El 29 de diciembre de 2020 falleció Thomas Lowy (1947-2020) artista visual y político del Partido Colorado, vinculado a la gestión de las políticas culturales. La noticia me impactó porque tenía el recuerdo de una conversación con él en su casa, a fines de octubre de 2018. Lo entrevisté para una investigación sobre la institucionalidad cultural estatal en Uruguay. Creo que el recuerdo está fresco porque el celular no grabó una parte de la conversación y tuve que reconstruirla en una libreta, en el ómnibus, de regreso a casa. Estuve unas dos o tres horas hablando con él. Primero en el living, donde colgaban unas obras nuevas, todavía sin marco (Acababa de inaugurar una muestra de su obra reciente en el Museo Blanes). Después fuimos a tomar un café en la cocina y esa parte de la entrevista quedó grabada, aunque nunca pude encontrar el archivo. Si bien su aporte al debate cultural es mucho más amplio, mi intención en este texto es dar cuenta de su trabajo al frente del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo (1985-1990) y como Director de Cultura del MEC (1995 y 2000).
El Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo
Para comenzar ese relato es necesario empezar por su participación, en la salida democrática, como fundador, integrante del Consejo Editor y diseñador en el semanario Jaque (1983-1990), un semanario asociado a la Corriente Batllista Independiente, liderada en ese momento por Manuel Flores Mora y Manuel Flores Silva. Los gobiernos departamentales fueron los que inauguraron la re apertura democrática en febrero de 1985. La intendencia de Aquiles Lanza en Montevideo estuvo signada desde el comienzo por la participación de la ciudadanía a través de las Comisiones de Vecinos que eran unas 400 en 1985. El Intendente fallece en febrero de 1986 y desde Jaque, el periodista Diego Martínez le dedica una página a su trayectoria, en la que destaca la creación del Departamento de Cultura como un ejemplo de innovación en la gestión que llevó adelante Lanza.
En las notas sobre la entrevista escribí: “El proyecto se arma en Jaque, empieza a escribir sobre cultura y Estado. Hace un proyecto con Alejandro Bluth para reunir servicios que estaban dispersos en un Departamento de Cultura. Flores Mora se lo da a Lanza, que lo leyó atentamente. Lanza lo llama y se reúnen en el Hotel donde estaba preparando su gobierno. Había leído que documento y le dijo “hacelo”. El decreto 22.243 del 14 de julio de 1985, balance del año 1984 y presupuesto, en sus artículos 120 a 124 crea el Departamento de Cultura, al que organiza en dos Divisiones: Promoción de la cultura, integrada por el Servicio de Artes y Letras; y Planificación y acción cultural, integrada por los servicios de: teatros municipales, Banda y Orquesta sinfónicas municipales, Espectáculos públicos y las unidades asesora, técnico administrativa y de coordinación y difusión. Como me expresaba Tomás Lowy la propuesta presentada a Lanza implicaba la centralización de servicios dispersos en la Intendencia, que se termina concretando en este esquema de un departamento con dos divisiones que luego engloban distintas áreas de la Intendencia. El primer aspecto a señalar es la aparición, en varios de los puntos del decreto, de la expresión “actividades artístico-culturales”, que intenta ser abarcativa de las distintas funciones asignadas al nuevo departamento (zoológicos, planetario, espectáculos públicos, entre otras) y al mismo tiempo mantiene la distinción de las actividades “puramente” artísticas.
A dos años de gobierno democrático, Jaque dedicó tres números especiales, publicados entre marzo y abril de 1987, a realizar un balance del gobierno en todas las áreas. En ese marco Lowy analizó los resultados de las políticas culturales impulsadas por su Departamento, cuyo principal objetivo, afirmaba, era “aumentar la demanda cultural” de la ciudadanía a partir de un “apoyo realista hacia las manifestaciones artísticas”. En dos años, afirma el director, se logró modificar las relaciones entre las instituciones del Estado y el campo cultural luego de un “notorio deterioro”, que ubica en un pasado ambiguo y genérico pero que, puede suponerse, remite a la dictadura. También destaca la mejor relación con la “población en general” y que eso mejoró su percepción de la administración. Los indicadores del “avance logrado” se constatan en la calidad de quienes participan en la planificación y desarrollo de las acciones, el poder de convocatoria de las actividades propuestas con “cifras récord en cuanto a nivel de espectadores”, los artistas premiados y la aprobación de “técnicos y crítica especializada”. Al finalizar el recuento de políticas implementadas Lowy vuelve a poner énfasis en la ampliación del “mercado cultural”, en términos de oferta y demanda.
La Dirección del Cultura del MEC
El segundo momento en la institucionalidad cultural de Tomás Lowy fue durante la segunda presidencia de Julio María Sanguinetti. Hubo dos Ministros de Educación y Cultura: Samuel Lichtensztejn (1995-1998) y Yamandú Fau (1998-2000). Durante las dos gestiones el MEC mantuvo a Tomás Lowy al frente de la Dirección de Cultura. En ¿Qué pasa con la cultura? (Ministerio de Educación y Cultura, 1997) Lowy introduce en el vocabulario político la cuestión de la “gestión cultural”, desde una visión de un Estado que debe ser cauteloso “evitando las definiciones totalizadoras”, acompañando la “dinámica social” y la permanente transformación del sector.
Si bien menciona el “la cultura en su carácter antropológico” como “abarcativo de todas las acciones humanas”, afirma que es una “peligrosa coartada” para el Estado: “al que mucho abarca… poco se le entiende” y por eso concluye que el concepto es útil pero poco operativo por lo que se plantea “ceñir sus alcances”. En tal sentido define tres campos: el patrimonio expresivo de una población que ejemplifica en la arquitectura, los archivos y bibliotecas, y los museos; las expresiones coyunturales, es decir, la actividad contemporánea a la gestión; y, por último, “el amparo a la posibilidad expresiva futura”, que identifica con la formación y también con las capacidades de “crear vanguardias”. Lowy cierra ese razonamiento con la siguiente reflexión:
Luego de la incursión antropológica que nos abre la cabeza hacia la importancia fundamental de la cultura en el desarrollo de los pueblos, no es fácil volver a las especificidades de producción y divulgación artística. Y tampoco es sencillo trazar una ruta de administración cultural, partiendo de la base de la saludable relatividad de las políticas culturales
Lowy propone un diseño institucional para la Dirección de Cultura del MEC en el que hay un fuerte componente administrativo con un Departamento de Administración tradicional y uno especializado en Planificación y acción cultural, y luego cuatro Departamentos específicamente culturales que refieren a disciplinas artísticas: Actividades Escénicas, Artes Plásticas, Letras y Actividades Musicales.
El esfuerzo por organizar la Dirección de Cultura está relacionado con otro objetivo político, la proyección de la Dirección a nivel nacional. Los Encuentros con los Directores de Cultura Departamentales en San Gregorio de Polanco (1995), Las Cañas (1996) y Rivera (1997) fueron parte de ese objetivo, en la medida en que permitieron consensuar políticas y desarrollar planes conjuntos con las Intendencias.
Esta breve reseña de las propuestas y acciones de Thomas Lowy alcanza para calibrar la importancia de su aporte al debate sobre el Estado y las políticas culturales en Uruguay.