Voy a empezar por decir: no me quiero poner demasiado académica y utilizar excesivamente material de esa índole. Sin embargo, para el tema que nos convoca hoy en este artículo, son necesarios ciertos acercamientos. Entre ellos perfectamente podría estar Jürgen Habermas con su teoría de la esfera pública y los medios de comunicación. La idea de esa «esfera pública» permitida, en parte, por el surgimiento de periódicos que se dedicaban más que nada a la crítica literaria, es uno de los motivos que me llevan a estar escribiendo esto.

Cierto es que antes que nada debería explicar el motivo. Hace unos días Origami, un medio chileno, publicó una entrevista con el tan querido, validado y legitimado escritor uruguayo, Daniel Mella. Como el escritor participó del conversatorio «Crisis de la prensa cultural: resistir entre revistas» del Festival Internacional del Libro y la Lectura en Ñuñoa, la revista quiso tener una mirada más profunda del escritor sobre, y cito: «experiencias en torno a la prensa cultural». Hasta ahí, todo marcha relativamente bien. Un escritor que colabora con un medio de comunicación es invitado a conversar sobre sus expectativas en ese ámbito.

Dejando de lado lo mal escrita que está la entrevista -y hay que escribir mal un género periodístico cuyo insumo principal es la desgrabación-, hay varios momentos de la entrevista que hacen crujir las maderas de la casona que es la crítica literaria -y no la «prensa cultural»-. No es una pregunta, sino una acotación de quien entrevista: «hay mucha publicación independiente y poca prensa cultural independiente». ¿Miente? No. El periodismo cultural sí se ha visto reducido en ciertos medios de tirada diaria. En algunos, se enfocan más en la farándula o en el show. Sin embargo, en la respuesta del escritor aparece esto: «Acá la prensa cultural, la independiente, es casi que puramente digital». Hasta ahí, bien. «Después los diarios y los periódicos tienen una sección cada vez más reducida, dedicada a la cultura o a la reseña literaria. Y ya no son reseñas. Antes había reseñas de una página entera, hoy eso es inconcebible». Si bien actualmente las secciones culturales en los medios tienen que luchar por sobrevivir, hay un error grande: confundir una reseña con una crítica literaria.

En su texto, cortísimo, titulado «Discursos Críticos y Proyectos Sociales en Hispanoamérica», Alejandro Losada se basa en tres afirmaciones propias: La primera refiere a las diversas tendencias críticas del momento en su diferencia con los discursos tradicionales; la segunda, la diferencia entre las nuevas tendencias en sí mismas; y la tercera, las relacionaba con los distintos proyectos sociales del momento. Es decir, la crítica es una institución, por decirlo de alguna manera, que tiene por transfondo un proyecto social: ¿qué quiero transmitir? ¿cómo? ¿a qué público? ¿con qué finalidad? ¿qué bases teóricas me sustentan lo que digo? «El sistema científico parte de la crítica del conocimiento cotidiano, establece las condiciones de posibilidad de una determinación objetiva del fenómeno, constituye en él un objeto, enuncia modos de describirlo, establece sus elementos constitutivos y las leyes que determinan sus relaciones y, por todo ello, constituye al investigador en sujeto de un nuevo tipo de conocimiento, distinto de aquel otro sujeto que mantiene una relación inmediata, cotidiana y múltiple con su mundo», continúa.

La investigadora argentina Silvia N. Barei escribió en su momento: «se piensa al crítico como un mediador entre autor y lector, creador y público, y su tarea no es sólo la de informar sobre las novedades literarias, sino más bien la de intervenir en el múltiple sistema de las recepciones de la obra de arte en tanto sujeto competente». Escribir una crítica, entonces, no es lo mismo que escribir una reseña, como dice Mella. La crítica permite una intervención intelectual del, disculpen la redundancia, crítico. La reseña, por su parte, podría ser considerada más un comentario sencillo y breve, que no entra en detalles ni tiene teorías de fondo -aunque toda persona que escriba una reseña, tiene ciertas teorías en las que basará los comentarios simples que haga-. Quizás, en la crítica es más explícita la corriente filosófica, teórica, literaria, socio-política en la que se sustenta el crítico. En la reseña, con su brevedad, no da casi a lugar.

Así que, en primer lugar, la reseña y la crítica no son lo mismo. La lectura de una página suele ser más una crítica que una reseña. Y no dejaron de existir en medios tradicionales. En medios de tirada diaria quizás sí, pero no es tan diferente al resto de secciones: la cantidad de caracteres que tienen los periodistas es cada vez menor. Y ni hablemos si el medio tiene una fuerte base digital: notas sin profundidad con tres párrafos de cuatro líneas cada uno. Pero eso no es únicamente en la sección de cultura, es en todas. Basta simplemente abrir la página web de la mayoría de esos medios, que además, cada vez salen menos en papel. Sin embargo, también basta con leer un medio como Brecha, para darse cuenta que la crítica, cuando puede, resiste. Y no es tan difícil ir a la sección de cultura en Brecha y leer críticas de una página, página y media, o dos. Así que no es tan «inconcebible». Es leer otros medios y poder diferenciar entre crítica y reseña.

«Retrato de Luis E. Pombo» (c. 1928) de Guillermo Laborde (1886-1940). Óleo sobre tela, 169 x 110 cm.
Museo Nacional de Artes Visuales.

Dos respuestas más abajo hablan del tamaño reducido del «campo cultural uruguayo» y Mella contesta esto: «Rara vez se agota una primera edición. Antes sí sucedía, cuando todavía existían los suplementos culturales y se les daba bola y había lugar para la crítica. Podías tener, no sé… El hermano mayor, uno de mis libros, tiene como nueve ediciones de 500 ejemplares cada una. Es bastante para Uruguay, es un montón. Lo mismo con Lava, un libro mío de cuentos. Son libros que se vendieron en una época en la que había como un aparato de legitimación que dijera “esto está bueno” y se hablaba, se discutía, se debatía. Ahora para que un libro supere la primera edición tiene que ser medio milagroso, como lo que acaba de ocurrir con una joven. Tamara Silva, que tiene 24 años, publicó un libro de cuentos y ganó el Bartolomé Hidalgo, que es un premio bastante importante acá en Uruguay. Ahí se generó como una cosa de que vendió trece ediciones en 6 meses, pero en parte viene dado por esto de que es una jovencita; la gente quiere ir a ver qué es esto de una joven que escribe muy bien, pero si ella misma hubiera publicado ese libro con 40 años, capaz que no vendía ni 30».

Es una cita larga, le pido disculpas a quienes tengan el tiempo y las ganas de leer todo esto. Vamos a desmenuzar el discurso del autor y voy a hacer algunas acotaciones. En un primer momento vuelve a mencionar la ausencia de crítica literaria que ya desmentí en el párrafo anterior a ese. Los suplementos culturales existen y resisten, tanto en los medios de comunicación tradicionales como en los medios nuevos digitales y el auge de booktok, booktube y bookstagram.

Cuando hice mención a esta entrevista y a la manera en que el escritor hablaba de otra escritora más joven, me discutieron que el hecho de que sea joven es una forma de legitimar a una autora y que, en realidad, no eran más que elogios los que parloteaba Mella. Sin embargo, debo hacer una diferencia: una manera de legitimar no es lo mismo que un aparato de legitimación. Las maneras de legitimar pueden estar en nichos y en la subjetividad individual. Un aparato de legitimación es otra cosa, es una institución: el Ministerio de Educación y Cultura, los concursos y los premios literarios, la crítica periodística y la crítica académica, la bibliografía de un curso de literatura. Un aparato de legitimación entra en la esfera pública de Habermas; una manera de legitimación es tan solo un mínimo individual que puede ser decirle a un amigo: “che, leete este libro que está bueno porque [inserte motivo]”. La edad puede ser una manera de legitimarla, de decir: leela porque es una gurisa que escribe tremendo. Pero no es un aparato de legitimación.

Por otro lado, los aparatos de legitimación claro que siguen existiendo. Quizás un libro vende más que otro porque tiene otra historia y no la misma historia repetitiva que se basa en consumir drogas y tener relaciones sexuales. Quizás la gente quiere leer algo más. Algo distinto. Algo que, con sus tradiciones más gauchescas, te llevan a un pueblo y a posibles vivencias personales, nostálgicas; algo que puedas compartir con un familiar porque sabés que le puede llevar a su infancia. Pero los aparatos de legitimación no es que hayan dejado de existir. Incluso Mella lo menciona: Tamara Silva ganó dos Bartolomé Hidalgo. De todas maneras, su libro ya había sido legitimado. La razón de que «Desastres Naturales» haya sido publicado, es que la autora ganó el concurso Felisberto Hernández. Ahí hay dos aparatos de legitimación: un concurso y un premio. La diferencia es que Tamara Silva ganó el Bartolomé Hidalgo con 24 años, destronando a Daniel Mella como el autor más joven en ser galardonado con el premio -que lo ganó a los 37 años con «Lava»-. Por último, la crítica, otro aparato, fue favorable también para la autora.

Que algunas cosas estén cambiando, que estén adaptándose a una realidad digital, no significa que otras cosas hayan sido perdidas. Me parece que basta con realmente leer los suplementos culturales o secciones culturales de los medios antes de tirar disparates al aire, y no quedarse en que los medios tradicionales son la única manera de crítica legitimadora de la literatura actual. Un blog, una cuenta de bookstagram también pueden serlo, ¿por qué no? Lo que es erróneo es, por un lado, creer que la crítica ya no existe porque la reseña tiene también su lugar en la prensa, y por otro lado, creer que los aparatos de legitimación se desvanecieron como la crítica y que ahora se lee a una autora por el simple hecho de que es joven. En Uruguay un autor se considera joven hasta los 50 años, quizás sea momento de cambiar eso y que un autor «joven», lo sea realmente.

4 respuestas a “La ¿crisis? de la crítica literaria”

  1. Buen trabajo, interesante. Tuve una extraña conexión. Anduve toda la semana enfrascado escribiendo al respecto (yo extraño las buenas plumas, ya sea reseña o crítica). Con la honrosísima excepción del semanario Brecha (y alguna que otra revista o suplemento en papel o digital) siento que me falta algo en lectura, en la experiencia como receptor. Quizás sea sólo un asunto de percepción, o nostalgia, no lo sé. Muy buen artículo.

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    1. Hola Damián, muchísimas gracias por la lectura y el comentario. Es lindo cuando se producen esas conexiones. La verdad es que es tanto lo que se produce aquí y en la región que a veces es difícil leerlo todo, y más difícil aún separar la paja del trigo.

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      1. ¡Grande Ale!
        Este sitio -sujetos.uy- es como un oasis, siempre hay buenas lecturas, buenos trabajos. Descubrí varias voces muy interesantes acá.

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  2. Me das tremenda alegría con tu comentario. Muchas gracias, salú.

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