Ayer el Partido Nacional lanzó, desde su cuenta oficial de Twitter, una imagen conmemorando la fecha de abolición de la esclavitud realizada por Manuel Oribe el 28 de octubre de 1846. La imagen tuvo más de mil “me gusta”, fue replicada 375 veces, y generó muchos comentarios negativos porque se trataba de dos manos blancas, muy sucias, tomando una cadena. Además del acto fallido, que daría para muchas interpretaciones, como efectivamente sucedió, resulta interesante reflexionar sobre el proceso de abolición en Uruguay.

Uruguay tuvo dos «aboliciones» de la esclavitud durante la Guerra Grande (1839-1851) y en ningún caso hay nada de lo que enorgullecerse. (Pueden leer un artículo de Ana Frega, Alex Boruki, Karla Chagas y Natalia Stalla sobre el proceso de abolición y sus contradicciones durante la primera mitad del siglo XIX).

Los colorados fueron los primeros en Montevideo, en 1842. Se liberó a los y las esclavizadas y se destinó a los «varones útiles» para la guerra. Los blancos, en Montevideo, pero en el Cerrito de la Victoria, lo hicieron en 1846. En el decreto que reglamentó la ley, se crearon Comisiones en cada Departamento para hacer un registro de esclavos y propietarios y para la futura indemnización de los últimos. Se hacía referencia incluso a que el «valor de los esclavos» pasaba a ser «deuda de la nación» (Art. 3 de la Ley).

De ningún modo nuestras dos aboliciones implicaron la libertad desde el punto de vista práctico ni en relación a la cosificación a la que fueron sometidas las personas esclavizadas más allá de la fecha formal de abolición. Desde 1872 hasta hoy, distintos colectivos de personas afrodescendientes han denunciado el racismo y las dificultades para ejercer una ciudadanía plena. Esa es la única “deuda nacional” que tenemos que aceptar.

Capaz que en vez de camisetear como hinchas, es mejor que las personas blancas (las que se identifican con el Partido Nacional y las que tienen piel blanca) aprovechemos estas fechas para reflexionar sobre nuestro racismo, para hacernos cargo, para dejar de preguntarnos si existe o no, y para aprender sobre las luchas de los colectivos afrodescendientes en nuestra historia y en nuestro presente.