El día que murió George Harrison, yo cumplí 19 años y no sabía nada de la vida. Solo sabía que me gustaba escribir, ver películas y escuchar a Los Beatles. Aunque debo reconocer que todavía no tenía la sabiduría para identificar en qué parte cantaba John, Paul o George en los temas en que se escuchan las voces de todos, incluso de Ringo. En esa época no sabía quién era Billy Preston, no sabía que George había sido gran amigo de Eric Clapton y tampoco en mi ranking estaba tan claro el lugar que ocupaban Here Comes the Sun, Something y While My Guitar Gently Weeps.

El 29 de noviembre de 2001, cuando George Harrison murió en Los Angeles, Estados Unidos, mi madre me dio el saludo de cumpleaños con una sonrisa, a las 00:00 horas, como lo hizo siempre. Antes de ese día conversamos mucho sobre Los Beatles, pero yo no hice las preguntas que se me ocurrieron más tarde ni que se me ocurren ahora. Para mi vieja, Los Beatles eran la mejor banda de la historia. Y, como suele suceder, yo lo puse en duda durante mucho tiempo. Es esa rebeldía mal entendida, la porfía innecesaria de la que uno se arrepiente, el orgullo pueblerino de quien cree que puede encontrar todas las cosas legendarias por si solo y sin ayuda de nadie. No sabía nada de la vida.

Por fortuna, con los años dejé de ser fanático de mi tozudez y empecé a disfrutar el acto de que me convenzan. Mi madre lo consiguió, en parte. Me hice fan de Los Beatles, aunque mi Federer de Liverpool nunca fue Paul McCartney, como sí lo fue para ella. No es que la muerte de George Harrison me haya generado una tristeza tan grande, no podría mentir al respecto. Lo que hizo esa muerte fue inquietar mi curiosidad para el futuro. Ese futuro llegó en forma de CD a la radio de la universidad donde estudiaba periodismo.

No recuerdo quién, quizás fue mi amigo Andrés Fuentealba, otro fanático de George y de los otros tres. Supongo que me dijo: “llegó el disco póstumo de Harrison” y yo me adelanté a él y lo pedí prestado para llevármelo a mi casa. Y con 20 años y, sin saber nada de la vida, escuché Brainwashed (2002), el último disco inédito de George. Y lo escuché tanto como el Corazones (1990) de Los Prisioneros, el En estos días (1993) de Illapu o el (What’s the Story) Morning Glory (1995)de Oasis. Y quise evangelizar con que era el mejor disco del beatle recientemente fallecido, pero no me fue bien. Nunca es fácil evangelizar con estas cosas. La admiración de los melómanos por All Things Must Pass (1970) no me dejó y con justa razón. Solidaricé con mi madre.

Me hice una versión en casette del Brainwashed para la radio del auto de mi vieja. Ella escuchaba con atención, pero como buena fanática de la banda, lo prefería con los otros tres. Así comenzó todo. Entre fines de 2002 y 2003, empecé a recuperar el tiempo perdido. Es una tarea que no ha terminado nunca. George Harrison va y viene todo el tiempo, como un fantasma, como un holograma que acompaña a la gente que lo aprecia y también a la que todavía no lo ha descubierto. Me gusta pensar eso. La mística, el sitar, el Hare Krishna, su gusto por las plantas y las flores.

A veces, cuando ya se ha superado esa etapa de soberbia post adolescente, y uno tiene la sinceridad para reconocer los pequeños descubrimientos que te cambian la vida, se guardan los momentos de hallazgo como una fotografía. Una foto que se puede perder y nunca ser encontrada, pero que se mantiene nítida en la cabeza y tenemos la tendencia a exagerarla. George Harrison está en varias de mis fotos del pasado.

En Brainwashed hay una canción que se llama Stuck Inside A Cloud. Recuerdo con extrañamiento escucharla en la radio del auto con mi madre, cruzando la periferia semirrural camino a Santiago. Yo tratando de darle volumen a una radio que no tenía buen sonido. Mi vieja diciéndome seria que bajara el volumen, porque no podía escuchar a los otros autos. Incluso con esa interrupción la canción gana en mi biografía. Pero no gana tanto en YouTube, donde la versión más antigua del tema con suerte sobrepasa apenas las 230.000 reproducciones. Y uno siempre quiere justicia con George Harrison. La justicia no ha sido la palabra más cercana al beatle favorito.

El pasado 25 de febrero las redes sociales me recordaron con ganas que mi beatle favorito hubiera cumplido 80 años. Sí, han pasado 22 años desde su muerte. No es justo que haya muerto a los 58, ¿no? La cosa es que unos días antes, yo estaba en Ciudad de México, y hubo algunas cuestiones relacionadas con él que me llamaron la atención. Conocí a un perro que se llama Harrison. Pregunté si era por George y me dijeron que sí. También en una junta chileno-mexicana en que escuchábamos el Rubber Soul en vinilo, surgió la pregunta por cuál era la canción de Los Beatles más escuchada en Spotify. Alguien sacó su celular y dijo que era Here Comes the Sun. Me sorprendí, pero no tanto, es una canción icónica y que tiene vida propia en TikTok e Instagram. Lo siento por Yesterday (la favorita de mi madre); ya es hora de que la justicia se acerque a George. ¡Por favor!

En esos días previos a los 80 de George Harrison, pensé en algo que me ha pasado tanto en Santiago como en Ciudad de México. Tengo una polera (playera, como dicen en México) en que salen los 4 Beatles. Es una imagen atípica, porque la banda está liderada por George. Debe ser de las pocas fotos en que el líder es él. También tengo otras dos: una de Paul McCartney, solo, y una de John Lennon, solo. Hay personas desconocidas, de ambos países, que cuando me han visto de frente en la calle y se detienen en la imagen, han compartido gestos de aprobación: una sonrisa, pulgar arriba o la frase: “buena polera/playera”. No ha pasado lo mismo con las de Lennon y McCartney.

¿Será que chilenos y mexicanos buscamos justicia? Por las dudas, creo que hay que entrar en el ritual de volver a escuchar Here Comes the Sun, Something y While My Guitar Gently Weeps y, sobre todo, hacer justicia con el video de Stuck Inside A Cloud en YouTube.

6 comentarios sobre “Justicia para George Harrison

  1. Qué bello texto! Solo me quedó duda sobre las playeras, ¿sería más bien que no hay aprobación cuando usas alguna son las caras de George o Ringo? O tengo que volver a leer ese párrafo? Jeje. Gracias!

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  2. Hola Gina, muchas gracias por la lectura. No tengo polera de Ringo. Y creo que la aprobación es cuando George tiene el protagonismo que tuvo pocas veces junto a los otros dos monstruos. Y supongo que las fotos lideradas por Paul o John son más frecuentes. Un saludo desde Chile!

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    1. Ya caché! Gracias por el texto, me han dado ganas de escribir sobre mi propia experiencia con George a modo de hacer esto que propones: justicia. ¡Saludos desde México!

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