Hay quienes encuentran un encanto en la duda. Hay quienes no la quieren, la repudian. Hay quienes, incluso, la consideran una traición. Supongo que se trata de personas que necesitan claridad ante todo para cerrar una historia o un ciclo. Estoy escribiendo este texto pensando en el cine, en las películas. Pero mientras me aventuro con las ideas asumo que también podría estar hablando de la vida. O también de la muerte. Y no necesariamente en ese orden.
¿Les ha pasado alguna vez que les dicen: “te quería contar algo, pero mejor no”? En el territorio chileno, esta práctica se podría considerar casi un deporte nacional, un rasgo identitario que debería tener un símbolo en la bandera. En Uruguay debe ser lo mismo. En México también. En Argentina para qué decir. En toda Latinoamérica, quizás. En algunos casos debe ser una estrategia de A para provocar una reacción de curiosidad en B. ¿Funciona? Por desgracia, creo que sí.
En el cine, con seguridad, es una estrategia deliberada. Desde el gran Luis Buñuel, en casi todas sus películas, hasta mi favorita del año pasado, Aftersun, de Charlotte Wells. La historia de un padre y una hija encarnados por Paul Mescal y Frankie Corio, que muestran y ocultan sus cartas en unas vacaciones noventeras en Turquía. ¿Qué hay en ese padre que sufre por algo que no sabemos y que tiene una mirada melancólica? ¿Será lo que nos induce a pensar el fundido a negro del final o las teorías de Twitter podrían cobrar sentido? En el fondo, solo nos queda claro que la relación de ambos no ha sido cosa fácil, ni tampoco lo será en el futuro de un universo que no sabemos si podrá existir. Así de ambiguo es, o quizás no tanto, pero eso es lo que ha querido presentar su directora, con esta invitación a la duda.
“El misterio, elemento esencial de toda obra de arte, falta por lo general en las películas”, decía Luis Buñuel en una conferencia de 1953 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Titulada como El cine instrumento de poesía,esta intervención es clave para comprender la filosofía que hay detrás de la creación autoral del cineasta mexicano-español. Para Buñuel, el problema de algunas películas es muy preciso: si no hay misterio, si no hay duda, si no hay algo incompleto en una historia, no puede haber realidad. De hecho, sorprende en aquel texto con una mirada muy crítica hacia el Neorrealismo Italiano, movimiento fundamental de la historia del cine. Buñuel cree que el neorrealismo se salva solo por retazos, porque encontraba que en estas películas escaseaba “el mundo maravilloso de lo desconocido”.
Hace un tiempo, me encontré en algún lugar cercano un diario de vida, de esos bien vieja escuela, con tapas duras y con una foto de una actriz pegada con adhesivo en barra. De esos con páginas cuadriculadas, con el lomo bien firme y escrito con lápiz Bic azul. Fue tentador sumergirme en él. Me agarró una fuerza de adolescente curioso y me lancé a leer, pero en un momento dije no. El manifiesto buñueliano se me apareció y dejé el diario en el mismo lugar donde lo encontré. Fue el fin de esa historia.
Me convencí de que haberlo descubierto ya había sido una buena historia. Opté por el misterio, por lo desconocido, por no querer saberlo todo. Y me he quedado tranquilo con esa decisión. No he vuelto al intento de leerlo, pero sé que está ahí y que en su momento fue una epifanía.
También me ha pasado cuando voy en la micro o en el metro, y hay una situación que está sucediendo justo en el momento en que me tengo que bajar. Me quedo con la duda, con las ganas de saber, pero también está el encanto de imaginar lo que pasará después y que nunca sabré. Por si las dudas, no estoy hablando de situaciones románticas. En Santiago de Chile, a veces la elección por la duda tiene que ver con peleas o con historias de personas que ni siquiera están ahí. En el último tiempo, por ejemplo, ha sido una constante quedarme con la duda de lo que piensan los pasajeros del transporte público sobre la canción de Shakira con Bizarrap.
La relación entre el cine y la vida tiene un nexo muy certero en torno a la incertidumbre. Twitter me ha ayudado bastante para saber que hay gente que odia lo desconocido, las dudas, el misterio o lo que no se quiere explicar.
¿Por qué llueven ranas en Magnolia (Paul Thomas Anderson; 1999)? ¿Qué pasará con Matt Damon y Minnie Driver al final de Good Will Hunting (Gus Van Sant; 1997)? ¿Qué dice el papelito que le entrega Mirella Pascual a Jorge Bolani al final de la película uruguaya Whisky (Juan Pablo Rebella & Pablo Stoll; 2004)? ¿Qué viene después de la pelea y la puesta de sol en el cierre de Before Midnight (Richard Linklater; 2013)? ¿Qué pretendía Robert de Niro con Lorraine Bracco en uno de los momentos más tensos de Goodfellas (Martin Scorsese; 1990)? Sí, ese cuando le dice que se meta a uno de los galpones contiguos a su oficina.
¿Y el final de Los Soprano? ¿Cuántas veces habrá tenido que responder David Chase sobre sus decisiones en el cierre de la familia Soprano? Ejemplos hay por montones. Quien esté leyendo este texto podría pensar en cualquiera de las películas o series que han optado por lo implícito en vez de lo explícito y se podrían generar discusiones eternas sobre las dudas y las certezas.
Me gusta pensar que la duda en el cine es una opción válida y que no debería tener animadversión por parte de los espectadores. Ya lo decía el cineasta chileno Raúl Ruiz, cuando defendía sus decisiones de guion en sus películas. Si en la vida pasan cosas raras, ¿por qué deberíamos dejar eso de lado en el cine? Ahora, lo que sí es un hecho, es que las dudas despiertan reacciones que llegan a ser más patentes en el cine que en la realidad.
En una película no hay problemas con aceptar el no saber lo que le dice Bill Murray a Scarlett Johansson, como en el final de Lost in Translation (2003), de Sofia Coppola. Se acepta, pero se maldice, en este caso, a la directora y guionista y también a todo el equipo creativo. Y ese es el desahogo, que en estos tiempos se da sobre todo por redes sociales. Si la escena de Lost in Translation sucediera en la realidad, me podría imaginar a alguien que no se da por vencido y, en silencio, sigue a las personas que se despiden en medio de la calle, para saber qué sucede después y no quedarse con la duda.
Foto de encabezado: Rex Features