegaron ustedes. La luna aparecía flaca y desteñida, y las nubes le hacían una barba muy sucia. Nosotros no estábamos dormidos. Todos ellos iban montados a caballo, sin excepción. Se adelantó uno para anunciarse. Nos dijo Aquí les traemos el cuerpo de Aquilino. Su voz estaba apenas timbrada y era casi un susurro, aunque estaba articulada con naturalidad. No se le veía bien la cara, y apenas se le abría el agujero donde estaba la boca, pero se le escuchaba como si fuese un retumbo sonoro, un balazo enojado salido del batiente de un tambor. O sea que estaba claro que ya venía grave la cosa. Nosotros nos miramos así, ¿no es cierto?, ¿cómo nos miramos nosotros?, así. Así nos miramos, sorprendidos. De entre nosotros escogimos uno que le respondiese. ¿Fuiste vos, no? Sí, fue este. Le gritó, a través de la puerta, Bueno, ¿pero y qué Aquilino es ese? Nada estaba claro. La noche se hundía bajo el hierbario sobre el que se apoyaban los cascos de sus caballos. Sí, siempre recuerdo mejor los caballos. Y del pantano que se abría junto a las veredas subía un rumor terebrante, como si todos los insectos estuviesen despiertos, sin excepción. La lluvia es el agua de los diez mil ruidos, ¿no? Eso decían los fusileros del otro lado de la frontera, mientras contaban las poquitas balas que les racionaban. La lluvia es el agua de los diez mil ruidos. Qué ironía, ¿no? Que hayan sido ellos quienes dijesen eso. En este agujero de tierra hasta el agua es irónica. Ellos se sorprendieron. Ellos respondieron Ese, y señalaron el cadáver que arrastraban sobre una lona gruesa, que a su vez habían atado por un cuello plástico al arnés de uno de los caballos. Abrimos la puerta del rancho unos centímetros más para poder ver. Nosotros dijimos Ese no es Aquilino, y nos callamos para deliberar unos instantes, Ese es Pipe, concluimos. Ellos parecían molestos y clausuraron el asunto diciendo Cómo digan, es ese. ¿Sabrían al menos qué cadáver nos encargaban? Quién podría responder eso ya. Cortaron el mecate donde estaba la muesca de un nudo que ahorcaba la lona al arnés del caballo, y se retiraron. Les preguntamos a la carrera, ¿verdad?, ¿no es cierto que les preguntamos?, les gritamos ¿Y qué es lo que pasó con sus manos? La luna ya no oscilaba en los ojos de los charcos de fango. Uno de ellos, fornido y de voz aguda, se volvió, muy fastidiado, y respondió Se las amputó el gobierno. ¿O no estaban fastidiados? Si mirás las mías, y también las de allí, a ver, muéstrenle para que les vea los muñones, mirá, tocá, podés tocar, nosotros también tenemos las manos amputadas. Nos llamó la atención que lo trajeran aquí. Exactamente aquí. Lo arrojaron casi enfrente de la puerta y luego desaparecieron. Nosotros no queríamos tener ningún contacto con ellos, así que esperamos mucho tiempo, quizá algunas horas, antes de abrir por completo la puerta del rancho y encontrarnos con el cadáver. Verlo allí, muerto, sin la protección del día, cómo decirlo, ¿verdad, muchachos? Fue una conferencia difícil. Lo ingresamos por la puerta y lo trasladamos al claro del patio, donde lo observaba receloso este árbol de nancite que te mencioné. Nos cayó un amanecer bastante trivial, si soy sincero. Unos lámpagos se despertaron y alzaron vuelo, y cuando se remontaban sobre el rancho ni nos miraron. No puedo decir que la noche o el amanecer fuesen especiales en vista de aquel cadáver sensacional que nos miraba mientras lo movíamos, no. Naturalmente, lo primero que nos dijimos una vez que lo depositamos en el patio fue Este no es Pipe. Tu padre odiaba a Pipe, ¿no es cierto, muchachos? ¿Y ya saben estos por qué estás aquí, y por qué los has traído con vos? Los muñones de las muñecas se veían frescos en el cadáver, como si los machetazos fuesen recientes. Los brazos parecían un astil roto. Por respeto fuimos al frente, delante de la puerta que se abría al camino terroso, a conferenciar lejos del muerto. Tu padre te odiaba, ¿es así, o no es así, muchachos? Tranquilizáte, hermano, solo te cuento lo que todo el rancherío siempre supo. ¿Y para qué querés estos huesos? Tu padre nos dijo, antes de marcharse por última vez, Si ustedes ven a Pipe aparecer por el camino del Norte no duden en volarle la cabeza, y hacía así con una escopeta winchester que siempre cargaba a la espalda. Hacía así. Sus palabras, su pose, su cuerpo, sus gestos, tu nombre, todo era una puerta a un encuentro agresivo. Y enrojecía de ira hasta que se le borraban los cloasmas del pómulo. Volvés por un cadáver. Ningún hombre vuelve solo por un cadáver. Muchachos, muestren la bolsa abierta a aquellos de allá al fondo, que no lo han visto bien, arrástrenlo hasta allí, para que lo vean. ¿A qué le tenés miedo? Ese de la puerta, que lo vea. ¿A qué le tenés miedo? Esa bolsa con cal y despojos, ¿la escuchabas cuando venías? Aquí en el Norte, hasta la muerte tiene oídos. Los del montículo, no se queden sin ver. ¿Ya se lo mostraron a los de allí, junto al montículo? Si no tiene manos, no tengan miedo. Qué ironía. ¿A qué le tenés miedo? ¿Verdad que contaban las balas, porque eran muy poquitas? ¿Cuál es tu precio, compañero? El día que lo embolsamos con estas libras de cal viva, ¿no sabías ya que llegarías hasta mí? Los hombros, compañero, los hombros, solo pesan si los ignoro. Y si fuese solo una cuestión de cobardía. Y estos que te acompañan, ¿les contaste? ¿Les contó, muchachos? Respira. Profundo. Respira. Recuerda el árbol, muchacho, cuando rompas el astil. Respira. Y.


Luis Topogenario. Nacido en Nicaragua en 1980, reside desde 1998 en Uruguay, tras una travesía de algunos años por distintos países. Textos suyos fueron publicados en la antología de nueva literatura uruguaya De Acá! (Rebeca Linke, 2008) y en la de nueva narrativa nicaragüense Flores de la trinchera (Soma, 2012). También publicó los libros Fat boy (Uruguay, 2010) y Volumen (Nicaragua, 2013, editada por Leteo).

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s