El narrador de esta novela es un abogado del Banco de Previsión Social. Pero que el lector no se espante. No se trata de una crónica realista sobre un personaje rutinario ni nada por el estilo. Se trata de un policial y de los bien resueltos. Sobre todo si el lector ojea la oferta de bodrios que pueblan las librerías tipo Michael Connelly, John Grisham o John Katzbenbach. Con estos “muchachos best-seller” no se puede establecer una diferencia importante entre su último éxito editorial y todos los anteriores. Sin embargo las diferencias entre esta novela de Hugo Burel y la anterior son notorias. En El corredor nocturno (2005) se narra la historia de un vendedor de seguros con una vida rutinaria en el trabajo y en el matrimonio. De pronto su vida cambia radicalmente cuando alguien que conoce “casualmente” en el aeropuerto comienza a perseguirlo. El inofensivo extraño progresivamente pasa a ser su peor pesadilla. Un thriller psicológico con un argumento que parece calcado de las películas del género, que entretiene y obliga al lector a seguir leyendo para adivinar la próxima vuelta de tuerca. El corredor nocturno tuvo un relativo éxito en el mercado local y eso debió pesar en esta nueva publicación de Alfaguara.
Sin embargo con El desfile salvaje Burel apuesta un poco más alto. Para empezar recurre a un truco interesante. Se trata de las dos páginas en las que Marcelo, el narrador-abogado del BPS, reconoce que un editor “bastante impresionado por la historia” le dio una mano en la redacción de la novela. “Fueron sugerencia de este profesional –afirma Marcelo– las citas del comienzo, que yo dudé en incluir porque acaso sean meros intelectualismos”. Se refiere a una cita de Iluminaciones (1886) del poeta maldito francés Arthur Rimbaud, que da titulo a la novela, y a otra de Raymond Chandler. El recurso termina siendo un hallazgo interesante de El desfile salvaje. De algún modo la solución del enigma está unida a la interpretación que Marcelo hace de algunos fragmentos del libro de Rimbaud. Así una investigación sobre la muerte misteriosa de Esteban, amigo de Marcelo de toda la vida, se convierte en una especie de investigación literaria.
Otra diferencia con El corredor nocturno es que hay un interés de situar más la historia en un contexto determinado. Si bien la nueva novela de Burel también parte del presente, en El corredor nocturno se aludía oblicuamente al contexto de la crisis económica del 2002. En El desfile salvaje la referencia al pasado está más presente, tal vez porque los personajes tienen una historia en común que los remonta a los sesentas y a la dictadura. Por ejemplo, el narrador consigue trabajo en el BPS durante la dictadura gracias a un ex–diputado y a un prontuario “limpio” de izquierdismo. Pero Marcelo también relata su experiencia en las discusiones sobre el marxismo o la revolución, también aparecen la marihuana o los inicios del rock en Montevideo. En este caso la variante local hace que los personajes sean más “densos” aportándole otro elemento interesante a la novela.
El género policial no tiene mucho más de 30 años en Uruguay. Eso escribió el crítico argentino Jorge Lafforgue hace más de 10 años en un artículo que fue incluido luego en Asesinos de papel, ensayos sobre la narrativa policial escrito junto a Jorge B. Rivera. No es que no hubiera antecedentes mínimos y prestigiosos en la literatura uruguaya pero Lafforgue prefiere iniciar la cosa con Carlos María Federici y Mario Levrero hacia 1972. A partir de allí se puede hablar de un género consolidado, que en las últimas décadas tuvo su “auge” con Carlos Reherman, Hiber Conteris, Hugo Fontana, Omar Prego Gadea y otros novelistas. Esta novela de Burel, y por qué no la anterior, deberían tener un lugar cuando aparezca algún estudio sobre el género policial en Uruguay. Una sola cosa atenta contra la novela: el final. En las últimas páginas se reproduce un cuaderno de notas escrito por el muerto en tono poético que no aporta nada a la novela. El final del último capítulo tendría más fuerza sin él. Una lástima.
Pd (marzo de 2015): Esta nota fue publicada con el mismo título “El detective es el abogado” en la diaria Nº 412. Montevideo, 26/10/2007: 7. Es importante aclarar que la nota fue escrita en 2007 y a la lista de escritores uruguayos trabajando en el género policial habría que agregar a Pedro Peña, Rodolfo Santullo, Renzo Rosello (a quien olvidé mencionar en aquella nota), Hugo Fontana y muchos otros que son analizados por Ramiro Sanchiz en esta nota.