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Para un contemporáneo no queda otra que tantear en el tiempo que le toca vivir como si se tratara de una habitación oscura. Tantear para rehacer el espacio o para soñar con ver en la oscuridad. Por eso no diré nada sobre si Zúriák es el libro del año o, en el lenguaje persistente de las generaciones, si han escrito el libro que me representa o representa los intereses de mi camarilla.
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Los autores nacieron en lugares y tiempos distintos. Sin embargo, mal podrían Nelson Traba (1967) & Willni Dávalos (1988) escribir una narración nacional o generacional. ¿Por qué querrían hacerlo? Los une el mismo aire de familia maldito (Rimbaud y Ducasse, siempre), el atentado violento al pudor y las buenas costumbres (palabras del juez), la exploración en los límites de la palabra escrita, en su puesta en voz, en su diálogo con la música.
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La belleza de Zúriák está en los fragmentos. Uno llega a perderse en ellos, en el desfile de personajes -huérfanos, ladrones, abusados-, en el coro desarreglado que arman sus voces, en las imágenes y los sueños. Algo parecido a un orden podría hallarse, pero resulta más atractiva la errancia en el lenguaje, en los diálogos, en las historias.
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Como toda obra que se precie Zúriák contiene una reflexión sobre el arte, he ahí un hilo de donde tirar. Alguien dice que cree que “un lenguaje de video clip se adaptaría muy bien a lo que estoy escribiendo”, y hace referencia a la técnica narrativa que le permita “narrar lo inenarrable”. Unos fragmentos más adelante Franz habla de una “representación gráfica del ahmor polisexual, del ahmor humano por antonomasia y, claro, el de la literatura”. Su proyecto delirante es filmar una ceremonia de “Drenaje” que describe como “una comunión, un rito caníbal, un sacramento non santo”. Será arte efímero, Franz utilizará la obra en la presentación de su libro y luego la destruirá. Cuando presenta la idea los “actores” preguntan cuánto dinero les pagará. Más adelante leemos el guión-descripción del video, una serie de fragmentos ordenados de una ceremonia efectivamente no muy santa. En la obra maldita de Franz está toda la provocación contenida en los fragmentos de Zúriák. En su búsqueda estética una clave para la lectura.
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En Los ríos profundos (1958) de José María Arguedas, el narrador-protagonista es dejado por su padre en un Colegio pupilo de Abancay, gobernado por religiosos. La novela es la alegoría imposible de un Perú tironeado por la cultura del español colonizador y el quechua de los pueblos originarios. El Colegio es un pequeño Perú, las luchas entre los alumnos peruanos y los chilenos, los de afuera y los de adentro, el despertar heterosexual de los muchachos y las muchachas, las luchas violentas de los indígenas, sus huaynos. En Zúriák hay un orfanato, no hay padres ni madres. Tampoco hay futuro para la patria en una relación heterosexual: Reyner y Luis, dos huérfanos, se tocan en la cama y son descubiertos por un profesor, están jugando dicen. Desde el comienzo Eidriel le habla a Franz de un juicio por atentar contra los derechos del niño. El juzgado, al final del texto, “parece un aula de escuela”. Alguien dice “haz de mi un correcto ciudadano”. La moral de la patria heterosexual se desmorona en Zúriák, no es el conflicto étnico lo que hace imposible la patria, es la homosexualidad. Una homosexualidad que se resiste a ser codificada en los términos de la nación, que tiene que ser vigilada por los aparatos (la escuela, el orfanato, la justicia).
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Si Zúriák fuera una novela nacional, sería una bestia bifronte: una novela peruana en la literatura uruguaya y una novela uruguaya en la literatura peruana. Pero ni Zúriák es una novela, ni es una alegoría de dos patrias. La alegoría está rota. Es imposible encontrarla en la totalidad de los fragmentos, es inútil buscar un sentido. No está en la superficie ni en la profundidad. Solo queda acompañar la errancia en el lenguaje de Zúriák, en las imágenes de los sueños que presionan “para filtrarse en la realidad”. ¿Una patria sin relato o un relato de los apátridas?
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Zúriák es un libro de nuestro tiempo. Un libro maldito, cruel, fuera de quicio. ¿Qué literatura nacional se quedará con él? ¿cuál la reclamará para su Historia? No lo sabemos.
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(por eso esta advertencia a las almas sensibles, porque en Zúriák no hallarán descanso)
El texto que acaban de leer es el prólogo a las dos ediciones de Zúriák de Nelson Traba y Willni Dávalos: una en Perú (Kunnih Munnah Editores) y otra en Uruguay (Yagurú). Agradezco a los autores por la invitación, resultó una experiencia estimulante dejarme llevar por la deriva de su texto y encontrar mis propias palabras. Si les interesa saber más sobre la poesía de Nelson Traba pueden leer aquí mi crítica a su poemario Agua para los ahogados.