En 1984, en el programa chileno Noche de Gigantes, Mario Luis Kreutzberger, conocido popularmente como Don Francisco, entrevistó a Charly García, uno de los íconos del rock argentino y latinoamericano del Siglo XX. En medio de la charla, el conductor chileno trajo a colación una crítica de Astor Piazzolla –compositor y bandoneonista argentino– a la música de García: “Piazzolla dice que ­–tu música­– no tiene sentido nacional porque el rock es norteamericano”. García respondió: “Piazzolla toca como Bach”, se declaró amante del tango, y afirmó que su música es precisamente “el tango de ahora”, y que el tango de antes, lo cantaba su papá.

Aunque Charly desestimó y restó trascendencia a la crítica de Piazzolla, su lucidez para responder, y relacionar su estilo musical a uno de los géneros tradicionales del Río de la Plata, inconscientemente da pie a un análisis más amplio. ¿De qué hablamos cuando nos referimos a conceptos como identidad, tradición o sentido nacional en las expresiones artísticas?

Ya en 1919, el poeta y dramaturgo estadounidense, Thomas Stearns Eliot, tensionaba esta dicotomía ya instalada en la crítica sobre el carácter tradicional e identitario de los artistas. En su texto “La tradición y el talento individual”, relaciona este carácter con la consciencia propia del artista con respecto a sus influencias y lo que precede a su obra. Porque para ser disruptivo o estar a la vanguardia, también se tiene que identificar y reconocer lo pasado, los vestigios que deja la generación inmediata. “La necesidad de adecuación, de adaptación, de coherencia, no es unilateral; lo que ocurre cuando se crea una nueva obra de arte, le ocurre simultáneamente a todas las obras de arte que la precedieron”, dice Eliot en su ensayo.

Tal vez, lo que Charly quiso decir es que el rock, en el contexto histórico y social en que emergió por estas latitudes, tomó el lugar que el tango fue dejando a medida que inexorablemente iba perdiendo audiencia con el paso de los años. Sumado a esto, el tango que García absorbió, entre otras influencias, de su padre, lo que esa música le generó en determinados momentos de su vida, forman parte indisoluble de su obra, de su rock and roll irreverente, de sus letras y ritmos. De su identidad como persona y como artista.

En una charla TED brindada en Vancouver en 2017, Jorge Drexler tensiona los conceptos de identidad y tradicionalidad en la música, mencionando como ejemplo la propia carrera de Astor Piazzolla.Según el propio Drexler cuenta al público, en determinado momento de su carrera tuvo el nostálgico deseo, desde la diáspora, de componer música tradicionalmente uruguaya, para reforzar su sentido identitario y su relación con sus raíces. Ubicó a la milonga como género nacional tradicional para incorporar a sus letras, pero no sin posteriormente preguntarse: ¿qué quiere decir que la milonga sea uruguaya?

Drexler explica que desde su patrón rítmico (3-3-2) la milonga es fácilmente identificable. Pero el asunto se complejiza cuando nos percatamos que la mencionada secuencia rítmica característica viene del continente africano. Ya desde el siglo IX se la puede identificar en los burdeles de Persia. Cuatro siglos después, llegaría a España para pautear la evolución sonora de diferentes estilos ibéricos. Y cinco siglos más tarde, fueron los esclavos africanos quienes transportaron este patrón rítmico al continente americano para que prosiguiera su desarrollo y se mezclara con otros ritmos. Mientras, en los Balcanes, el mismo patrón llegaba y se combinaba con una escala gitana, dando pie al origen del Klezmer, un estilo musical “tradicional” de Europa del Este, llevado posteriormente por los inmigrantes judíos ucranianos a Brooklyn, Nueva York.

Justamente en Estados Unidos, el propio Astor Piazzolla, quien de niño vivía con su familia al lado de una sinagoga, conoce, disfruta y admira el Klezmer.  Años más tarde, según relata Drexler, el músico argentino, hijo de inmigrantes italianos, sería el responsable de transformar el tango de la segunda mitad del Siglo XX, incorporando el 3-3-2 como patrón sonoro, tocado con su bandoneón, un instrumento alemán del siglo XIX creado para las iglesias que no se podían permitir comprar un órgano, y que, junto a la guitarra española, serían esenciales en el Río de la Plata para dar musicalidad al tango y la milonga. “Las décimas, las milongas, las canciones y las personas, cuanto más uno se acerca a ellas, más compleja es su identidad (…) Las cosas solo son puras si uno las mira desde lejos” cierra Jorge Drexler en su argumentación.

La afirmación de Piazzolla sobre la falta de identidad de un género extranjero se contraargumenta con la influencia de ritmos y la realidad coyuntural que lo atravesó durante su vida. En concordancia con todo esto, podemos afirmar que la tradicionalidad de la música está en la consciencia del compositor, en el reconocimiento de sus influencias como parte de su proceso creativo, esa esencia identitaria traída a la contemporaneidad del artista y su público, para que perdure de generación en generación. Dicho de otra forma, volviendo y parafraseando a Eliot, las mejores y más individuales partes de una obra, son las que contienen la huella inmortal de sus predecesores y ancestros. Y esta, es tan diversa como indeterminable.


Foto de encabezado tomada de Fuera de hora. Foto de Astor Piazolla tomada de Infobae.