
El objetivo de la Biblioteca Ambulante Maragata “Martín Pino Clara” (BAM) es desperdigar literatura “por todos los rincones” de la ciudad de San José de Mayo. Para alcanzarlo ya realizaron, en dos años, unas treinta escalas: un día, por un par de horas, se instalan en la calle, arman mesas con caballetes y ponen a disposición centenares de libros. La BAM surgió por iniciativa del escritor y profesor Pedro Peña, en enero de 2017, cuando decidió prestar unos 200 libros de su biblioteca en un espacio público de su cooperativa de vivienda. Hoy ya son un grupo de siete personas y desde febrero de 2019 llevan el nombre de “Martín Pino Clara”, en memoria de un joven maragato, víctima de una rapiña en 2012. Ayer la BAM convocó a sus lectores y lectoras en Batlle y Ordoñez esquina Sarandí, en el centro de la ciudad, entre las 11 y las 13 horas: “fue una linda escala, incluso incorporamos una nueva integrante”, me escribe Peña. La actividad se planteó como una “celebración por adelantado” del Día Nacional del Libro, que se festeja en Uruguay cada 26 de mayo desde 1940, en homenaje a la fundación de la Biblioteca Nacional en 1816. Hace unas semanas le envié unas preguntas a Peña para saber más sobre la iniciativa y estas fueron sus respuestas.
¿Cómo fue el proceso de constitución de la BAM “Martín Pino Clara”?
Allá por enero del 2017, hace ya casi dos años y medio, se me ocurrió revisar mi biblioteca. Descubrí que tenía bastante más de mil libros en total, y casi doscientos que ya no necesitaba más y que estaban en óptimas condiciones. Entonces puse un par de mesas en la plazoleta de mi cooperativa de viviendas y comencé a darlos en préstamo. Esa misma tarde vino Diego Cabral, un amigo de la infancia, a ayudarme con los libros. También vino, pero en plan usuaria, Natalia Molina. Rápidamente quedamos conversando sobre cómo expandir el proyecto. En la segunda o tercera escala ya teníamos conformado el grupo inicial con la presencia de Eduardo Gutiérrez, el “Guti”, que es quien se encarga de comunicados y avisos. Para el 2018 ya se integró también Ana Torterolo.
En el 2019 decidimos, a propuesta de Eduardo y de Ana, denominar la Biblioteca con el nombre de Martín Pino Clara, un recordado joven de nuestra ciudad que falleciera hace algunos años y que todos recordamos con mucho cariño. Desde ese momento hemos contado con la colaboración y trabajo permanente de Adriana Clara, madre de Martín, y de Maxi Gutiérrez, uno de sus amigos más cercanos. La escala en la que hicimos efectivo el nombramiento fue muy emocionante. Estaba su familia, pero también vinieron amigos y compañeros de trabajo de Martín desde Montevideo. La idea es simplemente honrar su memoria y que, al momento de abrir un libro, la gente se encuentre con él a través del sello con el que marcamos los libros. Simplemente eso: mantenerlo en la memoria colectiva.
¿Cómo funciona?
Funcionamos un poco a pulmón, con el tiempo voluntario de todos los que te nombré arriba. Los perfiles son muy variados: Diego es periodista, Eduardo es publicista, Ana es música y tallerista, Natalia es pediatra, Maxi también es doctor, Adriana es funcionaria del Estado, y yo soy profe de literatura. De cada pueblo un paisano, como dicen. Apoyo estatal por ahora no tenemos, y tampoco hemos querido. Hay algo que nos gusta y que creo que en particular es mi impronta, y es que adolecemos de cierta bienvenida anarquía: nos reunimos en la calle, ponemos los libros en mesas y allí la gente se los lleva. Tampoco andamos controlando si se devuelven o no. Confiamos en la buena voluntad de los usuarios, a los que solo les pedimos un número de celular y los incluimos en un grupo de avisos de wassap para que se enteren de cuándo haremos la próxima escala. Tan sencillo como eso. Al principio llevábamos apuntes en un cuaderno. Luego ya vimos que era inútil, sobre todo porque ninguno de nosotros se iba a poner a controlar nada. Entonces surgió la idea del sello, así la gente sabe que el libro pertenece a una biblioteca y la idea es que ese libro siga rodando. Al terminarlo, pueden devolverlo, que sería lo deseable, pero también pueden hacérselo llegar a un nuevo usuario, y eso también está bien. Siempre estamos recibiendo donaciones de particulares que quieren que lo que ellos alguna vez aprovecharon siga su camino hacia nuevos lectores. Todo se hace, como te dije, en tiempos voluntarios, así que lo que pedimos es que las donaciones nos las acerquen a los lugares en los que hacemos las escalas.
¿Cuántos socios tienen? ¿Los lectores se involucran, qué pueden hacer?
No te podría decir exactamente cuántos usuarios tenemos, pero claramente superan el centenar. Hemos hecho, además, una treintena de escalas, y siempre se va un número de libros que está entre los 20 y los 30 aproximadamente. Y por supuesto que la idea es que los lectores se involucren. Cuanto más seamos, más fácil para coordinar escalas, y el trabajo no es tan exigente.
¿Qué proyectos a futuro tienen?
Proyectos a futuro todavía no hemos elaborado. Por ahora nos concentramos en hacer circular la mayor cantidad de libros que, de otra manera, estarían acomodados en algún estante, juntando polvo, o tirados en un galpón. La idea es que, al sumarse más gente, podamos darle a este proyecto una mayor continuidad y un mejor manejo, siempre conservando esa veta anárquica que queremos seguir teniendo porque es parte de nuestra idea de lo que debería ser la convivencia.