Entrevista a Daniela Szpilbarg, autora de Cartografía Argentina de la Edición Mundializada

La investigadora argentina que co-dirige con Ezequiel Saferstein la investigación «El campo editorial argentino, entre el Estado y el Mercado. Demandas, tensiones y perspectivas”, acaba de publicar un estudio sobre la situación de las editoriales argentinas en el escenario del Covid-19. Además de la entrevista compartimos con ustedes el texto completo del estudio y agradecemos a Daniela Szpilbarg por su autorización para subirlo a sujetos.uy.
¿Cómo es su recorrido en el campo de las ciencias sociales para llegar a especializarse en los estudios del libro y la edición en Argentina?
Yo estudié la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, y desde el final de la carrera me fui orientando, en las materias optativas, a la sociología de la cultura. En el último año participé de un equipo de investigación que estaba estudiando sobre los centros culturales en las fábricas recuperadas, en el proceso de crisis económica post 2001, y ese tema me resultó muy interesante por lo que la cultura significaba como cohesionador social en ese momento tan particular. Como estudiaba además la carrera de Letras y siempre me había visto atraída por los libros y la literatura, al elegir un tema de investigación en el último seminario, me volqué a estudiar las editoriales independientes que veía nucleadas en la FLIA (Feria del Libro Independiente). A partir de allí, me enfoqué en ese campo de estudios, en el que sigo.
Su libro, Cartografía Argentina de la Edición Mundializada toma como punto de partida los años 90 y las varias herencias que estos años legaron. ¿Ha cambiado en algo el campo editorial argentino o continúan primando las mismas lógicas de mercado?
El libro toma como referencia y punto de partida el final de la década de 1990 y los procesos de concentración de empresas editoriales. A grandes rasgos, ha habido múltiples transformaciones en estas dos décadas, aunque las lógicas de mercado que implica la concentración vertical y horizontal de las empresas editoriales no solo continúan, sino que progresivamente avanza. Las transformaciones digitales y la conversión del mundo del libro al comercio de ebooks es un tema a tener en cuenta, pero tiene también sus propios procesos de concentración alrededor de dos o tres empresas de distribución de contenidos.
En su trabajo de investigación persiste el estudio de los proyectos editoriales denominados independientes y de autogestión. ¿Ve en este tipo de proyectos la posibilidad de una ruptura o transformación a nivel de subjetividad de mercado?
Es una pregunta compleja pero diría que puede ser, que en proyectos del polo más alternativo de las editoriales puede pensarse que priman otras lógicas a nivel de creación de subjetividades, y de modos alternativos de concebir, crear y compartir o distribuir los libros y obras literarias que al mismo tiempo pueden reflejar esos modos colectivos en las obras. Hay en este punto un gran recorrido a partir de las discusiones que suscitó el copyleft, pero sobre todo creo que uno debería considerar que, ante la multiplicidad de proyectos y modos de producir libros, hay también múltiples mercados pensables, o escalas de mercados, que conviven, incluso, en un mismo proyecto editorial. La clave es considerar qué percibe cada editor o editora de los libros que produce, y qué redes o mercados considera que deben contribuir a crear.
Pensando en la coyuntura editorial actual, agravada por la crisis sanitaria de público conocimiento, ¿qué rol juegan los editores en este nuevo escenario que se configura?
Hace poco tiempo, a comienzos de mayo, encaré un estudio justamente para indagar qué efectos estaba teniendo hasta el momento el aislamiento sobre la conducta de los editores y editoras. Una clave que surgió de allí es que hay una gran cantidad de proyectos que se están volcando a re-pensarse también como productores de contenidos digitales, dada la dificultad para subsistir que están experimentando las editoriales al no haber ferias ni venta en librerías como antes de la pandemia. En este nivel, el rol de los editores es repensar sus prácticas y tratar de situarse en esta nueva realidad, donde el libro en papel es el soporte hegemónico, pero convivirá cada vez en mayor medida con otros soportes. En otro nivel, los editores juegan el rol de buscar voces que puedan pensar este momento e imaginar nuevos formatos que puedan comunicar esos textos.
¿Le parece que este nuevo escenario genera dificultades para la organización colectiva? ¿Estamos ante un nuevo tipo de hacer colectivo?
En este estudio que mencionaba en la pregunta anterior, que se llama “Editoriales argentinas ante la cuarentena por el Covid-19”, uno de los ejes que indagué fue precisamente ese. Creo que todo escenario de crisis plantea la necesidad de buscar soluciones, y considero también que el campo editorial argentino tiene una fuerte impronta de acciones colectivas: se vio en los años post 2001 donde surgieron mercados informales de intercambio de libros; se vio luego del 2010 en que las editoriales pequeñas y medianas se reunieron para participar de Ferias mediante stands colectivos, y se vio en este escenario, también, donde un numero muy grande de editoriales planteó estrategias de venta, distribución, ferias, colectivas e incluso coordinadas con librerías independientes. Cada época tiene su misterio, y cada escenario genera sus propias formas de colectivización, y creo que en los próximos tiempos podremos observar esta tendencia con más claridad.
¿Entiende la coyuntura editorial actual como una oportunidad para el libro electrónico? ¿Se abren nuevos canales para la distribución del libro físico en papel?
Creo que naturalmente y por necesidad las editoriales están comenzando a diversificar sus catálogos hacia una versión digital. De todas maneras hay un costo económico en digitalizar el catálogo y tener una página que pueda funcionar como tienda, por lo que no todas las editoriales están, en este momento, en condiciones de afrontar eso. Pero evidentemente todos los canales digitales, tanto en la comunicación, como en el comercio, han explotado, y el mundo editorial es una más de esas esferas, que necesita comunicar las obras, publicar autores y autoras, generar encuentros entre autores y lectores/as, y eso se está dando en canales digitales.
¿Alguna vez pensó en tener su propio emprendimiento editorial? ¿Cómo sería?
¡Qué linda pregunta! Sí. Además de estudiar sobre los procesos editoriales, trabajé como editora en algunas oportunidades concretas, y me fascina el libro como objeto, desde muy chica. Dice mi mamá que agarraba los libros y los desarmaba para ver qué había adentro. Desde que nació mi hija, que tiene un año, comenzó una etapa un poco más “interior”, y con ella me metí de lleno a compartir el infinito mundo de los libros de primera infancia, que si bien ya conocía, empecé a ver y experimentar de otra manera. Naturalmente, al tiempo que compartía con ella y la veo comunicarse con sus juguetes, y relacionarse con lo que ve en sus libros, me surgió el proyecto de crear libros para bebés y niños/as pequeños/as. Estoy produciendo el primero de ellos y espero poder concretar ese sueño en algún momento de este año, cuando la vida (aunque sea en alguna medida, y con nuevas modalidades) se reanude.